pamplona - El Bucle es la única compañía navarra que estrena obra en el Festival de Olite. Lo hace hoy a las 22.30 horas, bajo la dirección de Pedro Miguel Martínez, quien desde hace muchos años, tiene la intención de realizarla. La trama amorosa transcurre en una ciudad con miseria y mucha bulla, en la que la protagonista, Fenisa, intenta zafarse del matrimonio con un capitán retirado que le ha concertado su madre, Belisa, porque está enamorada de Lucindo aunque este está enganchado a otra mujer.

Hace mucho tiempo que tiene esta comedia en mente. ¿Por qué no la había hecho antes?

-El problema de La discreta enamorada era que yo sabía qué reparto quería, y quería hacerla con mis chicas de El Bucle y traerla a Olite. Además, para hacer el clásico que quería, hice una versión del mismo. Ahora puedo decir que lo he logrado.

¿A qué se refiere con que hizo una versión?

-La obra es una comedia que, hecha íntegra, podría durar unas 3 horas. Nosotros hemos creado un espectáculo de una hora y 45 minutos. Ha habido que peinar mucho el texto y reducir personajes, como algunos secundarios o menos importantes. Ahora la función se hace con siete actores para siete personajes.

¿Cómo se reduce tanto y se mantiene su esencia?

-Llevo más de 25 años dedicados al verso, así que lo conozco bien. Es un trabajo delicado. Empiezas quitando un poco y te das cuenta que tienes que volver a quitar cosas, o reponer otras importantes. Es verdad que estas obras son un poco reiterativas y el público prefiere rapidez, por lo que es más fácil recortar. Al final, hemos conseguido una buena versión de la comedia.

Si el público quiere rapidez, ¿ha hecho un texto más ligero, pese a ser una obra clásica?

-Nosotros queremos hacer teatro popular y por suerte hemos cogido un Lope que no es muy farragoso. Otra cosa sería si nos hubiéramos metido con un Calderón, porque estaríamos hablando de un lenguaje más complicado. Pero este Lope va ligerito, ligerito. La gente que viene a los ensayos se sorprende de que entiende todo a la primera. El verso, en este caso, no va a ser ningún problema.

¿A qué época la va a trasladar?

-Hemos huido de los arquetipos y hemos llevado la función a los años 40 en Madrid, ya que es una época a la cual yo tengo especial cariño porque era lo que me contaba mi padre. Él me hablaba de una ciudad muy empobrecida pero llena de vida en algunos lugares, como la Gran Vía. En esta función, además de lo que se dice en el texto, los personajes están llenos de vida y viven precisamente muy cerquita de la Gran Vía, en la calle Jardines, entre chulos, prostitutas...

¿Cuál es el papel de los protagonistas en ese escenario?

-Nuestra protagonista, Fenisa, es una chica de barrio. Es lista y muy valiente. Va a conseguir escapar de un matrimonio de conveniencia, urdiendo un enorme enredo que no parará hasta el final. Nuestro Lucindo, también protagonista, es el hijo de un militar, es un tipo despreocupado, de estos más bien golfitos. Es un antigalán.

Todo el reparto es navarro. ¿Cómo ha sido trabajar con ellos?

-A los actores ya los conocía, sobre todo desde una sustitución que hice en la obra La importancia de llamarse Ernesto, que montó Alfredo Sanzol. Tuve la ocasión de conocer a Txori, a Iratxe, a Leire, Maiken, José Mari... Trabajar con ellos siempre es estupendo porque son magníficos. Son de los mejores actores que hay por aquí y están fantásticos sobre el escenario.

¿Cómo se han sentido con el texto?

-Muy bien. Había gente que no tenía experiencia en verso y otros que sí, pero no se nota la diferencia entre unos y otros. Yo quería escuchar los diálogos, no quería las típicas pausas versales que hay después de cada verso. Quería que ellos hablasen y, efectivamente, hablan, dialogan. Ellos, de esta forma, se sienten muy cómodos. Además, es un texto que no es complicado, tiene esa virtud.

¿Cómo va a trasladar al público a ese Madrid de los años 40?

-Con el vestuario, por supuesto. Hay mucha gabardina, mucho sombrero y mucho cigarrito. También hay música de la época. He de decir que yo soy un gran amante de la zarzuela y, precisamente, La Francisquita recoge el argumento de La discreta enamorada. Me apetecía mucho utilizar esta música en la obra y así lo he hecho. Los actores están encantados dentro de este mundo zarzuelero. Para mí, todo esto crea un teatro popular, en el mejor sentido de la palabra.

Lope de Vega, zarzuela... Parece una mezcla interesante.

-Vamos a escuchar a Lope, un poco de zarzuela, pero no solo eso. También habrá comedia musical, tango... Todo esto junto a un vestuario bonito. La escenografía es muy sencilla, con unos paneles preciosos de Madrid.

¿Quiere con esto hacer un homenaje a la capital?

-Yo quería hacer un homenaje a la ciudad en la que vivo desde los cinco años. No soy madrileño, soy andaluz, pero vivo en Madrid desde muy pequeño. La discreta enamorada es una comedia madrileña de un Lope de Vega muy madrileño. Por otra parte, quería unir ese homenaje a Madrid con esta casa, Pamplona, que es mi segunda ciudad, a la cual yo adoro. Esta especie de relación era lo que yo quería hacer en Navarra, con mis amigos de aquí.

¿El público va a ver una radiografía de lo que ocurría hace 70 años allí?

-La gente no tiene que acudir pensando que vamos a hacer sociología de los años cuarenta. La función no lo permite. Vamos a coger los modelos y los escenarios, pero la obra no es nada realista. Lo que sí hay, y mucho, es teatro.

¿Es una apuesta arriesgada?

-Yo creo que no es arriesgada, lo que sí es, es descarada, como Madrid en aquellos años. Les he pedido a los actores credibilidad, porque las escenas hay que hacerlas para que el público se las crea y en esta obra se cuenta una historia. Pero el descaro viene con la música, con la presencia escénica... Como decía mi maestro Narros, en el teatro clásico español hay poca psicología y mucho teatro, pero no teatro del malo, sino del bueno.

A muy pocas horas del estreno y con todo listo, ¿cuáles son las sensaciones?

-Me gusta mucho lo que estamos haciendo, le tengo mucho cariño a este trabajo. Cuando oigo a los actores pelearse y amarse, besarse... Lo veo y pienso que tiene mucho encanto. De repente, entre todo esto, irrumpe la música y nos llena de alegría. Es algo precioso. Al fin y al cabo, estamos todos aquí para hacer un espectáculo para el público.

Se van a ver pasión, besos, enredos... ¿También humor?

-Sí que va a haber humor, la función es muy divertida. No es quizás una función de carcajada, aunque las hay, pero sí tiene ese punto en el que el espectador no puede dejar de sonreír, porque es divertido y tiene su encanto. Todos los personajes, además, son un pelín ridículos.

¿Ha conseguido el resultado que esperaba?

-Sí, porque yo me imaginaba un espectáculo sencillo y con mucha música, que es algo fundamental para mí.

La fiesta no terminará cuando se cierre el telón, ¿verdad?

-La fiesta continúa incluso cuando termine la función. Por encargo del festival de Olite, después de la obra hay una verbena. Nosotros iremos a la plaza mayor de Olite disfrazados, y allí nos espera un programa de radio completamente inventado que hemos llamado Noches del sábado, en donde habrá incluso una orquesta. Se van a cantar 12 canciones de los años 40 y se leerán algunos anuncios de la época, todos inventados por supuesto. Es un espectáculo de una hora de duración, así que nadie se vaya después de la función porque todavía le quedará una hora de espectáculo.