barcelona - La escritora madrileña Ana Merino, que el lunes ganó el prestigioso Premio Nadal con la novela El mapa de los afectos, considera que "la creación tiene algo de catártico, de vitalista".

Merino, que atesora una larga trayectoria como poeta, ha debutado en la narrativa de adultos con esta historia, una salida natural, entiende, a esa experiencia: "la escritura me da serenidad y una forma de interpretar el mundo". Recuerda que "ya desde la juventud la poesía me sirvió para calibrar el mundo desde la emocionalidad, pero tuve una crisis existencial, una preocupación por el clima que desembocó en la escritura de teatro". Su preocupación teórica por el cómic, que le viene de tradición familiar, completa esa "visión pluridisciplinar de la creación literaria", que traslada también al máster de escritura creativa en español que imparte en la Universidad de Iowa. Merino, que lleva viviendo 25 años en Estados Unidos, reconoce que le han influido numerosos escritores españoles y de la tradición anglosajona, porque "antes que escritora fui una gran lectora", pero precisa que El mapa de los afectos podría mirarse en el espejo del poeta y escritor norteamericano Edgar Lee Masters, en cuya obra "los personajes de un pueblo hablan desde las lápidas". A través de un narrador omnisciente, Merino despliega una serie de personajes intergeneracionales de esa América profunda que tan bien conoce, aunque, advierte, "tienen las mismas preocupaciones que podrían tener personajes similares de la España profunda, se enamoran igual y su día a día es muy parecido". Son "personajes con dudas, con ansiedad, también se ve la niñez y como resuelven los niños sus dudas con un pensamiento sencillo".

los momentos clave La autora quería "retratar momentos relevantes, vitales de esos personajes, momentos que no somos conscientes de lo clave que son, porque vivimos y fluimos por la vida y no nos damos cuenta de esas decisiones que vamos tomando". La novela premiada sigue la suerte de los personajes a lo largo de los últimos quince años, una estrategia que le servía para observarlos en diferentes edades, "puesto que el pensamiento cambia, ellos evolucionan, no somos individuos cerrados; hay circunstancias que te hacen cambiar, depende de la experiencia vital, y además una misma experiencia traumática hace que dos niños tomen dos rumbos diferentes". Convertir su novela prácticamente en una reivindicación de la bondad es una reacción a que "muchas veces las víctimas se convierten en naturaleza muerta y no les damos la oportunidad literaria de existir".

El punto de partida de la historia de El mapa de los afectos es la historia de una maestra de preescolar -y aquí hay un guiño a su "apuesta por la educación"-, que se tiene que reinventar a través de una "experiencia transatlántica" cuando el personaje se traslada a España.