Chacales y putas, putas y chacales son los términos con los que un político italiano, desbordado por las circunstancias de la vida pública de su país, ha espetado a la clase periodística para definir, a su entender, los comportamientos profesionales de los agentes de la comunicación de aquel país, que indignados por los calificativos del representante popular están organizando acciones públicas de protesta e indignación.

Las crónicas de los periódicos italianos describen la mencionada salida mayor de tono de un político populista que fuera de sí, agitado por el ramalazo de ira que le invadía, espetó a los periodistas, en una absurda generalización, el más conocido sinónimo de hiza, rabiza y colipoterra, añadiendo lo de chacales como animales de compañía para definir el trabajo de los mensajeros de la actualidad en su diario quehacer laboral.

Este calentón estúpido, fruto de la falta de control y dominio del momento, refleja la lucha y tensión en las relaciones periodistas/políticos, que cuando se acelera, termina llevando la sangre al río y atacando la necesaria libertad de prensa, que en los últimos tiempos es fruto de ataques indecentes por parte de importantes responsables de la acción política; y en esto de dar caña a los periodistas, el rubicundo presidente norteamericano es paladín de la mentira, manipulación y descrédito.

La última anécdota de Trump expulsando de la rueda de prensa a un profesional de la CNN por su trabajo crítico con la línea política del mandatario, ilustra el mal momento de las relaciones entre estas dos figuras necesarias en el libre juego de la democracia, que requiere de la dialéctica de estos elementos de la vida social de regímenes de libertad y participación ciudadana. Escupir al mensajero, tratar de eliminarlo o forzarlo en su tarea, son actitudes poco recomendables en estos tiempos que corren.