pamplona - Alicia Álvarez Lorduy cuenta actualmente con 24 años. Inició sus estudios de viola en la Escuela Joaquín Maya, de ahí paso al Conservatorio Profesional Pablo Sarasate, donde hizo el grado medio, para terminar logrando el grado superior en Musikene. También recibió el apoyo durante tres años de Bilaketa en forma de becas. Actualmente está estudiando un máster en Alemania.

¿Qué supone para la violista Alicia Álvarez Lorduy formar parte de la Gustav Mahler, que viene a ser una de las mejores orquestas jóvenes del mundo?

-Es un sueño. Yo vengo de una ciudad pequeña como Pamplona, y la verdad es que llegar hasta aquí, para mí, ha sido un sueño por lo que dices, porque es una de las orquestas jóvenes más importantes que hay en el mundo.

Un sueño que es más que complicado alcanzar, ya que cada año se presentan más de 2.000 candidatos de todo el mundo para formar parte del ciclo anual de esta formación. ¿Cómo ha sido su experiencia en esa procelosa y complicada selección?

-Son unas pruebas que yo he hecho cuatro veces. La primera en París, después en Madrid y las dos últimas en Berlín; las dos ocasiones en las que las hice en Berlín, me cogieron, de titular es decir, el año pasado y éste; los anteriores quedé como reserva pero no me llamaron. Ellos hacen una prueba en cada capital de la Unión Europea, tú escoges una hora para la prueba y tocas lo que te piden.

Esta es una orquesta joven, en la que la edad máxima de admisión son los 26 años, lo que quiere decir que, tras esta temporada, si quiere volver a formar parte de la misma, ¿debe repetir las pruebas y conseguir ser seleccionada?

-Efectivamente. Lo bueno de esta orquesta es que tiene un nivel muy alto porque cada año se hacen las pruebas; de hecho, hay mucha gente que ha entrado, pero al año siguiente no lo ha conseguido, y al revés. Y es que cada vez se presentan más músicos.

Antes de avanzar más en esta experiencia, volvamos la mirada al origen de todo, ¿por qué Alicia eligió la viola como su instrumento casi vital?

-Mi hermano tocaba el violonchelo, que me gustaba mucho, pero cuando me hicieron la ronda de instrumentos para entrar en la Escuela Joaquín Maya, me gustó mucho el sonido de la viola porque es muy cálido, ni tan agudo como el violín ni tan grave como el contrabajo. Y por eso la elegí.

Sin embargo, sigue siendo un instrumento al que no se le suele dar un carácter protagonista...

-Como somos la voz intermedia, se suelen explotar más los instrumentos extremos; eso hace que nos quedemos en el medio, solo se ve lo de arriba o lo de abajo y la viola parece como que se esconde.

Una vez elegida para formar parte de esta selección mundial de jóvenes, ¿cómo es el trabajo dentro de esta orquesta? ¿Se nota la competitividad?

-Ahora mismo la plantilla de la orquesta es de 120 personas, y, la verdad, es que tanto el año pasado como este yo me he sorprendido mucho porque no hay egos altos, ni competitividad. Todos estamos muy contentos de haber llegado aquí, de formar parte de esta orquesta, y realmente es una gran familia. Tenemos ocho horas de ensayo al día, comemos y vivimos juntos... Y al final no hay competitividad porque estar aquí y tocar en esta orquesta ya es un premio. Al final, se trata de pasárnoslo bien, y hacer lo que más nos gusta, que es tocar en una orquesta y hacer que la gente disfrute con ello.

La gira de Pascua de esta formación ha comenzado en Lisboa y continuará en Madrid, Barcelona, Oviedo y San Sebastián, hasta llegar a Baluarte, aunque realmente su último concierto, como es tradicional, se realizará en el Musikverein de Viena. Pero la temporada vas más allá de esta gira, ¿cómo se organiza y se desarrolla?

-La gira dura un mes, ésta empezó el 19 de febrero y terminará el 17 de marzo, que comienza con dos semanas de ensayos intensivos, que este año han tenido lugar en Lisboa. Por eso, como agradecimiento a la ciudad que nos acoge, hemos ofrecido ya tres conciertos en Lisboa. Luego se prepara el programa de la gira, que es el que interpretamos en todas las ciudades. Esto a veces es duro, porque tenemos viaje a la mañana, ensayo al mediodía y concierto a la noche; y al día siguiente lo mismo. Este año, por ejemplo, tenemos un día libre, que coincide con nuestra estancia en Pamplona, y es el que aprovechas para dejar el instrumento en la habitación y, por lo menos, tomar algo. La gira solo se hace en la península excepto el último concierto que, como apuntas, se ofrece siempre en Viena.

Pero, ¿esta no es la única gira que ofrece la Gustav Mahler a largo del año, ¿no?

-La gira actual solo es en Lisboa, España y finaliza en Viena. Pero luego, en verano hacemos otra por Europa. Una vez que superas la prueba, haces las dos giras con la orquesta.

En lo que respecta al programa que ofrecerán en Baluarte, ¿qué ha sido lo más complicado y cómo ha sido el trabajo con cada una de las obras?

-Las piezas las ha elegido el director, Jonathan Nott, y la verdad es que estamos encantados con él, porque tiene una ilusión por el trabajo increíble. En todo momento es un no parar pero no es cansado porque él esta todo el rato activo y feliz, y nos trata con mucho respeto y como si fuéramos una orquesta profesional. Y para nosotros eso mucho, que a unos jóvenes nos traten como profesionales. En cuanto al programa de Pamplona, empezamos con Tres piezas para orquesta, de Alban Berg, que es muy complicado, ya que se trata de música que no es tonal, y eso tiene su dificultad en cuanto a rítmica y notas. Pero la verdad es que estamos haciendo un trabajo intensivo, lo que puede hacer que salga muy bien. En segundo lugar haremos los Rückert-Lieder, de Gustav Mahler, cinco piezas muy bonitas que son como el toque dulce del concierto. Mahler siempre es bonito y, además, la mezzosoprano Elena Zhidkova canta muy bien y es un gusto. La segunda parte la arrancamos con La tierra, de Jesús Rueda, una pieza que, como se verá, es de mucho ruido. El concierto termina con la Sinfonía número 15 de Dimitri Shostakóvich, que fue su última sinfonía y es como un resumen de su vida, hasta el punto de que el la pieza parece que se apaga tras una incertidumbre.