madrid - No hay música que represente mejor el orgasmo que la de la ópera Carmina Burana, según Carlus Padrissa, que vuelve con La Fura dels Baus a Madrid -“y va la tercera”-, a representar su versión de la obra que compuso Carl Orff y que en una década han visto ya más de 257.000 espectadores en diez países.

La Fura estrenó en 2009 en la Quincena Musical Donostiarra su montaje de la obra, creada por Orff entre 1935 y 1936 a partir de poemas escritos por monjes alemanes de los siglos XII y XIII, y ahora celebra esa década con una gira que recala en el Teatro Calderón hasta el 30 de junio.

“Nunca pensé que duraría tanto. Carmina es un título que sirve muy bien para introducir a la gente en las artes escénicas porque es, probablemente, la música más popular del siglo XX y porque es corta, en torno a la hora y media”, explica el director.

Quienes ya la hayan visto encontrarán en esta gira diferencias porque han decidido, por primera vez, incluir una introducción de unos diez minutos para explicar dónde -en un monasterio benedictino de Baviera- y cuándo fueron escritos unos poemas que enseñan “cómo de estar todo congelado se vuelve a la vida, al carpe diem”.

La actriz y la soprano siguen siendo las mismas -Luca Espinosa y Amparo Navarro, respectivamente- pero ahora el barítono es Antonio Torres y el contratenor Lluis Frigola.

obra controvertida En esta década les han pasado “muchas cosas”, algunas tan “chocantes” como que el obispo de Santander, Manuel Sánchez Monge, impidiera el año pasado la representación de la obra cerca del Monasterio de Santo Toribio de Liébana porque “era una falta de respeto para la libertad de creencias”.

En Argentina les acusaron de llevar “símbolos del diablo”. “Decían que si eran del anticristo”, se ríe Padrissa.

En escena hay una gran cuba de agua, “asan” a la parrilla a un cisne y se eleva y una “doncella” vuela por el aire sujeta por una grúa.

Carmina es de las primeras óperas esféricas que hicimos en la Fura y el concepto es que queremos mantener en todo momento la energía del público y que nos rodee”, describe Padrissa. La propia obra, aclara, es “una rueda, un planeta, en el que la fortuna las pinta calvas -las ocasiones- y se reclama y defiende el arte de vivir”.

“Es un ritual en el que los monjes se ríen de la naturaleza. Están contenidos todo el invierno y luego hacen el carnaval en un sentido de orgasmo interior, de entregarse a alguien”.

También es “feminista”, asevera, porque la protagonista se entrega, rompe las cadenas de su temor ante lo que puede pasar, solo porque ella quiere y entonces llega a ese “orgasmo”.

“El aria In Trutina -insiste- es un orgasmo, no hay música que mejor represente el orgasmo que esa, que Carmina Burana”.

Su propuesta busca “el contacto” con el público y, de hecho, el barítono canta en medio de los espectadores: “hay tacto, olor, vista, oído... solo falta el gusto”. Los cantantes saltan a la cuba de agua, son transportados por una grúa, se mueven entre el público... “es complicado, muy complicado, sobre todo porque mientras tanto cantan, y lo hacen muy bien”, subraya Padrissa.

El montaje es muy técnico y las evoluciones de los actores y cantantes muy precisas pero ante la posibilidad de que suceda “algo” todas las partes en las que hay “algún riesgo” tienen un sistema de seguridad redundante para impedir accidentes, precisa. - Efe