yestarán dio media vuelta y se dirigió con sigilo hacia la puerta de la habitación. Tenía el pescatorio, el más abstracto, el que utilizaba Juan XXIV, pero esa joya quemaba, quemaba muchísimo, y necesitaba huir deprisa, rápido, muy rápido": se trata del fin de uno de los capítulos del ecuador de Papa bueno, papa muerto, chocante nombre con el que se acaba de presentar la última novela del pamplonés Jesús Carlos Gómez Martínez, historia loca no muy diferente de las narradas en otros libros suyos ambientados en Norteña, como Solo quedan los muertos y el reciente Sangre negra.

Este nuevo relato nos traslada, sin embargo, hasta el corazón de las tinieblas relacionadas, en mayor o menor medida, con el Vaticano: "Oyó unos pasos. La sotana, su cabello gris, la figura briosa; Loyola había llegado y cerraba la puerta". Ese es el problema, pues todo este berenjenal obliga al lector a nadar en aguas turbulentas que casi nadie conoce. Es un thriller, sí, pero, en manos de su autor, hace que nada-sea-lo-que-parece€ o algo así. Y la trama de la novela, finalmente, cuenta con otro tic de su autor: suficiente peso crítico para describir con cierto desparpajo un mundo completamente diferente al que su imagen tradicional nos hizo imaginar en algún momento.

Esta son algunas de las características de buena parte de una literatura de evasión centrada en las peores consecuencias del poder real de las instituciones más poderosas. No es poco: "Sentado en su confesionario, el padre Ayestarán respiró profundamente, sacó una petaca de un bolsillo interior de la sotana y€ no llegó a beber. Una rubia venerable, un pecado mortal con dos pechos aturdidores, pasaron por delante de sus narices".

Autor: Jesús Carlos Gómez Martínez. Editorial: Siníndice, 2020. Páginas: 212.