Desde ayer, y hasta el próximo 10 de mayo, visitar la primera planta de la Sala de Armas de la Ciudadela será como ingresar en el centro de una sensual y aguerrida vorágine de color y libertad. Un sano, y recomendable, ejercicio en el que el alma del espectador podrá respirar pintura en su máxima expresión artística, sentirá la emoción de las formas y gozará dejándose llevar de una obra a otra como quien va degustando vinos en una cata. Tal cúmulo de sensaciones se lo deberá a Mariano Royo (San Sebastián, 1949-Pamplona, 1985), artista del que ahora se presenta una retrospectiva de su obra pictórica.

La exposición, que recoge más de 40 obras creadas entre 1977 y 1985, fue presentada ayer por el comisario de la misma, Pedro Salaberri; la viuda del artista, Carmentxu Pozueta, y la directora del área de Cultura del Ayuntamiento, Teresa Lasheras.

La muestra se integra en el ciclo Revisiones. Artistas navarros del siglo XX, por el que ya han pasado Javier Ciga, Enrique Zudaire y Constantino Manzana.

Pedro Salaberri, que compartió vivencias y pasión con Mariano Royo apuntó, de forma exquisita y sentida, las claves tanto de la exposición como de la filosofía pictórica de quien fuera, además, su compañero de estudio. “Aquí están representados los últimos ocho años de la vida de Mariano, que es cuando él ya tiene un lenguaje propio. Ahora la abstracción es un lenguaje que lo tenemos asumido porque lo hemos visto en muchos sitios, pero en el tiempo en el que Mariano estaba pintando estas obras, él no lo tenía asumido porque no lo habíamos visto apenas. Por lo tanto, creo que siguió un camino muy arduo que yo aprecié a los años, ya que mientras Mariano estaba inventándose cierta abstracción yo estaba intentando aclararme conmigo mismo. Pero, como digo, con la distancia necesaria puede decir que estas obras, en las que se descubren varias familias de datos, hay un gran pintor”.

Unas obras que, lógicamente, además de por la técnica están fuertemente marcadas por la forma de afrontar el arte por parte del artista. “Su personalidad era tan arrolladora que, en alguna medida, dejaba atrás la obra”. De esta forma, en la muestra se pueden encontrar piezas “muy reflexivas, geometrizadas, racionales, sutiles, líricas... En este sentido, nunca habíamos podido ver una muestra de Mariano como ésta; yo me conocía sus cuadros de memoria y, sin embargo, como pasa con casi todo, cuando lo pones en valor, como aquí sucede, resplandece”.

Siguiendo con las claves, Salaberri destacó la que quizá sea más sorprendente, y es que “hay obras en esta exposición que podían haber sido pintadas ayer. En muchas ocasiones, el arte deja noticia de sí mismo porque cuando ves los cuadros los identificas con una época o un tiempo, pero con Royo no sucede eso, porque, como digo, sus obras podían haber sido pintadas recientemente”. Quizá esto sea así, porque en sus cuadros se descubre “vitalidad, energía y una pintura limpia, clara... Cuando uno hace cualquier cosa puede ser premioso en la acción, pero no era el caso de Mariano, ya que él decía que necesitaba ver los cuadros hechos para sentirse vivo. Si él hubiera podido pintar soplando, para no tener que meter la mano conforme surgían sus pensamientos, lo hubiera hecho. Pero como eso no podía ser, eligió la pintura acrílica que de alguna manera le permitía gesticular, vivir y expresare encima de los lienzos sin interferencias. Cuando hablamos del automatismo, de Pollock, de esa pintura expresionista que no quiere mediatizar los sentimientos... había mucho de eso en Mariano, pero, a la vez, él contaba cosas. Pero claro, ¿cómo cuentas algo que no esté filtrado por la educación o el buen gusto? Y es que yo creo que el buen gusto ha hecho obras muy educadas pero poco emocionantes. Y eso Mariano lo tenía muy claro, hasta el punto de que quería hacer obras emocionantes en las que el buen gusto importaba menos. Y creo que lo consiguió”.

Dudas y fiabilidad Para esta exposición se ha editado un catálogo que recoge un estudio histórico-artístico del artista realizado por Pedro Salaberri, así como las fichas de cuarenta obras. El volumen también recoge otros textos como el comienzo del libro que Ignacio Aranaz publicó en 1986 en la Colección breve de temas pamploneses, una entrevista que le realizó Manuel Hidalgo en 1978 o las palabras de Pedro Manterola para el catálogo de una exposición en la Ciudadela de Pamplona en 1981. Precisamente, Salaberri quiso destacar algunas de las palabras de Royo recogidas en el citado catálogo y apuntó que “Mariano se fiaba más de una persona con dudas que de una persona con certezas; él prefería no tener certezas absolutas e ir aprendiendo de la vida”.

trayectoria artística Según recordó Salaberri, “Mariano, como cualquier artista, empezó pintando lo que veía, que es la manera de aprender el oficio. Pero es que él no quería tener un oficio, él quería vivir. Por lo tanto, la pintura tenía que ser un camino de libertad, de construirse como persona. De esta forma, toda esa obra figurativa inicial que él crea no es más que un ir aprendiendo hasta alcanzar una manera propia de contar, que solo le pertenecía a él. Hay un momento en el que decide que un color rojo es hermoso porque es rojo, no porque sea una capa, una manzana o una taza; pero, a la vez, cuenta cosas porque una línea quebrada o una curva, cuenta cosas. Es decir, el lenguaje plástico cuenta cosas... y, en este sentido, en sus cuadros hay muchos datos que se repiten y que hablan de la vida cotidiana. Es un contar lo que pasa todos los días pero no sujeto a pintar lo que veo, sino lo que es. Mariano siempre fue narrativo pero sin estar sometido, contaba las cosas con absoluta libertad, lo que ha provocado que su lenguaje se mantuviera fresco hasta hoy. En resumen, él siempre quiso contar cosas vitales y enérgicas bajo la premisa de que más vale callar que expresarse débilmente”.

‘Morirse de improviso’ La exposición recoge los cuadros finales de Mariano Royo. “Cuando él se entera de que está enfermo pinta un cuadro al que titula Morirse de improviso, más desatado, en rojo y negro, en el que da noticia de lo trágico que le habían contado. Y poco antes de morirse pinta Con antenas, que presenta una especie de virus, que es el bicho que lo está matando; y otro, en la misma línea, que es El bicho. En estas obras se puede apreciar como los bichos se van comiendo los triángulos, los cuadrados, los círculos... que eran la vida de Mariano, su grafía y su manera de contar; de forma que hasta el último momento el cuenta cosas pero con un lenguaje vivo”.