El Zinemaldia volvió ayer al territorio del desamparo sentimental y al del abandono paterno-filial, mismo lugar al que ya dejó al público en la jornada del miércoles con la proyección de La hija del ladrón, de Belén Funes. En este caso, otra cineasta, la británica Sarah Gavron, retorna a un universo de vacío emocional de una adolescente, Rocks (Bukky Bakray), que ve su vida truncada cuando su madre, con problemas de depresión, la abandona dejándola cómo única responsable de su hermano pequeño Emmanuel (D’angelou Osei Kissiedu).

No son pocas las similitudes entre estas dos cintas que compiten por la Concha de Oro -incluso, se podría hablar de influencias de Nadie sabe, del Premio Donostia Kore-eda-, si bien la mayor diferencia es la coralidad del largometraje que ha rodado la responsable de Sufragistas (2015).

Allí donde Funes quiere reflejar la soledad de su protagonista -Greta Fernández-, Gavron apuesta por todo lo contrario, por rodear al personaje principal con amigas que, con mayor o menor acierto, construyen una nueva familia en la que refugiarse, mientras Rocks y Emmanuel escapan de los Servicios Sociales por miedo a que los separen.

Gavron y una de las guionistas, Theresa Ikoko, estuvieron ayer en Donostia para presentar el tercer largometraje de ficción de la británica, en el que bucea por las hendiduras del sistema, tanto educativo como de intervención social, al que no sobreviven todos los jóvenes de clases bajas, según comentaron en la rueda de prensa. En este sentido, Gavron afirmó que son muchos los casos de estudiantes que son expulsados de los colegios por pequeños delitos y que, habitualmente, “se pierden a través de las fisuras del sistema”.

Incluyendo planos en vertical, con la idea de simular tomas rodadas por el móvil por las protagonistas, y con una estética que, a ratos, se acerca al documental, Rocks cuenta con un elenco multirracial que se seleccionó de una forma absolutamente atípica. Durante un año, las responsables de esta producción estuvieron investigando mediante visitas a centros educativos del East End londinense y fue en esas visitas cuando hallaron al grupo de colegialas que acabaría en la pantalla. Con respecto a la actriz protagonista, la seleccionaron porque tenían muchas similitudes con el personaje que querían esbozar. Era fuerte, aparentaba ser mayor y sabía sobreponerse a todo lo que le echasen.

Tras conseguir a las intérpretes, comenzaron con la escritura del guion. En un inicio el libreto preveía la presencia de personajes masculinos, idea que finalmente se descartó. “Forzar” el universo eminentemente femenino que habían creado no funcionaba. “Cuando tienes 14 o 15 años, la amistad femenina es tu primer amor”, comentó la realizadora, responsable de Brick Lane (2007) y del documental The Village at the End of the World (2012).

adolescentes Cuestionadas por si este filme será capaz de llegar al mismo público que lo protagoniza, sector de la población que en la última década ha apostado por un cine de entretenimiento, Gavron respondió que en los screenings -pases de público para recoger su opinión y evaluar el futuro impacto de una película- con jóvenes, estos confesaron sentirse identificados con lo rodado. No en vano, pese a tratarse de un drama, sus protagonistas mantienen una actitud esperanzadora, cantan, rapean y bailan.

“Queríamos que estas chicas se vieran en la pantalla y se celebrase, no solo ser un problema social”, explicó la guionista, que añadió que su trabajo es devolver el “amor” a ese público que quiere verse reflejado en las obras cinematográficas. “La gente irá al cine porque se verá en los posters y en los trailers”, zanjó la pregunta.

Hoy. Príncipe, 7 (23.00 horas).

Mañana. Antiguo Berri, 2 (21.00 horas). xxx