en el mundo audiovisual, los casting juegan un papel decisivo a la hora de elegir al personal, femenino y masculino que debe encarnar el texto y el guion en un ejercicio de comunicación, muchas veces espontáneo e improvisado. En los programas de telerrealidad, la importancia del acierto en el casting es vital, y el destino de un programa está marcado por la selección acertada del personal.

Quisiera saber quién fue el alma cándida que seleccionó a los muchachos/as que en menos de una semana de Gran Hermano VIP han convertido el chalet de Guadalix de la Sierra en un monumental ring donde se agreden, insultan y vituperan con jocosa alegría. Nada más comenzar la nueva edición, y van tropecientas mil, los concursantes está divididos, enfrentados y se machacan con saña dialéctica en un espectáculo poco recomendable e indigno de una sociedad moderna; pero ellos, los seleccionadores, sabrán lo que hacen, buscan y pretenden.

El insulto y la descalificación saltan a menudo, y los ataques atacan la dignidad de las personas, en un escaparate que millones de espectadores consumen con voracidad televisiva.

Jorge Javier les llamó al orden en el último programa y les calificó de profesionales de la televisión, en vano intento de calmar las revueltas aguas del plató. Personalidades opuestas, éticas enfrentadas, historias personales desarraigadas y maltrechas, expuestas a la miseria de la telebasura que nos azota. Pésimo ejemplo para el personal joven, que no puede encontrar en estos comportamientos insultantes y agresivos, modelos de conducta y referentes acertados del comportamiento social. Y esto no ha hecho más que empezar, y los dinios, cejas y antoniodavides seguirán campando por sus respetos y cobrando suculentas sumas por darle a la trituradora, al ventilador mediático que todo lo consume, devora y traga, pille a quien pille, siguiendo las exigencias del guion.