pamplona. 'El honor es una mortaja' es una precuela negra de su otra serie literaria, iniciada con 'Aki y el misterio de los cerezos'. Ambas hunden su inspiración en el Japón de los samuráis. ¿Es una forma de aprender del pasado para sibilinamente insertar valores perdidos en la depauperada sociedad actual?

Más en la novela juvenil que en ésta, ya que en la primera se te exige o se te supone una transmisión de valores a la gente joven, que son tus lectores. La novela negra es más un reflejo, más o menos fiel y personal, de la sociedad actual que te rodea... Pero sí, siempre hay una intención de mostrar, no con afán didáctico, que la sociedad en la que vivimos es la que es, y que hay otros posibles valores en otras culturas y en otros tiempos.

Herodoto está considerado como el primer historiador de la humanidad y da nombre el detective protagonista de la novela. ¿Hacia donde apunta este guiño historiográfico?

La elección del nombre es más sencilla de lo que parece. En realidad es un homenaje a mi hermano, que es doctor en Historia Medieval. Lo que creé es una justificación dentro de la historia para que se llamara así este investigador de la Policía Nacional, hijo de un catedrático de Historia; de ahí su nombre. Por otra parte, si uno pretende que su personaje tenga una continuidad en el tiempo con otras novelas, una de las cosas más importantes a las que se enfrenta es encontrar un nombre que haga que ese personaje sea único y distinto y, a su vez, tenga gancho. Puedes optar por el nombre rocambolesco o por todo lo contrario, uno común que refleje una persona común. Lo difícil es encontrar el equilibrio entre ambas opciones y que el nombre sea suficientemente común pero que tenga cierta magia, no solo a la hora de ser pronunciado sino a la de ser leído o recordado. En este sentido, Herodoto no es lo suficientemente extraño para que resulte forzado ni lo suficientemente común como para que te olvides de él; y, además, tiene una contracción, Hero, que provoca el juego con la palabra inglesa, que va un poco más allá. Y con esto no quiero decir que mi personaje sea un héroe o un antihéroe, algo que ha estado de moda en la novela negra, lo que pretendía es que fuera un personaje lo más normal posible y, a su vez, dotarlo de sombras, ya que en el fondo todos tenemos aristas.

Venganza servida en plato frío, despojada de sentimientos y articulada a través del honor, del deber... ¿De esta forma se convierte en una acción 'buena', en un hecho correcto? ¿El ser humano necesita la venganza porque es inherente a su naturaleza?

No sé si es inherente o no ejecutarla, pero sí que es bastante normal pensar en sentirla, especialmente cuando sufres un golpe muy traumático. En ese momento la primera reacción es de dolor y la siguiente de ira; y esa ira, si la canalizas bien, termina por desaparecer, lo que no significa que termine por olvidarse. Yo siempre digo que todos tenemos la capacidad en algún momento de revolvernos, de sentir odio e incluso matar; creo que más que la venganza, el odio, que es muy peligroso, sí es inherente al ser humano. De todas formas, creo que la venganza en ningún caso es buena ni justificable, aunque en algunos casos sea entendible y comprensible. La venganza solo genera venganza, y el odio más odio, si uno empieza a vengarse, ¿dónde termina esa acción?.

Ofidia, escenario donde acontece la acción de la novela, es una ciudad ficticia para un mundo real, ¿por qué?

La discusión en este caso es decidir si sitúas la acción en una ciudad concreta o no; y para eso hay teorías editoriales para todos los gustos. Unos creen que es bueno porque fideliza a un número de lectores y otros piensan que te limita de cara a los lectores de otros lugares. Al final, lo que decidí es reflejar una ciudad real pero que pueden ser muchas, en este caso cualquier ciudad de provincias. Y elegí el nombre de Ofidia porque le daba ese toque de ciudad ofidio, de ciudad víbora, en la que el mal, aunque no lo veamos, está absolutamente presente a nuestro alrededor.