Tarde o temprano, tenía que suceder: si últimamente hemos escrito mucho sobre la gran oferta de conciertos que tenemos en Pamplona, que en muchas ocasiones se salda con el cartel de Entradas agotadas, el sábado pasado no sucedió así. Es posible que fuese por el frío o, quizás, porque la cuesta de enero es demasiado empinada, pero el Teatro Gayarre se quedó a medio aforo. Sorprende que este pinchazo se haya producido con un grupo de la talla de Marlango, que además nos visitaba con su formación completa (al dúo formado por la cantante Leonor Watling y el pianista Alejandro Pelayo les acompañó un batería, un guitarrista, un trompetista y una violonchelista). Una formación exquisita para presentar en directo su último y muy recomendable disco, Technicolor, en el que apuestan por la desnudez acústica. Como buenos profesionales, bregados en mil y una batallas, los músicos actuaron como si el teatro estuviese lleno, sin escatimar ni un ápice de entrega y buscando (y encontrando) la complicidad de su público.

Siguiendo el austero y elegante concepto de su último trabajo, la puesta en escena fue sobria, sin más atrezzo que el de los propios músicos y sus instrumentos. En realidad, no hizo falta más, pues en cuanto comenzó a sonar la música, esta captó y se erigió como protagonista. La primera canción fue El beso robado, la misma que abre Technicolor, del que desgranaron otros cortes como la bellísima Los desertores. Le siguió Gira, que, según explicó Leonor, es algo así como “la cura” de la que acababan de interpretar. El sonido fue excelente, ideal para ser degustado en un teatro como el Gayarre, con sutiles y muy bien ejecutados arreglos de cuerda y guitarra. Curiosamente, fueron tan importantes los silencios de los instrumentos como la música que emitían; dialogaban entre sí, pero dejándose espacio los unos a los otros, sin recargar el resultado final. Había momentos en los que el guitarrista estaba, literalmente, con los brazos cruzados, y lo mismo sucedía con el trompetista o la chelista cuando su labor no era requerida.

En Dime que llegaremos lejos, al igual que en Dinero, el sonido fue más robusto y el tempo más acelerado. Después, medio en broma medio en serio, Alejandro dijo que si alguien tenía alguna sugerencia en el repertorio, podía hacerla libremente. Parte de la concurrencia aceptó el reto y Marlango interpretó It’s all right y Pequeño vals, ambas de la época en la que cantaban en inglés y que no ensayaban ni tocaban desde hacía lustros. Esta improvisación dotó de naturalidad al concierto, de tal forma que cuando volvieron al guion la cosa fluyó con más dinamismo. Así, cuando Leonor se olvidó de parte de la letra de Si yo fuera otra, salió con simpatía del trance. En los bises, para enmendar su error, cantó a capella Nature boy, de Nat King Cole, a la que siguió Pena, penita, pena, también improvisada. Todo es tan importante certificó el cierre, con el público en pie.