pamplona - Laura Pérez de Larraya siente que tiene mucha suerte por poder dedicarse profesionalmente “a lo que me gusta, que es ser maestra” y por haber encontrado el camino, en este caso editorial, para publicar sus historias. Con Sangre de cristal (Héroes de papel) se adentra en el género de la fantasía para crear un mundo donde los Elementales tratan de mantener la armonía en el mundo gracias a sus armas, que no son otras que el agua, el aire, el fuego y la tierra. Cuatro elementos que se reflejan también en el símbolo que la escritora ha creado para identificar la saga.

Comienza la novela con una dedicatoria a los maestros, ¿es Laura Pérez de Larraya una maestra que escribe o una escritora que da clases?

-Ante todo soy maestra. Pero cuando hablo de maestros, me refiero sobre todo a mis compañeros de profesión, mi madre también lo era, pero también a todas las personas que nos han podido enseñar alguna lección en la vida. Amigos, familia y profesores, por supuesto. Yo soy maestra de profesión, pero me gustaría llegar a ser maestra de alguien en la vida, y luego escribo en mis ratos libres. No me pongo el título de escritora aun.

¿Le da reparo?

-Últimamente se me empieza a escapar (ríe). Cuando empiezas a conocer a escritores y te das cuenta de que no eres la única de que tienes otra profesión además de esta inquietud de la literatura, pues ese síndrome del impostor que quizá sufres se va suavizando y te dices a ti misma que ‘igual es verdad que, ni buena ni mala, pero soy escritora’. Pero me sigue costando decirlo o creérmelo.

Es bonito tener dos vocaciones o dos pasiones. No todo el mundo puede decir lo mismo.

-No me quejo, es más, creo que tengo muchísima suerte. Reconozco que una es más un medio de vida, pero las dos son vocaciones muy importantes. También diré que tengo varias pasiones. Me encantan las ciencias, por ejemplo, y me cuesta creer que alguien no encuentre algo que le guste mucho. Seguro que en el fondo del corazoncito todos tenemos algo, aunque no nos atrevamos a confesarlo.

En sus dos primeras novelas, ‘Las correas de Julia’ y ‘Cuando los ángeles caen’, se adentro en el territorio ‘noir’; en esta ocasión apuesta por la fantasía, ¿por qué?

-En realidad no me lo planteé como una decisión consciente, de hecho, no descarto volver a lo negro, simplemente la historia que quería contar me lo pedía. Como lectora me gustan los dos géneros, aunque quizá sí releo más los libros de fantasía.

¿Y qué le aporta la fantasía que otros géneros no le proporcionan?

-No sé si me aporta más libertad. Quizá si me inventara un mundo totalmente nuevo, lo que se conoce como fantasía mayor, sería más libre. Aunque, bien pensado, tampoco, porque tienes que conseguir que la gente se lo crea y eso es muy complicado. Yo creo que la fantasía me aporta evasión. Soy consciente de que hay que vivir en la realidad y tengo los pies en la tierra, pero a veces también hay que escapar un poco. Igual es porque soy una persona que pienso mucho y me preocupa lo que sucede a mi alrededor y en el mundo en general, y de vez en cuando necesito algo de descanso. Es mi rinconcito donde las cosas van un poco mejor. Y como he escrito la novela pensando en los chavales, si alguno llegara a pensar que hay algo más bonito que lo que vemos a diario, que hay una cierta esperanza, pues mejor. A mí me ayuda.

¿Cuáles son sus referentes en este ámbito?

-Tolkien. Sin duda. Para mí es el maestro. Yo empecé en esto de la fantasía con Harry Potter y con la colección Pesadillas, pero cuando me puse con la literatura seria, tuve claro que el camino hacia el que quería dirigirme algún día era Tolkien. Sobre todo por el enorme bagaje que poseía y del que solo exponía una parte. Tenía tantas cosas en la imaginación... Me llama mucho la atención todo aquello que un escritor se deja en el tintero.

¿Pero tenía aun más cosas de las que llegó a compartir?

-Sí, sí, fíjate lo que ha publicado su hijo después, una enciclopedia de doce tomos con lo que había dejado su padre. Escribió los libros de El señor de los anillos, pero tenía tanto dentro de la cabeza. Y encima era maestro. ¡Cómo es posible! Me encanta la pasión que sentía por sus historias.

En la trilogía que inicia con ‘Sangre de cristal’, crea un mundo como el nuestro, en ese sentido hablamos de fantasía menor, en el que están los Residentes -la gente normal, para entendernos-, los Elementales -los héroes- y los djins, los demonios que alteran el equilibrio. ¿Son las coordenadas principales de la historia?

-Sí, aunque me he querido centrar en los Residentes y los Elementales, hay que crear un antagonista. En el mundo siempre hay alguna corriente en contra. Como un terremoto, por ejemplo, simplemente ocurre y tenemos que ver cómo sobreponernos. En ese sentido, los djins no son malos porque sí, sino que tienen que existir para que haya equilibrio. Luego, hacia el final de la novela aparece un antagonista más concreto que desarrollo en las siguientes.

¿Escribe estas novelas pensando sobre todo en los/as adolescentes?

-Las escribo pensando en todos los públicos, pero quizá sí quiero incidir en ellos. Conforme vas creciendo vas aprendiendo ciertas cosas a través de las experiencias y quería compartirlas con los chavales. Es posible que esa parte a los mayores no les interese tanto, pero quería que los adolescentes se sientan protagonistas y reflejados en la historia. Hay muchos libros que son para niños o para lectores hasta 12 o 14 años, pero yo quería llegar a esa franja de los 14, 16 o 20 años en la que te encuentras muy despistado y con muchas presiones. Mi protagonista, Danae, se siente así, perdida, y sus amigos también, y es bueno que quienes lean la novela sepan que es totalmente normal y que no pasa nada si se equivocan. Es que a los 17 años les obligamos a elegir una carrera para toda la vida. Y no debería ser así. Si empiezan algo y más tarde quieren cambiarlo, pueden hacerlo con tranquilidad. El tratamiento positivo del error es interesante. Por eso también el lema de la Universidad Somnus de la novela: ‘Solo el que lucha puede ganar’.

Creo que tiene ya escritas las otras dos novelas de la trilogía de ‘La hija del viento’, ¿ha sido muy complejo estructurar la saga?

-Por la experiencia que tengo, resulta más complejo que escribir un libro autoconclusivo. Eso sí, antes de empezar la primera ya tenía las tres ideadas. Por supuesto, luego he ido cambiando cosas, pero la trama principal y las secundarias estaban muy perfiladas. Y me lo he tomado como si estuviera escribiendo un libro en tres partes. Quería que mis personajes avanzaran a lo largo del primero, pero solo hasta cierto punto, lo que me costaba bastante porque yo ya sabía hasta dónde iba a llegar cada uno. Y pensaba ‘ay, si pudiera decirles que...’ (ríe) Tengo más de treinta biografías completas de los personajes, en eso sé mucho más que los lectores, y mientras no me pase como le ha pasado a Juego de tronos, que a nadie le ha gustado el final (ríe).

Agua, aire, fuego, tierra... ¿Con cuál se queda Laura Pérez de Larraya?

-Creo que no cuajaría bien con el agua. Es demasiado fluida para mí, yo soy de ideas muy fijas. El mío sería fuego, porque generalmente soy comedida, parezco maja, pero en el momento en que exploto...