La Cadena Ser apagó la madrugada del sábado al domingo para siemprelos micrófonos de su programa de madrugada Hablar por hablar,un espacio donde los oyentes llamaban para contar sus problemaspersonales y recibir el consejo de otros que habían pasado poralgo similar o que, sin llegar a tanto, querían compartir supunto de vista por si les servía de algo. Una Elena Francis sin carta ni voces impostadas, también sinred, en la que un micrófono y una voz al otro lado del teléfonofue todo lo necesario para permanecer 28 años en antena y darpie a un sinfín de espacios que desde otras emisoras intentaroncopiar la fórmula mágica, capaz de quitar o retrasar el sueñocada noche a miles de oyentes. Era un acuerdo tácito entre todos los oyentes. Lo que se diceen la noche queda en la noche. Hasta que llegaron las redes sociales,los podcasts y el pacto inquebrantable comenzó a romperse y entoncescuando uno podía pensar que Hablar por hablar era como uno deesos programas sin recambio que perduran para siempre en la radio,al que solo hay que buscar suplente, una nueva voz, cada vezque la locutora se marcha, renovándose para mantener la esencia.Gemma Nierga, Fina Rodríguez, Mara Torres, Cristina Lasvignes,Macarena Berlín, Adriana Mourelos. Voces, muchas, que dejaronla oscuridad de la noche seducidas por el brillo de la televisión,aunque casi siempre acabaran regresando a las ondas invisibles.La noticia de la despedida se supo a comienzos de mes y, aunquese conocía de antemano, sorprendió a los oyentes.
HASTA EL AÑO QUE VIENE
Solo un día antes llamaba una señora devoz joven y entusiasta para compartir con los oyentes su 89 cumpleañosdesvelando que, tras mucho negarse, se había dejado convencerpor su nuera, una de ellas porque hay otra que no le deja niver a su nieto desde hace ocho años, para comprarse un Mercedes,que es como han acordado en llamar al "taca-taca", el andadorque se resistía a incorporar a su vida que desde que sufrió unictus se le hacía necesario. Además, prometía, pasados 365 días, volver a llamar al programa,"si Dios quiere", para contar "que he cumplido los 90" y brindarcon una copita de cava o una cervecita "que no me la quite nadie".Silencio al otro lado del micrófono mientras se van recogiendolos trastos. Para qué romper la ilusión.Llamadas amables, llamadas enfurecidas, llamadas asustadas, etc,ha habido de todo en este tiempo. El hombre que llama para contarque ha empezado a salir con otro hombre, con mujer e hijos, yteme estar enamorándose, como denota que cada vez quiere pasarmás tiempo juntos mientras él es reacio a cambiar de vida. El racista que llama a la radio para decir que no lo es, perodespotrica contra los inmigrantes y hasta rechaza que los llamen"personas". O las duras historias como la de aquel joven queuna noche llamó diciendo que se iba a quitar la vida porque sesentía incomprendido por sus padres y a los pocos días llególa confirmación, ya con otra voz, de que lo había hecho.
DE SUSURROS Y SILENCIOS
Historias de noches solitarias, de sueñosrobados, de malos tratos, de enfermedades, de incomprensión yde mucha soledad de una generación, varias en realidad, que entendíanla radio como una voz que hacía compañía y que en programas comoeste también se escuchaba sin juzgar. "Solo hemos querido algo tan humano como escuchar y ser escuchados,todo esto sin ser juzgados, como una especie de terapia de gruposabiendo que solo somos, o que solo fuimos, un programa de radio.Un programa de radio, eso sí, que fue también una ventana almundo y a otras realidades que tal vez no hubiéramos conocidojamás si usted no hubiera encendido la radio y si usted, quehoy también nos escucha, no hubiera tenido la generosidad decompartir su propia historia. Porque al final esto ha ido siemprede compartir, de ser un catalizador de emociones. Lo que hemosescuchado aquí ha sido un auténtico barómetro, este sí ha sidoel verdadero CIS, las preocupaciones, las de aquí, han sido reales.
Aquí aprendimos algo que llena artículos y que llena conversacionesy que llena consultas de psicología, y es que aquí aprendimosde empatía, de ponerse en el lugar de otro, de escuchar aquela ver qué nos dicen los oyentes", se despedía rozando las dosy media de la madrugada sin decir adiós ?porque todo el programafue en realidad un largo adiós?, Adriana Mourelos.Hablar por hablar ha sido una radio de voz femenina ?solo unanoche, a causa de la huelga de mujeres del 8 de marzo lo presentóuna voz masculina, la de Roberto Sánchez?, pero también de susurrosy silencios, como el que queda ahora en las ondas con el finde un programa que forma parte del imaginario colectivo, ha dadopara tres libros, los escritos por Gemma Nierga, Mara Torresy Macarena Berlín, y hasta una obra de teatro, que en breve iniciagira por España, basada en las historias escuchadas en esta especiede confesionario radiofónico.