Dicen que todas las personas dejan su huella en este mundo de un modo u otro. Una huella que puede ser material o no, que puede perdurar más o menos. Pero, al fin y al cabo, huella. Al menos, eso dicen. Donde sí se quedan huellas, rastros, de nuestro paso por el mundo y de cómo este ha sido es en los huesos. Estos son capaces de mostrar las enfermedades que hemos padecido, los golpes que hemos soportado o las condiciones en las que hemos vivido. Para evidenciar todo esto, el Museo de Navarra acoge ahora, y hasta el 2 de febrero de 2020, una interesantísima muestra titulada La vida impresa en los huesos. Paleopatología en Navarra, comisariada por Patxuka de Miguel Ibáñez, en la cual se presentan restos óseos de más de 80 personas desde las 20 semanas de gestación hasta la vejez, desde la Prehistoria hasta el siglo XIX.

La Paleopatología es una disciplina científica poco conocida que tiene por objeto el estudio de las enfermedades en las poblaciones antiguas, a través de la identificación de alteraciones patológicas en los restos humanos procedentes de contextos arqueológicos. De esta forma, se obtiene información sobre los estados de salud, tanto individual como de grupo, en diferentes momentos de la Historia. Las evidencias de enfermedad en el esqueleto, dientes, tejidos, momificados y la identidad de calcificaciones permiten reconocer algunas de ellas e interpretar las condiciones de vida de las sociedades del pasado. Se calcula que solo el 10% de las enfermedades dejan sus signos en los esqueletos siendo necesario que pase un tiempo, en ocasiones varios años, desde que se inicia la enfermedad hasta que los signos puedan ser identificados. “Esta es una exposición que nos va a permitir mirar al pasado y hacer una mirada hacia nuestro interior, nuestro esqueleto, que es justamente sobre el que pilota nuestra vida”, apuntó ayer, durante la presentación, la consejera de Cultura del Gobierno de Navarra, Rebeca Esnaola.

La exposición se distribuye en tres salas y su presentación “didáctica y atractiva” aúna ilustraciones explicativas obra de Iñaki Diéguez y un vídeo de última tecnología de Pablo Serrano. “Se unen así un recurso de estudio y divulgación tradicional y básico para el patrimonio arqueológico con una recreación en 3D sobre la terrible enfermedad de la leprosa de Gomacín de Puente la Reina del siglo VII”, explicó Esnaola. Esta muestra, desarrollada a lo largo de muchos años, hace visibles “los restos humanos y a través de ellos las personas que poblaron nuestro territorio a lo largo de la Historia”, subrayó De Miguel, para quien “los huesos se convierten en testimonio de vida”. “No es una exposición sobre la muerte, sino sobre las evidencias que la vida deja en los huesos”, añadió.

Así, se puede ver cómo “en algunas ocasiones las personas fallecieron por las enfermedades que tenían y en otras ocasiones incluso con traumatismos serios provocados por espadazos vemos cómo han sobrevivido”, dijo De Miguel, que puntualizó que esta también “es una historia sobre el cuidado, sobre la familia y la comunidad, y sobre cómo aquellas discapacidades que ahora nos preocupan tanto antes no”, como el caso de una señora que tenía enanismo “donde hay signos de actividad física, con lo que ella tendría sus funciones dentro de la comunidad”.

Tres salas

Desde restos fetales a violencia interpersonal

La exposición se distribuye en tres salas. En la primera de ellas se explica qué es la Paleopatología a través de varias láminas, entre ellas, un parto complicado en Fitero a finales de la Edad Media, que provocó el fallecimiento de la mujer, quedando el feto atrapado en el canal del parto. Esta lámina se acompaña por un féretro que contiene los restos fetales fruto de otro parto inmaduro a las 20 semanas de gestación. Igualmente, expone en un panel la procedencia geográfica de los restos humanos y las cronologías de los yacimientos representados en la exposición. “Este es uno de los casos más espectaculares de los que contamos y el dibujo que se muestra expresa de forma muy clara la situación que debieron vivir aquellas personas, situaciones que, gracias a los avances de la medicina, ya no tenemos que enfrentar”, afirmó De Miguel, matrona de profesión y doctora en Historia.

La segunda sala se dispone en varias vitrinas con restos esqueléticos que muestran signos de enfermedad. Han sido agrupados por enfermedades, dando igualmente relevancia a las enfermedades identificadas en restos infantiles, poco frecuentes en los estudios paleopatológicos, debido a la fragilidad de los restos y sus dificultades de estudio. “Aquí vemos, por ejemplo, los huesos de un joven de unos 16 años que padeció sífilis. Al ser esta una enfermedad de transmisión sexual, nos podemos hacer una idea de la temprana edad a la que este joven comenzó a tener relaciones sexuales y también podemos pensar cómo fueron estas, que probablemente no fueran consentidas”, apuntó De Miguel.

Por último, en el tercer espacio se recogen esqueletos completos de ocho personas colocadas según su rito funerario. Esta sala se ha dedicado a lo que se conoce como osteobiografías, es decir, cómo a partir de los retos esqueléticos se puede hacer una reconstrucción de las vicisitudes de salud que vivieron sus protagonistas. Por ejemplo, una mujer procedente de la necrópolis de Gomacín muestra claros signos de lepra. Otro ejemplo el de un hombre procedente de Ujué, nominado como Cantónimo por el alumnado del colegio de la localidad, con lesiones costales, dentales y en la cabeza del fémur derecho que le produjo cojera. “Estos no son unos restos que nos digan grandes cosas pero el trabajo que hicieron desde el colegio de Ujué fue tan asombroso que nos parecía importante ponerlo en esta exposición”, explicó la comisaria. Asimismo, de la Catedral de Tudela se expone, por un lado, el caso de una niña fallecida tempranamente con signos esqueléticos que permiten proponer que padeció probablemente tuberculosis y, por otro lado, un hombre anciano con signos de traumatismos en el fémur y en la tibia y peroné derechos, al que sobrevivió con serias secuelas tras sufrir una grave infección.

Destacan, asimismo, los casos relacionados con violencia interpersonal, en los que se identifican heridas por arma de filo, por ballesta y por proyectil de avancarga. En varios de los casos, supuso la muerte directa del individuo, mientras que en unos pocos casos se evidencia una larga supervivencia. “Esto no quita que estas personas que sobrevivieron a estas violencias lo hicieran en plenas facultades, y aquí entra de nuevo la cuestión de los cuidados que tanto queremos resaltar”, agregó De Miguel.

Programación para 2020. Durante el transcurso de la presentación de la muestra, la consejera Esnaola adelantó la programación de exposiciones del Museo de Navarra para 2020. concretamente, desde octubre de este año y hasta octubre de 2020 se instalará una muestra dedicada a la producción artística de la fotógrafa navarra Lydia Anoz en los años 70 y 80. En febrero y hasta mayo está prevista una exposición dedicada al proyecto El Santo Christo Ibérico, de Koldo Chamorro; y entre mayo de 2020 y marzo de 2021, podrá visitarse en el museo la exposición de la artista navarra Celia Eslava. Finalmente, de junio a septiembre, está programada una muestra dedicada a la pintora navarra Isabel Baquedano.