pamplona - #25AñosDeBásicoTour. Ese es el título elegido por Carlos Goñi (Madrid, 1961) para la gira en la que rememora y homenajea a un disco, Básico, que allá por 1993 marcó un antes y un después en la carrera de Revólver. “Aquello cambio mi vida, sería de necios no reconocerlo”, asegura el vocalista y guitarra de la formación. El Teatro Gayarre acoge el próximo sábado 6 de octubre un concierto especial de la banda, en el que desnudarán en acústico los temas de ese Básico, junto a otros clásicos del grupo.
“Ahora, veinticinco años después, Goñi vuelve la vista atrás sin nostalgia para ver el camino recorrido”, reza la nota promocional de la gira. Si no existe esa nostalgia, ¿qué siente al echar esa vista atrás?
-Básico me cambió de cajón en las tiendas de discos: estaba en el cajón de “esos discos que a lo mejor nadie termina de pararse a ver de qué van”, y este álbum me puso en el cajón de “los discos que la tienda te propone que sea lo primero que escuches” -tiendas... cuando había tiendas, claro-. Lo cierto es que aquello me cambió la vida, sería necio no reconocerlo. Pero creo que tuve la fortuna de que las musas se quedaron un rato más conmigo y a continuación de este álbum vino El dorado (1995) y después Calle Mayor (1996). Y quieras o no, son dos discos que apuntalaban bastante que el buen funcionamiento de Básico no era cuestión de flor de un día ni de tener más o menos suerte, sino de que había un buen saco de canciones.
Desde entonces, ha editado trece compactos más, sumando discos de estudio y recopilatorios, con sus correspondientes giras y conciertos. Con la perspectiva que ofrece la distancia y tiempo, ¿qué es hoy día básico para Carlos Goñi?
-Lo básico es estar con quien quiero estar, en todos los órdenes de mi vida. Hace años que decidí que solamente me subiría encima de un escenario con músicos con los que me apeteciese comer, con los que me apetezca pasar el día, o comerme 800 km para ir a tocar... y que me resulte un placer pasar esos 800 km con ellos. A nivel musical, solamente hago lo que me dicta el corazón, y eso lo he hecho siempre, con lo cual lo básico sigue siendo eso. Tengo un amigo inglés que durante un tiempo estuvo tocando como bajista con Eric Clapton en los años 70 y un día me dijo: “Cuando uno consigue mantener la atención del público durante dos horas solamente con la voz, una guitarra y una armónica, no busques, que no hay nada más arriba”. Y es que puede haber más o menos gente, sí, pero artísticamente cuando con la mínima expresión consigues tener agarrada el alma de alguien, no hay nada más. Así que lo básico es que siga pudiendo atenazar el alma de quien tenga delante cuando cojo la guitarra y abro la boca, eso es lo más grande que me puede suceder y no tengo derecho a pedir nada más.
¿Disfruta más los directos en un escenario íntimo y más privado como es un teatro, desde ese tú a tú con el público, que en una sala en formato eléctrico?
-Qué preferirías: ¿ver a Paul McCartney en un club para 100 personas, o en el campo de Osasuna para 30.000? Para mí, esa cercanía es lo que te pellizca el corazón. Y es una opinión, pero creo que me muevo mejor en las distancias cortas que en las largas, que lo hago mejor en un teatro. Para mí un teatro es el sitio de donde jamás debiera salir la música: es un lugar hecho por y para hacer música. Los grandes recintos, comercialmente son más rentables y etcétera, etcétera, etcétera... y además puedes poner ovnis encima del escenario, lo cual me parece muy bien. Pero a mí nada me saca más la lágrima o me atenaza el corazón que ver a Neil Young con una acústica en un teatro, por ejemplo. No necesito más. Al final la música es transmitir una serie de emociones y cuando alguien es capaz de hacerlo solo con su guitarra o su piano, es que, joder... efectivamente, no hay nada más arriba.
Incluido el rock.
-Quizá algunos necesiten años para llegar a entenderlo, pero yo de crío veía que Neil Young igual sacaba un disco él solo con la acústica, que al día siguiente sacaba otro con Crazy Horse montando bronca que no veas. Crecí con ambas cosas y no entendía el rock and roll solamente como distorsión y velocidad.
Este sábado actúa en el Teatro Gayarre, escenario donde ya ha actuado en varias ocasiones, y comparte programación semanal con Amaia Romero, ganadora de la última edición de Operación Triunfo, un programa televisivo con el que tuvo ciertas discrepancias años atrás...
-Bueno, debo ser de los músicos que menos discrepancias he tenido con este programa... Hace muchísimos años, cuando yo era un crío, me dijeron que no me metiese con Operación Triunfo, que había gente que le gustaba e igual le ofendía. Y tenían más razón que un santo. Nunca me he metido con ello, principalmente porque eso es un programa de televisión. De hecho, con quien tengo discrepancias es con la televisión por utilizar a personas y a sus sentimientos para hacer el agosto. La gente de la televisión se pasa la vida con programas de talent shows y buscando gente que tenga talento cantando cuando lo que tendrían que hacer es buscar a gente que tenga talento para hacer televisión, que es distinto... pero no tienen huevos para hacerlo porque les echarían a todos. Eso por un lado y luego es que con quien estuve en más desacuerdo fue con ciertos músicos ya que había gente que se lo planteaba como si esto fuera una invasión. Tú eres músico y no has comprado un terreno ni viene alguien de okupa. Cada año tienes que convencer a una persona de que se gaste un dinero en una entrada y si de repente les apetece gastarse ese dinero en esta chica de Operación Triunfo, que no sé quién es, pues me parece maravilloso.
En cuanto al concierto, afirma que si bien Básico será parte protagonista, también habrá lugar para “algunos más inevitables de Revólver”. ¿El repertorio está ligado a cada noche?
-Es uno de los lujos que me permito en estos conciertos, no llevo el repertorio cerrado y voy buscando canciones. A veces tengo miedo de repetir alguna que quizá haya hecho de las primeras de la noche y alguien me diga: “¡Chaval, que esta ya la has tocado!”. Estoy seguro de que puede ocurrir algún día (risas). Pero lo cierto es que hay un repertorio muy amplio, es un saco de canciones y voy sacando temas de la chistera, incluso hay un punto que me parece maravilloso y es aceptar peticiones. Me piden canciones y las hago. En este tipo de conciertos hay un par de premisas: y una de ellas es que creo que es mucho más importante lo que cuente que lo que cante. La otra premisa es que a mí en un concierto lo que más me importa es que no quiero que la gente vuelva a su casa pensando que ha ido a ver un concierto de Revólver, sino que quiero que diga que ha estado, que es un poco diferente.
¿Diferente en qué sentido?
-Estar supone participar en ello de alguna manera real, que sientas que eres parte de lo que está pasando. Lo otro significa que vas a ver qué ocurre y qué hacen unos tíos encima de un escenario. Aquí, en estos conciertos, no pasa eso, a veces incluso ha habido alguna actuación en la que me he enzarzado no en discusiones, pero sí en disquisiciones con alguien de la platea y ha sido genial el poder mostrar acuerdos o desacuerdos. A veces pienso que no sé si lo que estoy haciendo es una mezcla de conciertos con el club de la comedia, o algo parecido (risas). Al final, ver en dos horas a un tipo con la guitarra, sólo contando sus cosas... Es necesario que se plantee un planeta en el que vamos a estar todos y eso se hace a base de que consigas que la gente se ría, que se divierta, que cante y que se ponga a pensar, que le pellizques el corazón... Que esté de acuerdo conmigo o que no lo esté es lo menos importante, pero sí que ese público vuelva a casa después de dos horas y pico de concierto sin enterarse de que ha pasado el tiempo.