madrid - Se fue sin terminarla. Ana María Matute se fue el pasado 25 de junio sin poder acabar su última novela Demonios familiares, una narración que es “la Matute en estado puro”, en opinión de su hijo, Juan Pablo, porque reúne todo su universo y obsesiones en un libro que sale hoy a la calle.
Y las obsesiones que guiaron el trabajo literario de la escritora catalana a lo largo de su vida fueron “la falta de comunicación, la incomprensión, cómo se podía vivir junto a personas cercanas, familiares o amigos con muros de silencio, los rencores no curados o la traición”, como dice en el libro María Paz Ortuño, profesora, “amiga del alma” y ayudante de Matute hasta el final de su vida. Así lo reconoció ayer durante la presentación de Demonios familiares, publicada por Destino, la propia Ortuño, la mujer que pasó horas y horas junto a la escritora y quien pasó el manuscrito al ordenador después de que ella lo hiciera en su máquina de escribir; primero en una vieja Olivetti y después una sofisticada Brother.
La presentación del libro póstumo de Matute sirvió de homenaje a la escritora y se ha llevado a cabo en la sede del Instituto Cervantes con la presencia de Víctor García de Concha, Almudena Grandes, María Paz Ortuño, la editores de Destino, Emili Rosales y Silvia Sesé y la presencia del único hijo de la escritora, Juan Pablo Goicoechea, y su esposa.
Goicoechea reconoció que todavía habrá alguna sorpresa de la escritora. “Hay material que estamos revisando Marí Paz Ortuño y yo y no es que salga una novela, pero sí hay cosas muy interesantes”, comentó su hijo, que llegó a ser su sombra en los últimos tiempos, cuando ya la escritora no podía andar y llevaba en su silla de ruedas.
En Demonios familiares, la autora de Olvidado rey Gudú vuelve o cierra el círculo de Paraíso inhabitado, en una historia con el trasfondo de la Guerra Civil, en julio del 36, en una pequeña ciudad del centro de España, donde la protagonista, Eva, vuelve a su casa tras la quema del convento donde estaba de novicia. Una casa con muchos personajes simbólicos y donde priman los secretos, los rencores, los silencios y las emociones reprimidas, y donde, a pesar de la soledad y las dificultades, estalla el amor. - Efe