“La discusión es una manifestación de las patologías del amor”
El Gayarre acogerá el sábado ‘La guerra del sofá’, comedia sobre las escaramuzas de pareja que suelen esconder conflictos leves. Aparentemente...
pamplona - La guerra del sofá fue un libro de éxito, con cinco ediciones en poco tiempo. Manuel Hidalgo plasmó en sus páginas 24 discusiones de sofá en las que, quien más y quien menos, se vio reflejado. Con los años, Carlos Panera lo adaptó al teatro, primero para el grupo de la Universidad del País Vasco y luego para su grupo, la emblemática compañía vasca Maskarada. Y, últimamente, Gorka Mínguez, que proviene de la misma factoría escénica ha retomado la obra junto a la actriz Lola Baldrich. Ambos dirigen e interpretan este montaje sobre los pequeños problemas que genera la convivencia entre diferentes, sobre las chispas que generan los roces cotidianos y, en definitiva, sobre la discusión como una forma de hacer el amor.
Después de la función del sábado (20.00 horas), el escritor pamplonés y los actores mantendrán un encuentro con el público en el teatro.
¿Cómo suele ser la guerra del sofá, una guerra fría, sucia, nuclear...?
-(Ríe) Tienen un poco de todo. La función que van a ver los espectadores muestra discrepancias en la pareja por temas de la vida cotidiana, por la convivencia digamos que venial. Y, en principio, estas son guerras menores, aparentemente, pero, claro, cada espectador se dará cuenta de que, una de dos, o efectivamente son síntomas de problemas banales o tienen detrás algo de más envergadura. A veces, las peleas más leves apuntan a las cuestiones más graves, y ahí planteo un juego entre lo leve y lo grave.
¿Quiénes son los dos personajes que vamos a ver en la obra?
-Son Ella y Él; o sea, tú y yo; o sea, todos nosotros. Son personajes que pretenden representar a la mayoría de hombres y mujeres que conviven. Yo creo que esta obra la va a entender y disfrutar toda la gente que vive en pareja y que tiene entre 30 y 70 años, me atrevo a decir. Todo el mundo se identifica mucho. Lo que se dice tiene un fuerte componente de universalidad, es imposible no reconocerse.
En algún momento seguro que sí.
-No, no, estoy en condiciones de afirmar sin petulancias que en muchos momentos. De las muchas escenas que se ven en la obra, la mayoría, por no decir todas, son identificables por el espectador.
¿También está presente la guerra de sexos?
-Sí, está presente un poco aposta para ironizar sobre los roles respectivos y sobre los tópicos que se atribuyen a los sexos. Juego con esto y a la vez hago ironía.
Ya lo ha comentado, todos nos vamos a sentir identificados, pero en el fondo esto es una comedia, así que supongo que no se trata de que nadie se sienta violento, sino de que aprenda a reírse de sí mismo, ¿no?
-Exactamente. Este texto es una comedia y, como tal, está pensado para dos o tres cosas. Primero, para reírnos. El autor pretende que el público se ría. También pretende que se reconozca y, además, quiere que, al reconocerse, pueda reflexionar de una manera más o menos leve sobre lo que le pasa, lo que sucede en la unidad que es la pareja... La comedia es uno de los grandes géneros. Sirve para explicarnos, para conocernos, para comprendernos, para pensar sobre lo que somos. Y utiliza el humor como instrumento.
Lo raro, o incluso malo, en una pareja es que no discuta.
-Sobre eso, en el texto digo con humor y con ironía que la discusión une mucho. Hay una frase tópica que dice “dos no discuten si uno no quiere”. Ya, pero atención, si uno no quiere existe el riesgo de que esa pareja se distancie. La discusión une mucho, es manifestación de muchas cosas, también del amor. Como pasa con la fiebre, que es una forma que tiene el cuerpo de luchar contra la enfermedad, la discusión une porque para discutir hace falta que haya dos, es decir, una unidad discutidora (ríe). Eso sí, a veces puede que las discusiones apunten a algo grave, pero, en general, creo que manifiestan las patologías del amor, y habrá que ver si son patologías leves o graves.
Al final, nuestras vidas discurren en la cotidianidad, en pequeñas cosas que se cruzan a nuestro paso, no en grandes gestas o aventuras. Y este texto también habla de eso.
-Claro, cuando llegué a escribir nada menos que 24 discusiones posibles en el día a día, fíjate si hay campos de discusión, y habitualmente tienen que ver con la cotidianidad más benigna. Si luego esconden, o no, asuntos de mayor envergadura será el espectador el que lo reflexione tranquilamente por su cuenta. Por eso digo que La guerra del sofá está a medio camino entre lo habitual sin importancia y entre lo que puede tener importancia.
¿Cómo vive la adaptación de un texto como este, viendo cómo en escena cobra nueva vida?
-Pues me da mucha satisfacción, y, en este caso en concreto, me hace mucha ilusión que, en Pamplona y en un teatro como el Gayarre, el público vaya a ver esta función. Un libro como este, que tuvo mucha aceptación, te da una satisfacción, pero, aunque en todos mis libros y en mis guiones siempre hay humor, no hay nada como ver reír a la gente. Puede parecer algo trivial, pero es una cosa tremenda. Uno no sabe cómo reacciona alguien cuando lee su libro en la butaca de su casa, en cambio, en una sala de cine o de teatro, asistir a esa vivacidad y a esa verdad más inmediata que aportan los actores es muy bonito e interesante. Yo estoy encantado de que Gorka Mínguez y Lola Baldrich hayan dado este paso y me apetece mucho ver la función en Pamplona.
Además, tendrá ocasión de compartir un rato con el público después de la representación.
-¡Anda, pues no lo sabía! Encantado.
También ha escrito varios guiones para el cine, ¿qué hay de La puerta del amor, el que coescribió con la directora navarra Ana Díez y con el que ambos ganaron el Premio Julio Alejandro?
-No ha salido adelante. No es nada complicado, es un guión sencillísimo. Ahora mismo, en el cine que se hace en España hay una caída en las películas que hablan de cosas normales, cotidianas, lo que algunos llaman la zona media de la producción. Entonces, este guión, reconocido con el Premio Julio Alejandro entre más de 400 guiones de España y de Latinoamérica, que es un premio sin amañar, pues no ha interesado a los productores españoles.