Fecha: Sábado, 25 de junio. Lugar: Auditorio Baluarte, Iruñea. Incidencias: Concierto presentado bajo la denominación 'Gira db acústico'; 2 horas y ¼ de duración, bises incluidos. Buenísima entrada. Público mayoritariamente femenino que, enardecido, jaleó constantemente al artista.

Como un ciclón. Como una auténtica máquina de cantar. Dejando claro que, pese a interesados y amarillistas dimes y diretes, lo suyo es el escenario, he aquí cómo pasó el almeriense por Baluarte, sacando adelante con un par -tal y como popularmente se dice- la última cita peninsular de la presente gira. Con una irreprochable demostración de garra, poderío y profesionalidad.

Sobre un escenario con vocación de salón de mansión de alta alcurnia, ornamentado con profusión de focos y lámparas -ya colgando del techo, ya a pie de suelo-, sillón a uno de los lados incluido para ser ocupado por el artista; en medio de un impresionante despliegue de instrumentos y ante un público que, definirlo únicamente como entregado sería poco, puesto en pie y móviles al aire, le recibió con un ensordecedor griterío (protagonizando el recibimiento más caluroso que jamás hayamos visto en este marco), el esperado como agua de mayo David Bisbal abrió noche con Almería tierra noble, ofrecido por lindes propias de la copla, brindando el de los rizos y la voz de oro acto seguido Amar es lo que quiero antes de saludar y, entre gritos de todo tipo, con la expectación creciendo más y más por momentos, presentar actuación y gira dejando entrever a propósito de que esta haya sido vendida como acústica que dicha noche no habría vueltas ni patadas. Bueno, aunque algún amago de ambas, fruto de la pasión o de la rabia, sí que hubo finalmente. Pero a pesar de exhibir como principal vitola dicho calificativo, acústica, a la vista del show presenciado, podemos afirmar que la actuación no fue así, haciendo gala en general de una concepción escorada principalmente hacia una sonoridad más bien melódica. Melódica, no acústica: cosa de los nuevos arreglos mostrados por las canciones, los ritmos -festivos también en ocasiones- imprimidos a las mismas (poniendo en irrefrenable pie de baile con ellos al patio de butacas) y del conjunto de instrumentos utilizados por los seis músicos presentes: sintetizadores, piano, acordeón, trombón, guitarras eléctricas y acústicas, contrabajo eléctrico, batería y un completo set de útiles de percusión. Así pues, ¿cómo lucieron canciones como Ruido, Me derrumbo, Como la primera vez, Lloraré la penas o incluso el hit de principios de siglo Ave María? De forma orientada ya hacia los medios tiempos y la canción melódica española, ya, a la fiesta, más que hacia los acostumbrados sonidos de índole descaradamente comercial. Eso sí, en honor de la verdad, diremos que ningún cambio de ropaje musical importó en demasía al gentío, a un público que, maravillado por el espectáculo de luces y sonido, grabó constantemente y sacó cuantas fotos quiso y, aunque con fuerza diferente -según fuera la fase de la música o de las letras, siempre de amor y/o desamor-, aplaudió constantemente incluso la totalidad de buena parte de las interpretaciones, llevándonos a quienes no teníamos cámaras de fotos ni móviles en marcha a sentir la sensación de encontrarnos en mitad de una tormenta; bajo una impresionante tormenta de verano, como consecuencia del sonido de las salvas de aplausos y del refulgir de flashes. Del diluvio de aplausos y flashes acentuado, cómo no, en la recta final a propósito de temas, sin hacer de menos a ninguno (versiones ofrecidas incluidas), como los igualmente renovados Quién me iba a decir, Silencio o, ya en los bises, Mi princesa y Esclavo de sus besos.

Producto por excelencia de la factoría OT, el mediático y queridísimo por su público David Bisbal pasó como un tornado por la ciudad, arrasando sin contemplaciones por medio del presente concierto: de una actuación realmente explosiva, espectacular.