El más experimentado es Alfredo Sanzol. Ya lleva unas cuantas candidaturas y unos cuantos Premios Max a sus espaldas. Pero, igualmente, le hace ilusión concurrir a la mejor autoría teatral con La respiración. El resto son novatos en estas lides. Dos de ellos, David Bernués y Martxel Rodríguez, han participado en el mismo espectáculo de danza, Oskara, la penúltima maravilla de Kukai Dantza y de Jon Maya, que aspira a nada menos que siete manzanas con antifaz, el trofeo que Joan Brossa se inventó. Ángel Ruiz, por su parte, opta al galardón a la mejor interpretación masculina por Miguel de Molina al desnudo.

Los ganadores de la 20ª edición de los premios de las artes escénicas se anunciarán en una gala que dará comienzo mañana a las 22.00 horas en el Palau de les Arts de Valencia. Allí, una a una se irán dilucidando las 23 categorías, con 69 finalistas, entre artistas, compañías y espectáculos.

David Bernués

“Es un estímulo para seguir trabajando”

Para David Bernués (Pamplona, 1980), la candidatura al mejor diseño de iluminación por Oskara ya le asombró, “pero llegar a estar entre los tres finalistas ha sido realmente sorprendente”. “No estoy acostumbrado a este tipo de historias, me lo tomo como un reconocimiento a un trabajo bien hecho, pero, sobre todo, como un estímulo para seguir trabajando con ganas e intentar aprender y mejorar en cada espectáculo”. Bernués, cofundador de Acrónica Producciones junto a sus hermanos Mikel y Dani, dice no conocer a nadie que trabaje pensando en los premios. “Conozco a mucha gente que se esfuerza por hacer las cosas lo mejor posible, con exigencia y empeño. Si luego llega un premio, pues bienvenido sea, pero para mí esto no deja de ser un buen empujón”, afirma.

Trabajar en Oskara le ha resultado “muy gratificante”. Primero “porque, de alguna manera, con Kukai me siento en familia; nos conocemos desde hace muchos años y trabajar con ellos se me hace muy cercano y fácil, y esto es un gran punto de partida para alcanzar buenos resultados artísticos”. Además, estar en una producción en la que se intenta “alcanzar la excelencia artística”, es “un lujo”, ya que “sabes que el listón se está poniendo muy alto; todo el mundo está trabajando al 200%, y eso, indudablemente ,ayuda a que todos intentemos dar lo mejor”. En su opinión, Oskara es un espectáculo “hipnótico” que “te atrapa en su atmósfera y te lleva a su mundo”. “Me atrevería a decir que han creado un lenguaje propio, fruto de la fusión entre La Veronal y Kukai”. “Impresiona por la excelencia de los dantzaris” y porque la mezcla entre la tradición y los movimientos contemporáneos “seduce a todo el mundo”. Y es “muy elegante dentro de su sobriedad”.

En cuanto a su labor, Bernués detalla que la iluminación de esta propuesta “se basa en ambientes y en atmósferas que arropan la coreografía de cada momento”. “Es sencilla, con predominio de tonos fríos, con pocos efectos, pero lo suficientemente elegante como para acompañar al resto de elementos en su limpieza estética”. Y alaba la calidad del vestuario, las coreografías y la escenografía como claves “para que una iluminación funcione mejor”, como en este caso. “Se nota la mano del director”, añade.

Hace unos 16 años que David Bernués comenzó a trabajar en teatro. Aunque casi siempre se ha movido en el terreno del diseño audiovisual, “hace unos años comencé a interesarme por la iluminación”, precisamente, de la mano de una compañía de danza, la navarra Fueradeleje. “La luz y el vídeo en escena me fascinan; son dos elementos que pueden sugerir diferentes ambientes, sensaciones o emociones”. Asimismo, le atrae que cada montaje sea diferente “y las posibilidades infinitas”, de modo que “hay opciones de disfrutar, de probar, de sorprenderte, de imaginar”.

La gala de mañana no le pone nervioso. “Vamos toda la compañía, así que será como ir entre amigos a ver si hay suerte”. “Yo solo soy uno más de ese equipo y voy muy tranquilo, con la sensación de que todos hemos hecho un buen trabajo”. Y si gana, “me echaré algún que otro gin-tonic en Valencia con toda la banda, y a la que vuelva me iré a comer con mi familia a algún sitio rico”. Luego irá a San Martín de Unx “a comprar algunas botellas de vino y se las regalaré a Xabier Lozano, el maestro que me ha enseñado todo lo que sé de iluminación”. Pero si no se lleva el Max piensa hacer “exactamente lo mismo”. “Así que brindaremos por el trabajo bien hecho pase lo que pase”.

Martxel Rodríguez

“Que la nominación venga con esta pieza es un regalo para mí”

En ese equipo, atento a las siete candidaturas de Oskara estará también Martxel Rodríguez (Lesaka, 1990), aspirante a la manzana a mejor intérprete de danza por el espectáculo de Kukai. Para el bailarín, la nominación fue “una gran sorpresa”. “Siempre pensábamos que había posibilidades de que Oskara tuviese alguna nominación, pero nunca que fuesen tantas”, y, personalmente, no esperaba la suya. Esta es “una de las piezas más especiales que he tenido la oportunidad de bailar hasta la fecha”, dice, así que la candidatura “es un regalo para mí”. No sabe si significará algo para su carrera, “e intento no pensar en ello”. “Estoy contento con el camino que he andado y espero que ese camino siga unos años. Nada más”.

El lesakarra ya había bailado con Kukai antes de este espectáculo. En su opinión, es una compañía que “ha conseguido un estilo propio” y ha generado “mucho público para la danza”. En este caso, además, “arriesgarse a fusionar dos estilos tan diferentes como la euskal dantza y el movimiento planteado por Marcos (Morau) es de admirar”. Oskara “trata muchos conceptos e ideas, pero, sobre todo, genera preguntas en el espectador”. Por eso, “intentamos no decir nada antes de ver la obra, para no influir en las conclusiones de cada uno; lo mejor es quedar después y reflexionar juntos”.

La clave del éxito de Oskara está en cuidar de todos los elementos, vestuario, iluminación, etcétera; de ahí que haya tenido tan buena respuesta dentro y fuera de Euskal Herria. Además, la danza es “un lenguaje abstracto que es capaz de transmitir (o no) emociones. Un cuerpo en movimiento no tiene fronteras”, defiende Rodríguez, que es bailarín de danza contemporánea, pero desde pequeño se ha formado en otros estilos como euskal dantza o ballet. Y le gustaría “seguir indagando” con su cuerpo “y descubrir nuevas formas de movimiento”. Sobre la gala, cree que será “un día bonito para todo el equipo”. “Nos juntaremos y lo celebraremos al margen de cuantas manzanas nos llevemos. Seguro que habrá nervios, pero disfrutaremos de ellos también”.

Alfredo Sanzol

“Lo importante es promocionar el teatro”

La respiración ha conseguido dos nominaciones a los Premios Max. Una de ellas, para Alfredo Sanzol, como mejor autor teatral. La otra, para Nuria Mencía, como mejor actriz protagonista. El dramaturgo y director de escena navarro ya sabe lo que es llevarse a casa una manzana. O varias. No en vano, ya ha sido reconocido en esta misma categoría con Días estupendos (2012) y En la Luna (2013), y también en el apartado de autoría teatral en catalán por Delicades (2011).

Sanzol (Pamplona, 1972) acudirá a la gala con “alegría”. “Siempre hace ilusión”, comenta, aunque añade que de los premios “lo importante es promocionar el teatro”. “Unos años se los dan a unos, y otros, a otros; y esa es la excusa para hacer una fiesta en la que el protagonista es el teatro”. Le encantaría que ganase su premio Nuria Mencía, “para poder celebrarlo”. “Su trabajo es muy especial y se merece el reconocimiento”, dice.

En estos momentos, el autor, que será el encargado de inaugurar el Festival de Olite el 21 de julio con La ternura, trabaja en La dama boba, de Lope de Vega, que estrenará en otoño con La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. “Es una experiencia que me apetece mucho”.

Ángel Ruiz

“En este papel me he medido como actor y como cantante”

Ángel Ruiz (Pamplona, 1970) ha tenido muchos Premios Max en sus manos. Pero siempre en su papel de entregador, ya que ha conducido la gala en tres ocasiones. “Y nunca pensé que podría ser finalista”, exclama, muy satisfecho por estar nominado a mejor actor protagonista con Miguel de Molina al desnudo, un trabajo que ha supuesto “un reto tanto en la interpretación como en la escritura del texto” y que ya le ha dado muchas alegrías. Hace unos meses recibió el premio al mejor actor de la Unión de Actores y Actrices, un galardón “muy querido porque supone el reconocimiento de la profesión”, y aspira a los Premios del Teatro Musical con este montaje que pretende hacer justicia a Miguel de Molina, artista de la copla que en este espectáculo vuelve para contar su verdad, desde su infancia hasta los encuentros con Lorca y la tortura que sufrió ya terminada la Guerra Civil por su doble condición de republicano y homosexual.

El papel, sin duda, ha sido complicado, “y me ha supuesto medirme como actor y como cantante”, pero Ruiz se ha dejado el alma en su recreación. “Los conflictos son internos y la acción transcurre de otro modo que en una función donde hay más personajes; por eso hay que hilar muy fino y cargar la interpretación de matices”. Este trabajo ha sido, pues, “un máster” para este actor nacido en la capital navarra y criado en Málaga que defiende la necesidad de seguir luchando contra los prejuicios de la gente que cree que este solo es un espectáculo de copla. “Es mucho más que eso”, afirma. Y sigue: “A través de su figura y de su historia, he querido denunciar la amnesia inducida que sigue habiendo en este país con respecto a nuestro pasado, y reivindicar el compromiso y la responsabilidad que tenemos los artistas de poner el dedo en la llaga en ciertas cuestiones”. En este sentido, opina que el teatro “debe conmover, emocionar y dar una bofetada a nuestras acomodadas conciencias”. Y si mañana se lleva la manzana a casa, piensa celebrarlo “con todos aquellos que han apoyado este proyecto y confiado en él”. Y, después, seguirá “disfrutando con las funciones que aún quedan, que es el mejor premio que un actor puede tener”.