Hace una semana en La Sexta, el presidente del Gobierno en funciones tuvo a bien conceder una entrevista al avezado periodista Antonio Ferreras, especialista en exclusivas con el poder dominante, que ha tenido escaso eco en los medios y redes sociales, y ha pasado sin pena ni gloria en este convulso panorama político, camino de repetir elecciones el 10 de noviembre, en un desesperado intento de colocarse en la intención de voto de los ciudadanos hartos del mamoneo de políticos, bien pagados y poco trabajados, a tenor de los resultados.

La Sexta ofreció un escenario frío, aséptico y propio de una burguesa mansión, con butacas poco acogedoras, armadas sobre cuatro negros y delgados palitroques. Sobre este escenario a lo largo de cuarenta y cinco minutos, los actores de la entrevista/conversación, mantuvieron, más bien menos que más, el tipo; Antonio García Ferreras sin coger el control de las preguntas y el socialista manejando el preparado argumentario, sin salirse un ápice del mismo. Antonio fracasó en su intento de encontrar las claves de la situación, y le resultó tarea imposible por la seguridad, paciencia y redundancia expositiva del político, que consiguió controlar el poco veneno de algunas de las preguntas del periodista más reconocido del momento.

Sánchez y sus asesores plantearon una conversación amable en las formas, pétrea y sin fisuras en el fondo, y el mandatario salió vencedor de una pelea que nos dejó fríos y frustrados, porque el entrevistado planteó una defensa seria, firme y con ritmo propio, no dejándose enmarañar en la dialéctica periodística. Un excelente ensayo para el inquilino de la Moncloa, capaz de manejar tiempos, contestaciones y argumentos, conocidos por la ciudadanía y machacados con firmeza ante las cámaras. En esta ocasión el periodista no supo aprovechar el lujo de tener a Sánchez en su canal. Así que en la próxima más periodismo, Ferreras on fire, que arde Troya.