Fecha: 27/08/2020. Lugar: Baluarte. Incidencia: Concierto organizado por el festival Flamenco On Fire. A Vicente Amigo (guitarra), le acompañaron Añil Fernández (guitarra), Paquito González (batería y cajón flamenco), Iván Bernal (bajo), Rafael de Utrera (cante).

i en tiempos de pandemia todas las iniciativas artísticas son encomiables y plausibles, qué se puede decir del festival Flamenco On Fire, que, como cada agosto, no ceja en su empeño de llenar todos los rincones de Pamplona de música. Este año, de hecho, no ha querido ceñirse a la capital, sino que ha comenzado en Tudela con un concierto de altos vuelos: Miguel Poveda, que agotó las entradas del Teatro Gaztambide -unas horas antes, Londro y Jesús Guerrero ofrecieron una actuación gratuita en el exterior de la Sede de Bardenas Reales-. El jueves, ya en Pamplona y siguiendo las buenas costumbres, aluvión de arte en escenarios de todo tipo -balcones, a cubierto y al aire libre-.

Después del de Poveda en Tudela, el primero de los grandes conciertos en Pamplona corría a cargo de Vicente Amigo, que venía a presentar su último trabajo, Memoria de los sentidos. Media hora antes del comienzo de la actuación, el público hacía cola disciplinadamente en las puertas del auditorio. El personal de Baluarte, tan diligente y amable como siempre, daba las indicaciones oportunas para que los asistentes pudiesen acceder de forma rápida y, sobre todo, segura. Una vez dentro, los consabidos geles y recordatorios por megafonía acerca de la obligatoriedad del uso de la mascarilla. Lo cierto es que emociona ver a tanta gente, tanto dentro del público como de la organización, uniendo sus esfuerzos para sacar un proyecto adelante, el del mundo del arte y el espectáculo, que no solo entretiene, sino que también alimenta almas y espíritus y da de comer -en el sentido literal del término- a miles de familias.

Y aunque los prolegómenos habían sido extraños y la sensación al ocupar la butaca era la de estar viviendo una situación atípica, en cuanto la música comenzó, el duende se abrió paso y se consumó el hechizo de la música. Comenzó Vicente Amigo deleitando con una larga pieza de guitarra -al final se unieron las palmas-. En la siguiente, Tangos del arco bajo, ya le acompañaron sus músicos -bajo, batería, cajón flamenco, guitarra, voces y palmas-. Más importancia cobró la voz de Rafael de Utrera en la inmensa Autorretrato, que en su momento grabó con Enrique Morente. Siguieron a continuación con varios temas instrumentales en los que la protagonista fue, como en toda la actuación, la guitarra del sevillano; qué manera de tocar, qué virtuosismo, qué gran sentido del ritmo y de la melodía. Cuánto arte. Nuevo cambio de tercio cuando volvió la voz en Amoralí y Las cuatro lunas. Esos bloques tan bien diferenciados -solo guitarra, instrumentales con banda, canciones cantadas- dotaron al espectáculo de mucho dinamismo, al igual que los cambios de ritmos y texturas -temas más lentos combinados con otros más vigorosos-. En consecuencia, hubo mucha energía y comunión total con la audiencia. Un último apunte: casi tan bien como la música sonaron los aplausos del público en Baluarte, que llevaba cinco meses y nueve días sin albergar conciertos con público. Cómo se echaban de menos...