-Del 'Mensaje del agua' a 'El Murmullo del fuego', ¿la situación actual es la que te ha llevado a cambiar de elemento?
-De alguna manera, podría ser una metáfora esto de utilizar el fuego como un elemento de limpia... Quemar los lastres para, con ese mismo fuego, iluminar el camino e intentar ver por dónde tenemos que ir cada uno y no tropezar de nuevo.
-'El amor es el único camino', ¿hasta en tiempos en los que el cuerpo y el corazón piden fuego?
-A mí me gusta intentar ver siempre los dos lados de una situación. Hay que ver lo que a uno no le gusta para aprender, pero, a su vez, captar lo que te puede servir para tirar p'alante y cambiar. Me gusta pensar que las crisis son un movimiento de crecimiento.
-¿Ahora, más que nunca, necesitamos ser una sola voz? ¿Crees posible semejante utopía?
-En muchas cosas lo somos. Yo soy bastante realista porque creo que es más práctico pensar en positivo que en negativo, y porque las cosas solas no vienen, hay que currárselas. Y porque, al final, uno decide si quiere ver el vaso medio lleno o medio vacío. Además, creo que frases como una sola voz o la unión hace la fuerza, que pueden sonar a tópicos, se plasman actualmente en la sociedad real porque hay mucha gente que se ayuda formando equipos. Una actitud que funciona y que yo aplicó con mi gente, ya que, por ejemplo, en mi pequeña editorial, desde la que movemos las cosas, está trabajando mi madre, mi tía, mi cuñado y primera novia.
-Y todas estas actitudes, que son serias y cruciales, Macaco las convierte en un impulso de alegría al reflejarlas en sus canciones. ¿Cómo se transmuta el pesimismo en sobredosis de optimismo?
-En mis canciones sintetizo bastante, no son barrocas, porque con el tiempo he aprendido lo del menos es más. Pero, a su vez, también intento decirme a mí mismo aquello que cuento en las canciones, porque no es lo mismo llevarlo a la práctica que sintentizarlo en un tema. La realidad es más difícil porque todos tenemos días malos en los que nos damos de cabezazos contra la pared; y es que yo, ante todo, soy aprendiz de vida. No tengo la fórmula de la felicidad y de no agobiarme con nada, tengo mis movidas, como cualquier hijo de vecino. Pero sí que en las canciones, sin ser panfletario, me gusta dar con estribillos muy claros y sencillos, que no es lo mismo que simplistas; con unas estrofas que, sin ser complicadas, tienen sutilezas y puertitas abiertas para que, quien quiera cogerlas, las haga suyas y las reinterprete. También hay temas más introspectivos o tristes, como Calling Out Your Name, pero, en general, sí que intento estar en el lado positivo, porque se está mejor y es un coñazo estar fustigándose siempre y diciendo qué mal está todo.
-Dices en el tema 'Sol': "Si la felicidad es un estado de la mente, yo la busco bajo el sol". En Pamplona quizá lo tengas un poco complicado...
-Bueno (risas), pero en Pamplona seguro que hay mucha gente que encuentra el sol en días nublados. Hay muchas ciudades en las que el color y la luz los encuentras de muchas maneras. Al final, lo que cuenta es la actitud y saber buscarte tus pequeñas aficiones, cosas sencillas que tienen cabida en el día a día y que te pueden dar una vidilla increíble, como quedar con los colegas para charlar y tomar una birrita. Sin parecer cursi ni filósofo de cuarta, estos escapes son el sol que nos ilumina por dentro.
-Saramago, Benedetti... La filosofía impregna las canciones de este álbum. ¿La música como acicate para la lectura, tan necesaria hoy en día?
-Totalmente. Música y lectura discurren de una forma paralela. Y, por ejemplo, Saramago era un gran aficionado a la música, igual que Benedetti. Todas las expresiones artísticas tienen unos grandes links, puentes, que las unen y que nos pueden alimentar.
-Descubrir el valor de las pequeñas cosas, 'El amor a lo diminuto', como el título de tu último libro, ¿es una carencia de la sociedad actual que evita disfrutar y comprender el sentido de la vida?
-Lo que es una gran falacia es pensar todo a lo grande, pensar que necesitamos más y más y más. Ese es el gran bluf que nos han colocado en esta época y que nos ha hipotecado. Yo mismo me lío muchas veces en historias hasta que me doy cuenta de que lo que me hace feliz es levantarme por la mañana y coger mi guitarrita, entre otras muchísimas cosas, claro. Creo que, en estos momentos de crisis en los que nos hacen escoger por huevos qué cosas podemos soportar y qué cosas necesitamos, es bueno vaciar sinceramente la mochila, que suele estar cargada de cosas innecesarias.
-El disco está a punto de cumplir un año. Como padre, ¿qué tal lo has visto crecer y que profesión ha elegido?
-El álbum ha salido bastante bien, con sus manitas, sus piececitos, sus ojitos (risas). Es bastante movidito, eso sí, y no para quieto, pero creo que va a crecer bien. ¿De mayor? El tiempo lo dirá, a los hijos hay que dejarlos crecer, que conozcan gente y que se vayan moldeando. A ver si sus hermanos pequeños le influencian y va saliendo una familia bonita.