Fecha: jueves, 16 de agosto. Lugar: recinto de la Ciudadela, Iruñea. Incidencias: 1ª cita de las programadas dentro del ciclo Sabiquerando, enmarcado en la programación veraniega Ciudadelarte organizada por el Ayuntamiento. Muy buena asistencia nuevamente. Hora y 30 minutos de música en directo.

EL pasado jueves, en el incomparable marco de la Ciudadela; enmarcado en la programación estival denominada Ciudadelarte, arrancó un nuevo ciclo veraniego, concebido el mismo en recuerdo de Sabicas; organizado con motivo del primer centenario del nacimiento del ilustre maestro de la guitarra Agustín Castellón Campos, acontecido en Iruñea en 1912.

Coordinado por las entidades gitanas de Nafarroa, ante un aforo completo y un público predispuesto de antemano, el espectáculo comenzó con la comparecencia de Dando el Cante, jovencísimo sexteto que presentado por El Lele, cantaor de larga trayectoria y monitor de cante flamenco de la asociación La Majarí, palmas, olés y alegres jaleos de por medio, dio vida al racial aire andaluz mediante una selección de bulerías, tangos y rumbas briosamente resuelta. Consiguiendo por momentos incluso que se nos fueran las manos por instinto, en busca de las palmas. Dando palmas, hemos querido decir: cosa de la alegría innata y consustancial del flamenco, por ellos plasmada de forma tan voluntariosa como contagiosa. Acto seguido, tras aprovechar sobradamente los 25 minutos de que dispusieron, subió al escenario el elenco comandado por el guitarrista José Jiménez y la bailaora Alba Jiménez; procedentes de Tudela; miembros de la peña Sabicas de la capital de la Mejana, los citados se arrancaron por rumbas, rematando su participación con tres piezas concebidas para el lucimiento de Alba, jovencísima bailaora que, por alegrías, a nadie dejó indiferente con su hacer. A continuación, el presente homenaje a Castellón Campos entró en su recta final de manos de una multiformación comandada por los cantaores Jolys Muñoz y Ángel Ocray (vestidos ambos totalmente de blanco, como los cinco músicos que les acompañaron) grupo que, en otro orden de cosas, presentó en sus filas al reconocido Rafa Borja a la guitarra flamenca, así como a una gran bailaora, María. Con la flauta travesera aportando un evidente regusto arábigo andaluz, el combo, bulerías o tanguillos aparte, se inclinó preferentemente por la interpretación de clásicos del flamenco; de su vertiente más pop -en algunos casos-, como A la media luna, de El Barrio; Chanelando, de Diego El Cigala, o Noches de bohemia -de Navajita Plateá-, más que interiorizados por los cantaores y profundamente sentidos en sus voces, algo que supieron valorar los presentes: un público que celebró sus interpretaciones con fuertes salvas de aplausos.

Finalmente, como no podía ser de otro modo, tras la media hora que estos últimos artistas se mantuvieron en escena, la velada terminó como procedía: entre aires de fiesta flamenca, con cuantos cantaores pasaron por el escenario al frente del mismo -acompañados por El Lele- y con los distintos músicos, bailaoras incluidas, pisando con fuerza las tablas por bulerías. Con estas últimas, ante el alborozo general, dándolo todo y personificando el baile como solo gentes como ellas saben hacer, montando una auténtica fiesta gitana en el escenario. De altura. La fiesta, queremos decir. Como lo que vino a ser la presente velada en general: en recuerdo de Tío Sabas, primera de las llamadas a celebrarse los jueves venideros en este espacio.