el pasado domingo, La Sexta volvió a ofrecer en la programación de noche una nueva entrega de Salvados, producto audiovisual marcado por la presencia de un actor/periodista que encara las entrevistas con estilo personal y desenvoltura manifiesta. Tras el éxito-escándalo-debate de su programa sobre el 23-F, Operación Palace, Évole ha vuelto a la senda de la normalidad y ha encauzado las revueltas aguas de un ejercicio de periodismo que quedaba invalidado por la manipulación ficcionada de la historia padecida realmente hace décadas y que supuso un columpiarse despistando al personal. Vuelta a la normalidad de un formato que se basa en el ejercicio de un periodismo directo, sin tapujos y al grano, que en esta ocasión convirtió al narcotráfico en eje temático de una vuelta fiel a los ritmos, modos y maneras de Salvados con un asunto informativo complejo de tratar, arriesgado en las fuentes a utilizar y con un enfoque de periodismo frío, investigador y rico en matices. Los personajes del programa, un narcotraficante arrepentido y testigo protegido de la Fiscalía, un responsable de la Agencia Tributaria en la aduana de Algeciras y un novelista italiano conocedor de la Camorra napolitana, Roberto Saviano, proporcionaron materia suficiente para construir un buen relato sobre este problema de ámbito internacional. Jordi Évole supo estar en las distintas secuencias sin interferir, presentando cuestiones de interés común, ágil en el preguntar, dejando protagonismo a los invitados, que desde distintos ángulos fueron contestando al interrogatorio argumental con riqueza de datos, humanidad en los testimonios y verdad narrativa. Triunfó la fidelidad al formato y la audiencia se lo reconoció. Después de tanta alharaca, vino bien un poco de normalidad e identificación con el producto habitual.
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