- En una remota noche de 1970, Orson Welles entrevistaba al rey del nuevo cine estadounidense, Dennis Hopper, y en la mesa dejaron los restos de un diálogo delirante y profético sobre arte, política o religión desvelado ayer en Venecia.

Hopper/Welles, presentada fuera de concurso en la Mostra, es la crónica de una inédita velada ofrecida por el autor de Ciudadano Kane a aquel joven melenudo y ebrio de éxito que tan solo un año antes había revolucionado la industria con Easy Rider (1969). En la conversación, salvada y restaurada por Filip Jan Rymsza, ambos juegan al ratón y al gato debatiendo sobre política, religión, sexo y cine ante un plato de pasta e innumerables gintonics. “Dicen mucho de sí mismos que antes nadie había escuchado. De Welles sabemos de todo aunque hay cosas inéditas. Pero Hopper es particularmente interesante porque vive una apertura total en la que se narra a sí mismo”, explicó el realizador. Rymsza, que hace dos años llevó a Venecia la restauración de The other side of the wind, la obra inacabada de Welles, aseguró que esta pieza es todo un documento “histórico” que permite desmenuzar los planteamientos artísticos y personales de estos dos iconos. Pero sobre todo revela el interés del maestro por los nuevos talentos.

Durante la grabación, Welles habla desde las sombras sin aparecer en pantalla, mientras interroga inquisitorialmente al nuevo rey de Hollywood, entonces todo un mito de la contracultura y que más pronto que tarde acabaría asomándose al acantilado de su desgracia. ¿Un director es un Dios o un mago? ¿Sobrevivirán los Estados Unidos a su violencia intrínseca? ¿Qué cualidades debe tener una buena película? ¿Se puede denigrar al público? La voz de La guerra de los mundos estaba desatada, quería saber todo de su invitado. Sin embargo este, a sus 34 años, titubea, responde en ocasiones erráticamente, mientras apura un cigarrillo tras otro. “Creo que estaba intentando impresionar a Welles, quería parecer un intelectual ante él”, sostuvo Rymsza. El invitado expresa sus dudas en el proceso de montaje de sus obras y explica que para Easy Ryder acumuló 35 horas de grabación y sostiene que una película tiene que ser en primer lugar “personal”. Su anfitrión le pide un ejemplo y así sale a relucir Viridiana (1961), de Luis Buñuel. Por contra, ambos tachan de “aburrido” a Michelangelo Antonioni.

El rebelde sin causa deja caer en varios momentos la vorágine de sexo, drogas y alcohol en la que ya se había embarcado: “Me hice director para tener mujeres más bellas”, llega a reconocer. Pero niega que se pinchara en vena durante el rodaje en Perú de la cinta que estaba ultimando, The last Movie (1971): “Si lo hiciera a esa altura sería Superman”, bromea.

Welles le incita a hablar de política, pero este rechaza abordar la cuestión y le menciona a Bob Dylan: “Quién es ese”, inquiere curioso Welles. “Un cantautor”, responde Hopper. En efecto, como decía aquel, los tiempos estaban cambiando. Meditando sobre el racismo y la presunta tierra de oportunidades que es su país, Welles pronuncia toda una premonición: “Pronto tendremos un presidente negro”, vaticina. A lo que Hopper responde “eso espero”. Por entonces Barack Obama solo tenía 9 años.