“La fe religiosa es creer lo que no vemos, pero la fe estética nos enseña a creer en todo lo que estamos viendo”. Es la frase de Jorge Oteiza, extraída de un breve texto, que da inicio a una de las exposiciones más esperadas. Se trata de la muestra Oteiza y la estatuaria de Arantzazu, 1950-1969, que analiza paso a paso, en el 50 aniversario de su finalización, el proyecto de obra pública más importante del escultor cuando se cumplen 50 años de su finalización. Más de 200 piezas, muchas de ellas inéditas, constituyen una exposición que desgrana lo que supuso de los momentos estelares del arte y de la arquitectura moderna y que se muestra hasta el 27 de octubre en dos sedes: el Museo Oteiza y Gandiaga Topagunea, sede de la Fundación Arantzazu Gaur -en esta última, se inaugurará el día 28 de este mes-.

La estatuaria de Arantzazu fue, sin duda, la obra pública más importante realizada por Oteiza y, al mismo tiempo, se convirtió en un emblema de la renovación de la estética religiosa en el siglo XX. Su construcción, no exenta de dificultades, se llevó a cabo entre 1950 y 1969 y la evolución del proyecto transcurrida durante esos casi veinte años se analiza ahora, con esta muestra, paso por paso, en sus diferentes etapas. Además de esta exposición, el programa desarrollará un conjunto de acciones en diversas sedes, como conferencias, talles o visitas guiadas.

El acto de presentación de este arduo trabajo de análisis contó ayer con la presencia de la conservadora del Museo Oteiza y comisaria del proyecto, Elena Martín; el director de la Fundación Oteiza, Gregorio Díaz; la directora de Cultura del Gobierno de Navarra, Dori López; Juan Biain, en representación de la Fundación Arantzazu Gaur Fundazioa; y Juan Ignacio Larrea, en nombre de los Franciscanos de Arantzazu. En ella, se explicó que el desarrollo de la estatuaria planteada por Oteiza permite entender las búsquedas conceptuales y simbólicas del artista y la evolución de su escultura, en la que plasmó una parte importante de sus reflexiones estéticas en torno a la identificación del espacio y del vacío con lo espiritual, así como comprender la capacidad de arte para generar nuevos imaginarios simbólicos y proyectarlos a la sociedad.

Algunas dificultades

Problemas económicos, prohibiciones o la retirada de Oteiza

“Los años de creación de la estatuaria fueron duros, tensos y llenos de problemas, pero también apasionantes”, dijo Larrea, quien definió aquella etapa como una “verdadera aventura”. El franciscano quiso resaltar durante la presentación de la exposición cuatro momentos “que pudieron ser los más críticos en esos años”. Comenzó hablando de las dificultades económicas en las que se encontraban los Franciscanos de Arantzazu para abarcar este proyecto. “Los frailes fueron pidiendo limosna durante cinco años y lograron reunir los más de 15 millones de pesetas necesarios gracias a diversas subvenciones y aportaciones, siendo la mayor proveniente de Cuba, que salvó la obra”, destacó para añadir: “Fue la mayor dificultad porque estas aportaciones fueron viniendo poco a poco y los frailes tuvieron que hacer milagros para solventar los gastos del día a día; pero se logró”.

Después, mencionó que se presentaron 14 anteproyectos para la construcción de la basílica y “solo una rompía con la estética tradicional”, la de los arquitectos Luis Laorga y Francisco Javier Sáenz de Oiza. “Su proyecto era innovador, vanguardista, raro, y uno se pregunta cómo los frailes se pudieron apuntar a ese proyecto, pero lo cierto es que los frailes dijeron desde un inicio que no eran ellos quienes tenían que entender sobre arte, sino los arquitectos y a Oteiza”, subrayó. En contradicción con esto, la tercera dificultad a la que se enfrentó el proyecto fue la prohibición que se aplicó a las expresiones plásticas. “Un 17 de junio de 1955 se comunicaba la paralización de las obras por no ser adecuadas para expresar el arte cristiano”, recordó, y apuntó que “el proyecto era fruto del trabajo de unos visionarios que vivían muchos años adelantados a la comunidad cristiana y que se abrieron paso gracias a que un grupo de frailes les creyó”.

Por último, la cuarta dificultad del proyecto que mencionó fue “la decisión de la colocación de los apóstoles de Oteiza fuera del edificio”. “Oteiza decía que le habían engañado y que retiraba su firma -contó-. Finalmente, lo aceptó aunque se negaba a ir y decía que la mejor obra en la fachada sería el vacío que dejaba la ausencia de los apóstoles con las varillas al descubierto”. Cuando los responsables de aquella decisión desistieron, tras dos años de lucha con Oteiza, el escultor escribió: “En noviembre voy a Arantzazu para hacer los apóstoles”.

La evolución

Planos de la basílica, cabezas de apóstol o iconografía de la Virgen

La muestra que acoge el Museo Oteiza se centra en la evolución del proceso artístico en sus diferentes etapas y expone un amplio conjunto de estudios escultóricos en yeso, en su mayoría obras inéditas, procedentes de su legado conservado en el mismo centro expositivo.

La comisaria Elena Martín fue la encargada de realizar ayer una visita guiada a los medios de comunicación e invitados. Comenzó el recorrido por una serie de planos que reflejan cómo los arquitectos Sáenz de Oiza y Laorga plantearon para la fachada la representación de dos temas religiosos: un Friso de los Apóstoles y, en el centro del muro, la imagen de la Virgen y se aprecia cómo la incorporación de Oteiza al proyecto modifica estos planos. Seguidamente, una serie de pequeñas esculturas muestran los bocetos que Oteiza preparó de la imagen de la Virgen, de la figura de Santiago y del Friso de los Apóstoles. El escultor planteó una tradicional Virgen con niño de la que realizó tres versiones, eligiendo finalmente la que mostraba al niño en el lado derecho y en la mano izquierda la makila.

Algunas figuras muestran cómo la estatuaria de Arantzazu supone la lucha entre la escultura tradicional de masa y representación y la escultura moderna que buscaba Oteiza, en la que trataba de llevar al extremo su idea de vaciamiento de la masa y silenciamiento de la expresión, para enfatizar la condición espacial de la obra. Siguiendo el recorrido, se ve cómo el artista trató de incorporar conceptos escultóricos de su tiempo a un encargo religioso de representación figurativa y es por esto que incluyó en el muro una serie de relieves en negativo, que vibraban en la superficie mural manteniendo la tensión del muro. Algunos moldes y fotografías muestran cómo en 1953 Oteiza comenzó a estudiar los distintos acabados pétreos y a tallar el Friso. De hecho, se puede ver el modelo en yeso del Apostolario que sirvió a los sacadores de puntos para trasladar las medidas definitivas a la piedra.

También unas imágenes muestran el Friso en el suelo. Fue cuando, en 1954, el obispado de San Sebastián suspendió cautelarmente los trabajos artísticos antes de la prohibición definitiva. Por aquel entonces, cuatro apóstoles estaban tallados, dos completamente y otros dos no tenían definido el rostro. Al lado, se observa cómo una de las grandes preocupaciones del escultor fue cómo definir el rostro de los apóstoles y se exhibe una serie de cabezas abstractas de expresión geometrizante, algunas de las cuales retratan a apóstoles o a personas concretas. No faltan en la exposición los numerosos estudios del Apostolario o las pruebas que desarrolló Oteiza para inconografiar a la Virgen.

Exposición en Gandiaga Topagunea. La segunda exposición que conforma este proyecto se inaugurará en Gandiaga Topagunea el día 28 y mostrará el relato cronológico de la intervención de Oteiza en Arantzazu.

Actividades complementarias. El proyecto se completa con visitas guiadas a los dos proyectos expositivos, talleres pedagógicos que ayudarán a los más pequeños a comprender la dimensión de este proyecto, una conferencia a cargo de Elena Martín o un seminario. Toda la información, en la web www.museooteiza.org.