CONCIERTO de la pamplonesa Intérpretes: La Pamplonesa. Solistas: Raquel Andueza, soprano. Dirección: J. Vicent Egea. Programa: Obras de Gershwin/Glenesk/Santacreu. Tchaikovski/ Rhinow. Cahn/Megas. Styne/Megas. Berlin / Urkizu. Coots, Gillespie/Megas. Olentzero, tradicional anónima, con arreglo de Alain Sancho. Programación: Ayuntamiento de Pamplona, La Pamplonesa, Fundación Gayarre. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: 22 de diciembre de 2019. Público: lleno.

No es exactamente mi campo este del jazz+, pero la matinée de la Pamplonesa, con una Raquel Andueza evocando al Hollywood inmortal, con las preciosas canciones que, por lo menos a los que tenemos cierta edad, nos han acompañado siempre, fue un baño de glamour, con un poco de nostalgia, y mucho de ritmo. Porque, la banda centenaria, dio uno de esos conciertos en los que cuesta quedarse quieto en la butaca. Y es que, con su extraordinario eclecticismo, y sus camaleónicas transformaciones -clásica, zarzuela, folklore, jazz?- ha logrado un altísimo nivel en todo. Ya les habíamos oído en obras jazzísticas, siempre pulcras, aunque un punto envaradas; pero, en el concierto que nos ocupa, al estar, de principio a fin, metidos en el estilo, en la sonoridad, en el ritmo, el resultado ha sido de una soltura, maleabilidad, matices de acompañamiento, dinámicas, intervenciones solistas, entradas precisas que responden a la cantante, etc, magníficas. Fueron catorce temas, con Gershwin, protagonista de la primera parte; servidos por la banda con brillantez, pero, también, con la mesura y humildad del que acompaña, y que va del esplendor de los trombones y demás metales -Girl crazy-, hasta la susurrante escobilla -por cierto, muy bien manejada por el batería -Love is here to stay-; pasando por innumerables detalles de calidad: el hermoso y mullido sonido del solo de bombardino (I got plenty?), el siempre espectacular desmelene de la batería (I got rhythm), y las puntuales intervenciones de los primeros atriles -saxo, trompeta, clarinete bajo?-.

Para los que amamos el ballet, fue una sorpresa la versión que se hizo del Cascanueces de Tchaikovski: la verdad que los temas del compositor ruso son tan poderosos y tienen tanta entidad, que admiten todos los ritmos; cuando se hacen bien, claro; fue una delicia esta pieza, me recordó a las heterodoxas coreografías de Matthew Bourne’s. Igualmente camaleónica es Raquel Andueza. Aquí se apodera de un micrófono, -en este caso se entiende la amplificación-, que resulta sensual, nítido en la dicción, y siempre transmisor de lo que se canta. No soy un experto en estas músicas, pero Raquel, que tiene gracia para todo, borda el fraseo, la no medida de estas canciones, la total compenetración con la Pamplonesa convertida en Big Band. Por poner un ejemplo: el fraseo perfecto y cariñoso, arrimado a la letra, de la conocidísima White Christmas: ¡cuánta emoción por parte de todos! Egea, aún siendo un concierto eminentemente rítmico, dirige con su habitual economía de gestos: hace bien. El ritmo se lleva dentro, y lo dan todos los músicos.

EL FINAL DE UN AÑO GLORIOSO Cierra este concierto el centenario de La Pamplonesa. El titular agradece a todos y cada uno de sus músicos, y del resto del staff el enorme esfuerzo del acontecimiento. Levanta a los tuttis, a los primeros atriles, a los solistas, al subdirector?; a todos los llama por su nombre, se llevan bien y eso se nota en el resultado artístico. Han conseguido un público absolutamente fiel. Y, a algunos, entre los que me cuento, nos han descubierto el extraordinario y muy profesional mundo de las bandas de aquí y de fuera. Bien. Pero, en música, tras de un compás viene otro, y aunque haya que meter algún compás más de espera en los próximos meses -más de cincuenta actuaciones en el año que acaba-, la música sigue, así que hasta el año que viene. Por otros cien años, por lo menos. Enhorabuena.