Las pantallas de todos los canales televisivos que se precien están llenas de pucheros, sartenes y variada caballería culinaria, que han convertido el arte de cocinar en una materia docente que se expone en formatos variados, con personajes variopintos y resultados mediáticos diferentes según les vaya la feria de las audiencias.

Desde aquellos alejados tiempos en los que Elena Santonja o Karlos Arguiñano se asomaran al espectáculo de la tele, los programas culinarios han desarrollado la materia con variaciones innumerables, llegando en ocasiones a construir un canal temático específico, que durante todo el día suministra programas, espacios y contenido culinario sabroso y abundante.

Cada tele ha propiciado un formato, un estilo, un actor relevante, el cocinero, que se encarga de trajinar en los fogones, entretener en las explicaciones y hacer de la comunicación exquisito plato bien servido. Estrellas de la cocina y la empatía, que con nombre propio forman parte de la historia de la tele de nuestros días. Arzak, Subijana, los Hermanos Torres, Dani García, Chicote y un sinfín de nombres propios que se han creado al calor de la tele y el aprecio de las audiencias, que se han adentrado en los trucos, maneras profesionales y secretos del cocinar bien, bueno y casi barato. Llama la atención los pocos nombres propios femeninos que circulan por los platós como asignatura pendiente de una manera de hacer tele que funciona con sus peculiaridades y estilos propios de los grandes maestros de la cocina, estrellas de la tele. Programas hechos con calor y cercanía, haciendo cada uno su papel y manejándose en los fogones con personalidad, profesionalidad y maneras apreciadas, que permiten mantener en antena estas visitas semanales o diarias con los cocineros como eje central de la historia a contar, desde unas patatas con chorizo hasta unos espaguetis a la carbonara. Unos programas para chuparse los dedos o probar de merlines cocineros.