Cristina Monge Lasierra nos propone una reflexión sobre la necesidad imperiosa de una transición ecológica justa y sobre las dificultades y oportunidades de las democracias para liderarla.

Cristina, ¿crisis ambiental y crisis democrática?

Esta fue la pregunta de investigación que hice hace muchos años. ¿La transición ecológica puede ayudar a tener más y mejor democracia? Hasta qué punto tenemos o no herramientas como democracias para abordar esta crisis y en qué medida la transición que tenemos que hacer puede ayudarnos a fortalecer la democracia o acabar con ella. No vale con decir que todo está muy mal; hay que buscar alguna salida. La crisis ambiental tenemos que definirla, entenderla para poder hacerle frente. Además, esas soluciones tenemos que debatirlas. No se trata solo de que hablen los expertos que sepan de energía o de gestión de agua o de biodiversidad, sino que es muy importante que debatamos el conjunto de la sociedad. Que se aborde desde todos los ámbitos: científicos, políticos, desde la iglesia o desde otros ámbitos religiosos, éticos, intelectuales…

Como ya lo hizo el papa Francisco en ‘Laudato si’

Precisamente la encíclica ‘Laudato si’ es una de las cosas más importantes que hizo el Papa Francisco. Es la primera vez que se dedica un texto de esas características a hablar de la crisis ambiental, del deterioro de la casa común; creo que eso elevó el debate. No solamente es relevante para la comunidad cristiana, sino también porque da una señal muy clara a la humanidad.

¿Qué nos dicen los científicos?

El IPCC (el grupo de científicos que asesora a Naciones Unidas en temas de cambio climático) realiza informes periódicos donde nos cuenta cuál es el estado de los temas ambientales. Estos científicos, que no hacen investigación directa sino que recopilan y ordenan todas las investigaciones sobre la crisis climática, en su último informe publicado en noviembre de 2023 decían dos cosas: uno, se están cumpliendo con antelación las peores previsiones; es decir, estamos en los peores escenarios; pero, dos, la ventana de oportunidad todavía no se ha cerrado. Estamos a tiempo de prevenir, de paliar las peores consecuencias de la crisis climática; es decir, hay esperanza, que es algo que decía también el papa Francisco en su encíclica.

La transición ecológica necesita de los mejores conocimientos disponibles y para eso hace falta el movimiento en dos direcciones, de la política a la ciencia y de la ciencia a la política, trabajando conjuntamente.

Desanima pensar que las peores previsiones se están cumpliendo

El daño ya está hecho, pero con cada 0,1 grado de incremento de temperatura que evitemos estaremos salvando millones de vidas humanas. Tenemos que entender que no se trata de “salvar el planeta”, el planeta se regenera. El planeta tiene una resiliencia tremenda, es un problema de los humanos junto con el resto de seres vivos que habitamos el planeta.

Solamente por incremento de contaminación atmosférica, que es distinto a crisis climática, mueren en España aproximadamente 30.000 personas de forma prematura. Las muertes por fenómenos atmosféricos extremos, como puede ser el de la dana, se cuentan por miles en el mundo.

Muchas veces quienes nos dedicamos a temas ambientales hemos pecado de dibujar un horizonte apocalíptico. La evidencia científica dice que es uno de los escenarios posibles, pero que hay otros y que dependerá de lo que sepamos hacer.

¿Cómo actúa el cambio climático en nuestras sociedades?

Normalmente se estudia mucho desde el punto de vista de las ciencias naturales: cómo afecta a la biodiversidad, al agua, los océanos; también se estudia bastante cómo afecta a la economía. Sin embargo, se estudia mucho menos cómo afecta a las sociedades.

Mi hipótesis es que la crisis climática está agudizando los problemas, tanto dentro del mundo desarrollado como si ampliamos el foco y miramos al conjunto del planeta.

¿Puede poner algún ejemplo?

La crisis ambiental no crea la desigualdad económica, pero nos hace una sociedad mucho más desigual porque las condiciones de vida se están extremando. También se está incrementando la desigualdad de género; por ejemplo, en el Cuerno de África, cuando llega una sequía y hay muchos muertos, de manera proporcional mueren más mujeres; porque en algunas culturas primero comen ellos, luego comen los niños y con lo que queda comen ellas. ¿Es la crisis climática la causante ahí de la desigualdad de género? No, pero la está agravando. También lo vemos en España si analizamos un fenómeno que surge con la crisis del 2008, la pobreza energética. Aquí el grupo que está más sobrerrepresentado es el de mujeres solas con hijos a su cargo.

Y junto a esto aparece otro elemento: la generación de conflictos derivados de la lucha por los recursos. Aquí en España tiene especial incidencia el agua. Los estudios anuncian que de aquí al año 2030 puede haber una disminución de disponibilidad de agua del 25% (de media) en las cuencas hidrográficas españolas.

¿Qué problemas tienen las democracias para gestionar desafíos como el que supone la crisis climática?

Los politólogos estamos de acuerdo en tres problemas: un problema de espacio, un problema de tiempo y un problema de complejidad. Problema de espacio porque la gobernanza en la democracia actual se da en el estado nación, pero la crisis climática no va de Pamplona, ni de Navarra, ni de España, ni de Europa; esto va del mundo. Segundo problema, el de tiempo: la crisis climática une pasado y une futuro, pero las democracias funcionan cada 4 años, en algunos países cada cinco. El cortoplacismo de la dinámica política frente a la mirada amplia y la perspectiva a largo plazo que requiere el problema. Y en tercer lugar, la complejidad, porque la crisis climática es cualquier cosa menos simple y a veces es muy difícil explicar.

¿En qué ámbito se podrían tomar decisiones a la altura del desafío global que supone la crisis climática?

Tenemos las cumbres de clima (COP), un espacio que suele ser muy criticado pero que yo defiendo porque es lo menos malo que tenemos. Se celebran anualmente a final de año, donde están prácticamente todos los estados del mundo. Que 189 países se pongan de acuerdo en una cosita es ya un milagro, porque los acuerdos se toman por unanimidad. Surge ahí una gobernanza muy interesante desde el punto de vista político que hace posible llegar a acuerdos; y se ha llegado a muchos acuerdos, a pesar de la lentitud y de la falta de ambición. Pero es el único foro que tenemos y nos está ayudando a avanzar en cómo hacer frente a esa crisis climática, cómo repensar nuestra forma de vida, de economía, de sociedad, de política, etc.

Necesitamos estructuras de gobernanza global donde se tienen que tomar las decisiones para que los países podamos avanzar.

¿El cambio climático es una cuestión que preocupa más a la izquierda?

El cambio climático no es ni de izquierdas ni de derechas; ahora bien, la manera en la que se afronta, qué hacer para luchar contra él, eso sí es de izquierdas y de derechas. Cada partido tiene un modelo diferente de transición ecológica. No hay el mismo modelo desde posiciones conservadoras o liberales o progresistas y necesitamos que todos pongan encima de la mesa sus propuestas.

Hay tantos modelos de propuestas de transición ecológica como opciones ideológicas existen en estos momentos. Desde quien dice: “que actúe la tecnología y opere el mercado”, posiciones más liberales, más conservadoras; hasta quien propone decrecer, y decrecer significa ser más pobres desde el punto de vista económico ortodoxo. En definitiva, repensar el concepto de progreso y desarrollo.

Eso es lo que teníamos que estar debatiendo.

¿Por qué se habla de la transición ecológica como un problema retorcido?

En sociología llamamos “problemas retorcidos” a los que nunca se resuelven definitivamente y, además, cada vez que solucionas una parte del problema aparecen otros. Debemos renunciar a la solución definitiva, porque no existe. Entonces vayamos paso a paso y reconociendo la complejidad de la transición.

¿Cómo hacer una transición ecológica justa?

Tenemos que acabar con el concepto de territorio de sacrificio. Con la excepción de Navarra, que supo ver la oportunidad de las energías renovables, si cogemos el mapa de España de provincias por renta per capita y le ponemos al lado el mapa del despliegue de grandes parques de energía renovable ¿qué vemos? En las regiones ricas (Cataluña, País Vasco, Madrid) no hay ni un aerogenerador, ni un panel solar. Estos parques se están instalando en la España vacía, que generalmente es la España pobre. Otra vez, un territorio se sacrifica para que se desarrollen otros. Necesitamos instalaciones de energía renovable; pero ello implica llegar a acuerdos con los territorios en un marco de ganar-ganar, que se beneficien de esto también ellos.

¿Qué podemos hacer a título personal?

Tres propuestas. Primera, cuando se pueda, actuar: no todo el mundo puede comprar alimentos de agricultura ecológica, pero el que pueda tiene que hacerlo. No todo el mundo puede ponerse una placa solar en su casa, pero el que pueda que la ponga. Actuar cada cual en la medida de nuestras posibilidades, en las cuestiones del día a día, es fundamental. Segunda, exigir a quienes tienen que tomar las decisiones que las tomen en este sentido. Y aquí hablamos de empresas, del ámbito político, de todas aquellas entidades que nos rodean. Al rectorado de la universidad hay que exigirle criterios de sostenibilidad, que incorpore estos temas en la formación de sus estudiantes, que los profesores los tengan en cuenta. Por ejemplo, a los ayuntamientos, que pongan en marcha las políticas ambientales de movilidad, de agua, de energía, de residuos, etc., o que nos ayuden a montar una comunidad energética en nuestro barrio. Tercera, incorporar los criterios de políticas ambientales a la hora de decidir a quién damos nuestro voto, en nuestro ayuntamiento, en nuestra comunidad, para el gobierno, para el parlamento europeo. Las encuestas nos dicen que de todos los criterios que utilizamos para decidir a quién votamos, los temas ambientales no cuentan.

En Navarra está teniendo lugar una asamblea ciudadana por el clima ¿verdad?

En Navarra se creó en el mes de enero una asamblea ciudadana por el clima que sigue trabajando. Las asambleas ciudadanas por el clima son procesos de deliberación donde, con una formación por parte de especialistas, un grupo de ciudadanos y ciudadanas que no tienen por qué saber del tema se encierran a debatir en torno a una cuestión ambiental con una propuesta en concreto. Estas asambleas ciudadanas ayudan a las administraciones o a los representantes políticos a entender cómo la ciudadanía percibe este tipo de políticas y generan una mayor conciencia de lo que nos estamos jugando.

¿Se puede deducir de experiencias previas que funcionan?

En la asamblea ciudadana por el clima que se celebró a nivel de todo el estado español, por iniciativa del Ministerio de Transición Ecológica, cien ciudadanos y ciudadanas, seleccionados al azar sin ninguna formación, estuvieron deliberando entre noviembre de 2021 y mayo de 2022. Tres años después, la mitad de estas personas siguen activas en cuestiones ambientales y todos los participantes se siguen mostrando muy sensibles y proactivos a este tipo de políticas.

Esto parece indicar que este tipo de iniciativas está dando mejores resultados que los procesos de participación.

¿Podríamos plantear la transición ecológica como una oportunidad?

Soy bastante reacia a la noción de sacrificio y prefiero plantear la transición ecológica como una oportunidad.

Dejar el coche en casa todos los días y evitar dos horas de atasco en las grandes ciudades para ir y volver a trabajar ¿es sacrificarse? Renunciar a tener una dieta excesiva en carne y que sea más rica y variada en frutas, verduras, legumbres ¿es sacrificarse? O tener una ciudad donde podamos respirar y hacer deporte sin ahogarnos al aire libre ¿es sacrificarse? Más bien, se trata de oportunidades. Pero para que esto sea una oportunidad y no sea un sacrificio, todos tenemos que hacer nuestra parte del trabajo. Los políticos tienen que poner un transporte público de calidad, habrá que facilitar el conocimiento de la dieta y el acceso a los productos saludables, etc. Y la sociedad tenemos que entender este tipo de transformaciones.

Mi conclusión es que, si todo el mundo hace lo que tiene que hacer, la transición ecológica es una oportunidad para que vivamos mejor.

¿Es posible llevar a cabo la transición ecológica?

Estoy acabando un libro donde, entre otras cosas, he hecho una investigación exhaustiva del discurso ambiental de la ultraderecha. No toda la ultraderecha es negacionista. Si nos fijamos en Europa, hay tres tipos de discursos de la ultraderecha. El discurso negacionista. Los que no niegan la crisis climática pero enfatizan los perjuicios que tiene la transición ecológica en algunos sectores de la población (esto lo comparten también otras formaciones). Y tercero, los que reconocen que la transición ecológica es imprescindible pero se enrollan en la bandera nacionalista de su país. El nacionalismo climático es uno de los elementos que la ultraderecha en estos momentos está desarrollando.

En Teruel, por ejemplo, hay proyectos muy polémicos que han generado un movimiento social bastante importante en contra; pues los carteles que empapelan los tablones de anuncio de los pequeños municipios son “Vox salva el territorio”, “Vox con el Maestrazgo”. Han identificado un motivo de descontento y están entrando por ahí. Por eso la transición tiene que ser justa, porque si no es justa no se podrá hacer. O se hará a costa de debilitar muchísimo las democracias. Esa es la clave de por qué necesitamos una transición justa.

¿Qué nos puede decir de las consecuencias del “desgobierno” de Trump en la crisis climática?

El caso de Trump es mi favorito. ¿Qué ha ocurrido en estos primeros cien días de su mandato? Sigamos la pista del dinero.

Ha habido fondos de inversión como BlackRock (el principal fondo de inversión del mundo) que se han retirado de los grupos de Naciones Unidas comprometidos contra el cambio climático. ¿Cuántos millones se ha desinvertido de energías renovables? Ninguno a día de hoy. Porque hay mucho dinero a ganar en la transición ecológica, sobre todo en la energía. ¿Cuántos pozos de petróleo se han abierto? Hasta ahora, que tengamos constancia, ni uno. Porque la estrategia de la industria petrolera no es abrir nuevos pozos, sino diversificar fuentes y eso pasa por más energías renovables.

En este enlace se puede ver el vídeo de la conferencia.

Muchas gracias, Cristina, un placer hablar con usted.