El que fuera conocido ladrón de obras de arte religiosas René Van Den Bergue, Erik el Belga, ha fallecido este viernes a los 80 años en Málaga -donde residía- al sufrir un infarto cuando estaba hospitalizado tras una intervención quirúrgica, ha informado a Efe su viuda, la abogada Nuria Gutiérrez.

También pintor y autor de falsificaciones, se le atribuye el robo de más de 6.000 obras de arte sacro a este amante del arte gótico y románico cuya biografía protagonizó el libro "Por amor al arte", donde se narran algunos de sus "golpes". También se le atribuyen robos en Navarra (por el retablo del Santuario de San Miguel de Aralar cobró 100 millones de pesetas de 1976, su robo mejor pagado).

Asentado desde hace unos años en Málaga como marchante de arte y pintor, Vanden Berghe había renunciado desde tiempo atrás a su carrera como ladrón y emprendido una particular cruzada para tratar de recuperar parte del patrimonio que el mismo había sustraído, una gran parte de ermitas e iglesias aragonesas.

Aunque muchos desconfiaron de su conversión de villano en héroe, Erik el Belga se sirvió de los contactos de años atrás para tratar de desenmascarar la red de intereses creada por grandes anticuarios y coleccionistas privados, a los que consideraba responsables en gran parte de promover la sustracción de este valioso patrimonio.

Este rechazo lo sintió en 1995, cuando regresó a la Catedral de Roda, en el Pirineo de Huesca, donde llevó a cabo uno de sus golpes más audaces. Perdonado por el párroco de esta catedral, José María Lemiñana, Erik recorrió las distintas estancias, en las que una madrugada del mes de diciembre de 1979 se adentró con su banda para llevarse piezas de su patrimonio medieval cuyo valor conocía perfectamente y cuyo robo le había sido encargado.

Cuando regresó a Roda, el famoso exladrón pudo observar los restos de la valiosa silla de madera labrada de San Ramón, del siglo XII, que fue fragmentada y parcialmente quemada, y de la cual en parte se encargó de facilitar su recuperación.

El propio "Erik el Belga" admitió en numerosas ocasiones que una buena parte del patrimonio no fue robado sino adquirido durante los años sesenta a párrocos y otros responsables eclesiásticos españoles que debían afrontar costosos gastos en sus templos.

Tampoco se sabe mucho de la labor de colaboración hecha años atrás con el Grupo de Protección del Patrimonio de la Policía, a cuyos responsables facilitó información para adentrarse en un complejo mundo de intereses que generó durante décadas un comercio pingüe que movía miles de millones en el mundo.

La perfecta organización del mercado de venta del arte y el alto nivel social de las personas interesadas en toda España dificultó que este grupo especializado pudiera resolver inicialmente gran parte de este expolio.

Erik el Belga pudo conocer a lo largo de los años la recuperación de otras piezas valiosas del patrimonio sustraído en Roda, entre otras una talla de San Juan Evangelista y un valioso tapiz flamenco que apareció en una colección en Houston (EEUU).

En 1998, tras ser intervenido del corazón, tomó la decisión de trasladar a España su colección privada para que las piezas pudieran ser expuestas en su lugar de origen. Compuesta por más de cien objetos de arte datados entre los siglos XI y XVI, esta colección incluía entonces una valiosa talla de una Virgen románica procedente de Aragón y varias piezas de Cataluña.

Aseguró entonces que cada una de las piezas que componen esta colección privada tenía la correspondiente factura de compra de los respectivos obispados españoles, con los que negoció a lo largo de años la adquisición de miles de obras de arte religiosas originarias de iglesias, monasterios o ermitas.

Y lo cierto es que Erik denunció reiteradamente, tras abandonar su actividad como ladrón, que la mayor parte de las piezas que sacó de España durante las décadas de los 60 y los 70 fueron adquiridas a los responsables eclesiásticos y que solo una pequeña proporción fue robada por él por encargos específicos de coleccionistas privados.

En una entrevista concedida en esos años a Efe, el exladrón, que le gustaba llamarse a sí mismo "mercenario de la belleza", aseguró estar empeñado en la labor de recuperación de piezas robadas y vendidas para restituirlas a su lugar de origen. Donó numerosas pinturas hechas por él a cofradías e iglesias españolas y tiene un museo en Cúllar (Granada) con obras suyas que él les regaló.

A lo largo de su vida fue detenido y acusado de receptación, aunque nunca fue condenado; se fugó de una prisión de Alemania y pasó por la cárcel Modelo de Barcelona, donde estuvo 36 meses de preventivo y siete años en libertad provisional.

Creó obras hasta que pudo, explica Nuria Gutiérrez, que recuerda al estar dolorido tras someterse a diálisis no pudo mantener su actividad porque "pintaba de pie y a brazo alzado". Ella califica la vida de Erik como "larga e intensa" y de una "existencia fructífera" y añade que tuvo "una época en la que hacía maldades, pero rectificó", al tiempo que recuerda que colaboró bastante con la Policía para descubrir falsificaciones de obras de arte.

"Pintó mucho para el Opus Dei por ser muy devoto de José María Escrivá de Balaguer", señala e indica que "era un hombre religioso, con mucha fe".

Con diversos padecimientos de salud en los últimos tiempos, el Belga se sentía muy malagueño y sus dos hijos nacieron en esta ciudad de la que estaba "enamorado" y en la que se afincó hace más de tres décadas; le gustaba la playa de Málaga, a la que acudía, y ha estado "bajo el sol de España, que era su amor", destaca su viuda.

La Congregación de monjas del Buen Samaritano de Nerja (Málaga), a la que Erik donó obras hace casi veinte años al saber que recaudaban fondos para construir una residencia de ancianos, aún le recordaban hoy.

Habrá un velatorio este domingo en el cementerio de la barriada malagueña de El Palo, donde vivía, tras lo que se oficiará una misa, aunque no se podrá cumplir su deseo de ser enterrado en el Cementerio Inglés por falta de espacio, por lo que será incinerado.