Los programadores de las televisiones se lazan como hienas enfurecidas contra cualquier formato o programa que triunfe en el conteo de las audiencias y le dan más vueltas que a un pandero. No está el mercado para dejar pasar una buena oportunidad de éxito y lo que ocurre con La Voz es prueba patente de ello. En ese ejercicio de estrujar el triunfo, nos han plantado una nueva edición de La Voz senior, que lleva ya tres apariciones en antena de audiciones de cantantes entre los 60 y los 90 años, en un ejercicio audaz, coronado por la respuesta positiva del público.

Tiene su aquel el planteamiento del programa, ofreciendo una oportunidad de triunfo a cantantes que rozan la edad de la plácida jubilación, y que se empeñan en reverdecer laureles o recibir el aplauso del público, como la madrileña que el pasado miércoles subió por vez primera a un escenario y cumplió la ilusión de su vida. Bisbal, Rubio, López y Orozco se las vieron y desearon a la hora de aceptar/eliminar a las voces poderosas y entonadas que iban desfilando por el escenario.

Un espectáculo televisivo con el atractivo de ofrecer no la primera oportunidad como en el formato normal de La Voz, sino la oportunidad de tocar el triunfo, de recibir el aplauso caluroso, de ser apreciados por el personal. La tercera edad triunfando ante un jurado importante y entregado a la causa. En otro orden cosas, una vez más la tele ha demostrado potencia informativa con ocasión de la constitución del parlamento surgido de las elecciones del 28-A, a pesar de la retransmisión ñoña, estrecha y oficialista de un medio que exige libertad, audacia y ganas de informar. Los servicios audiovisuales de la Cámara rozaron la censura en la selección de planos, como lo denunció Ferreras, que una vez más se llevó el gato al agua.