pamplona. Ha pasado por Pamplona para presentar en la Filmoteca la proyección de 'La vaquilla', una de las muchas películas en las que trabajó con Alfredo Landa, al que le unía una gran y larga amistad.

Sí, y más siendo la proyección en su tierra. Pero es que, además, mi relación no era de trabajo, sino una relación de amistad muy, muy estrecha y muy compartida.

De familia se podría decir.

Sí, sí, éramos como hermanos. Él me trataba así y yo a él por supuesto que también. Como he dicho en la sala durante la presentación, daría cualquier cosa por no estar aquí con este propósito, porque no vengo a hablar de un amigo, sino de un hermano muerto. De hecho, aun hoy no me acabo de creer que ya no esté. Recuerdo que estaba trabajando en el teatro en Sevilla cuando me llamó su hijo para decírmelo... Me emociona y me honra haberle conocido.

¿Qué destacaría del Alfredo Landa al que conocimos todos, es decir, del actor?

Era un fuera de serie, un superdotado. Hay animales cinematográficos y teatrales, gente que tiene la capacidad de ser una correa transmisora de estados de emoción y Alfredo era uno de los pocos elegidos. Yo le aburría con las teorías y los métodos; mi andadura iba por ahí, intentando compensar un poco el territorio cultural del que yo venía. Alfredo sí había hecho estudios, pero yo a los 13 años ya estaba trabajando de mecánico. Pero está claro que él nunca necesitó todo eso, ni falta que le hizo. Era un todoterreno.

Siendo de orígenes tan diferentes, "el hijo del Guardia Civil y el del último marxista estalinista que quedaba en España", como usted mismo dice, ¿qué fue lo que les unió tanto?

Los orígenes ideológicos están claros: él era de una familia muy de derechas y yo, todo lo contrario. Pero sí que teníamos el mismo origen moral: el de la gente que sabe que tiene que ganarse la vida y procurar ir a todas partes por derecho. Hemos sido gente que ha procurado llamar a las cosas por su nombre. Entendíamos lo que significaban las palabras amistad, respeto, amor... Incluso la palabra indignación; de hecho, nos cabreábamos con cosas muy parecidas.

Respecto al Alfredo Landa hombre, apenas sabemos que parecía tener un fuerte temperamento, pero ¿qué nos puede contar del que solo conocían sus íntimos?

Sí, tenía mucho temperamento; era un hombre de una pieza y se le veía venir. Hay una frase que él decía, 'yo conozco al pájaro por la cagada' (sonríe). He oído que de Fernando (Fernán Gómez) también se destacaba su genio por aquello del 'no, no, noooo', pero es que con cierta gente y en ciertos momentos eran personas de carácter y así lo manifestaban. Y yo tengo la suerte de haber disfrutado por igual tanto al uno como al otro.

Decir directamente lo que se piensa es una característica que ambos compartían, ¿les perjudicó en algún momento?

A él no, porque su pensamiento coincidía con el del sistema. Y yo no iba a los rodajes con la pancarta ni mucho menos, y en ningún momento me sentí discriminado. Al contrario, debo reconocer que los que me ayudaron a trabajar al principio fueron los directores próximos al sistema, Sáenz de Heredia, Mariano Ozores, Masó... Y curiosamente, los otros no. Sería un miserable si de pronto ahora torciera el gesto o dijera que aquellos trabajos fueron una vergüenza. No, no, que ni dios toque un pelo de la ropa a aquella gente que confió en mí en un principio y me dio trabajo, porque gracias a eso he podido sacar adelante a mi familia y aprendí algo, lo mucho o lo poco que puedo saber.

¿Y qué aprendió de Alfredo Landa?

De Alfredo, como de Fernando, esos superdotados, no había mucho que aprender, porque había algo que solo tenían ellos. Me fascinaba comprobar cómo lo que a uno le costaba mucho de estudio, a estos cabrones les salía enseguida (ríe). Fernando era un hombre de un poso intelectual impresionante, pero a Alfredo no le hacía ni puta falta. Él como verdaderamente disfrutaba era aliñando ensaladas y haciendo los gintonics y los martinis.

¿Era muy de amigos, de comidas y de cenas?

Sí, sí, de hecho José Luis (Garci), él y yo nos reuníamos todos los años en una cena en el mes de diciembre y hacíamos un balance de nuestras vidas profesionales y personales y demás.

Parte del cine que tanto él como usted hicieron en los años 60 fue vilipendiado, ¿le parece que el cine español, o quizá es algo que se pueda extender a la sociedad española, en general es un poco cainita con sus talentos y apenas los reconoce o lo hace tarde?

No solo el cine español. Decía Fernando que no es la envidia lo que caracteriza el comportamiento de los españoles, sino el desprecio. Y estoy de acuerdo, hay una tendencia a mirar por encima del hombro. Yo no me puedo quejar, sería un idiota si lo hiciera, porque mi trabajo se reconoce, se respeta y tengo un público fiel; pero hablando en términos generales, sí creo que no podemos presumir ni de hablar idiomas ni de ser medianamente generosos con el comportamiento del vecino. Con Alfredo y con Fernando se metían no por su carácter, sino porque es la tendencia general del país. Hay mucho papanatismo en todo esto. Por ejemplo, la que ahora está considerada mejor película de la historia del cine, Vértigo, pasó por San Sebastián y no gustó. Hay una constante que obedece a una especie de ADN que parece que tenemos aquí, qué le vamos a hacer. Igual por eso Cataluña quiere independizarse, para no tener ese ADN, pero se van a joder, porque lo van a tener igual (ríe).

Este año ha recibido su primer Goya por su interpretación en 'El muerto y ser feliz' ¿cómo sienta después de tantos años en el oficio?

No puedes vivir pendiente de los premios, eso es suicida. Cuando llegan, lo celebras, sonríes, das las gracias y ya está.

Ahora está haciendo televisión, concretamente la serie 'Galerías Velvet', ¿por qué en este momento?

Tengo la suerte de poder elegir o, al menos, de poder rechazar, y las ofertas que me habían hecho hasta el momento no me convencían. En este caso, durante un tiempo estuve que si sí, que si no con la gente de Bambú y al final la oferta que me han hecho me parece interesante y el producto está muy bien. La razón no es más que esa; además, me respetan las fechas del teatro y de los rodajes con Isaki Lacuesta y con Carlos Vermut, que he terminado hace poco, así que encantado.

¿Qué le aporta trabajar con nuevos directores?

¡Joder, muchísimo! Y no solo como profesional, porque coincido mucho con ellos en el criterio y demás, sino sobre todo porque nos entendemos muy bien a través de nuestro amor y respeto por el cine y por lo que hay que luchar por él. Me siento muy bien, me rejuvenece.

Luchar por el cine es imprescindible en este momento.

Sí, ahora mismo coinciden muchos factores; no solamente una pésima política cultural, sino también el advenimiento de nuevos medios de comunicación. Antes, el producto llamado película se vendía en la tienda llamada cine, y ahora apenas hay celuloide ya, los cines se convierten en tiendas de moda, y están los móviles, los ordenadores y todo eso. Es decir, ahora se ven más películas que nunca, pero de otro modo. Deben existir mecanismos sensibles por parte de la Administración para abordar todo esto, porque de lo contrario me da la impresión que el punto en el que estamos no se soluciona fácil. Me encantó el discurso de Juan Antonio Bayona cuando le dieron el Premio Nacional de Cine y también el resumen que hizo de él David Trueba en su columna.

Bayona habló delante de un ministro que durante unos meses dejó caer que estaba dispuesto a revisar lo del 21% cultural, pero el otro día dijo que no, que ahí se queda.

Es insolente. Recuerdo que cuando hice Calígula, de Albert Camus, el personaje decía 'la necedad es homicida'. Y es verdad, la necedad de esta gente tiene carácter de homicidio. Y son tan necios que esta medida ni siquiera les ha servido para recaudar más.

José Sacristán es crítico con el que gobierna, pero también con la oposición.

Mucho más. Creo que la impunidad con la que opera la derecha se debe al descalabro moral de la izquierda, no te quepa duda. Eso es lo que más me duele. Para hacer política de derechas ya está la derecha, que sabemos lo que es y no engaña a nadie. Es que el despiste de la izquierda es monumental; es de unas consecuencias irreparables, al menos de momento. No hay una alternativa, pero no solo en España, mira lo que está pasando en Europa. Cuando la izquierda pierde el norte de su principio ético y moral, se establece una relación de fuerzas tan desigual, que los muertos acaban siendo los de siempre. Y no hay recurso moral ni político ni nada. Habría que incendiar... Bueno, no soy partidario yo de esas cosas.

¿Son los movimientos sociales quienes ocupan hoy el hueco de la izquierda?

No sé que decirte. En este momento conviven hechos contradictorios. Hace poco, un club de fútbol pagó 100 millones de euros por un jugador y y a su presentación acudieron 40.000 personas. ¿Qué pasa, que ninguna de ellas tiene problemas con el banco o con otra cosa? ¿Adónde vamos con eso? Si a ese acto y a otros no fuera nadie... Es que esos políticos están ahí porque se les vota; los votamos nosotros, se sabe que son unos corruptos y ahí siguen. En la película de Isaki mi personaje bien que lo cuenta.

Sigue haciendo teatro, televisión y cine, está claro que conserva su gusto por jugar, que es como define siempre su forma de entender este trabajo.

Es que para mí esto sigue siendo un juego por encima de todo. Igual que un niño cuando hace de pirata. De hecho, cada vez que salgo a un escenario o me pongo delante de una cámara, echo mano del crío que fui. Para mí, lo más importante es jugar con el hecho de que alguien se crea que soy el pirata, el gángster... Pasado mañana (por mañana) cumplo 76 años y entre la serie, la película de Isaki, la de Carlos y el teatro he tenido que cambiar de personaje de un día para otro, pero me lo paso pipa.