En su búsqueda de una nueva espiritualidad, Antoni Tàpies descubrió las religiones orientales, sobre todo el budismo zen. Muchas de sus obras, pese a ser matéricas, deben entenderse desde una perspectiva mística, y con ellas intenta transformar el interior del observador. Influido por el pensamiento budista, consideraba que conocer más el dolor hace que sus efectos se atenúen y mejore la calidad de vida. Abordó una reflexión sobre el dolor en sus últimas obras, aunque el paso del tiempo estuvo presente en todas sus etapas. Las cruces y equis son características de su obra, así como las T mayúsculas por su apellido y el 4, por los cuatro elementos y puntos cardinales. El cuerpo humano y los objetos cotidianos son otros protagonistas: el primero a veces le sirvió para reivindicar lo repulsivo, como un ano defecando y una axila con pelos reales en Materia en forma de axila (1968); los segundos, para revalorizar lo material de la realidad más próxima, como en Materia en forma de sombrero (1968) y Mesa y sillas (1968).