- Presidenta de KuNa desde agosto de 2019, Nora Bengotxea, técnica cultural del Ayuntamiento del Valle de Aranguren, ha tenido la difícil tarea de liderar la organización de un congreso en el año de la pandemia. A pesar de todo, el programa, que se desarrollará en el Planetario de Pamplona, ofrecerá los contenidos por los que apostaron en un inicio y que atienden asuntos urgentes como son la cultura en el ámbito rural y la sostenibilidad, sin olvidar temas de actualidad como la influencia de la covid-19 en la actividad de los gestores.

No lo ha tenido fácil para organizar su primer congreso.

-No. Habitualmente elegimos la temática con un año de margen para ir trabajándola, seleccionando ponentes, viendo quién está interviniendo en otros congresos... Y estaba previsto celebrarlo en mayo, pero en marzo nos vino un chaparrón de realidad y buscamos la fecha alternativa de octubre con la esperanza de que a estas alturas estuviéramos como estamos. También nos planteamos si debíamos cambiar la temática.

La Agenda 2030.

-Sí, el otro día me preguntaban si con la que está cayendo íbamos a seguir con este tema. Y repasando un poco los objetivos de la Agenda 2030, que hablan, entre otras cosas, del medio rural y de sostenibilidad, pensamos que incluso podía tener más sentido. El funcionamiento de la economía y determinadas conductas como sociedad nos han llevado a la situación en la que estamos, no tanto por el virus, sino por sus consecuencias económicas. Por ejemplo, la rotura de stocks de la provisión de mascarillas. Está todo tan globalizado... Por eso nos parecía que igual tenemos que pararnos, pensar y ver que hay objetivos en la Agenda 2030 que tienen más importancia que nunca.

¿Hay que empezar a pensar en serio en un cambio de modelo?

-Sí. Creo que hay que plantear un cambio de modelo a muchos niveles, también en el de la cultura. Como sociedad no realizamos gestos en nuestro día a día hasta que eso se convierte en nuestro ADN, como ha pasado ahora, cuando nos hemos tenido que adaptar a las circunstancias. Curiosamente, la cultura no aparece en ninguno de los objetivos de la Agenda 2030, pero a mí me parece que está ahí de manera transversal y que puede ayudar al cumplimiento de algunos de ellos. Incluso, la industria cultural puede revisar la manera en la que trabaja para aplicarlos.

¿Ese es el objetivo del congreso?

-Los objetivos de estos congresos siempre se basan en plantearnos preguntas -por dónde está yendo la gestión cultural, qué hay en nuestro entorno, qué reflexiones hay que hacer- y también en conocer casos de éxito y experiencias que podemos implementar. Es una forma de aprendizaje. Siempre sale de esta cita una energía positiva que te lleva a animarte a poner en marcha acciones en tu día a día como gestor.

Una de las charlas girará en torno al papel tan importante que la cultura puede jugar para detener el fenómeno de la España vaciada.

-Una de las dos mesas gira en torno a repensar el medio rural, a cómo las industrias culturales pueden ayudar en esa despoblación que se ha producido en los últimos años. La cultura puede ser un elemento de cohesión, de crear identidades en espacios vaciados y de generar actividad económica. Hay muchos ejemplos de festivales rurales, museos, centros de interpretación y otras actividades que han ayudado a poner en el mapa a algunas localidades y a atraer a población joven. En ese sentido, hoy tendremos la charla de Gemma Carbó y María Montesino, que nos hablarán de sus experiencias en el Museo de la Vida Rural y con la Plataforma La Ortiga, respectivamente.

¿Qué hay de la sostenibilidad, qué pueden hacer los agentes culturales en ese sentido?

-El viernes (mañana) tendremos un encuentro sobre modelos sostenibles e innovadores en la gestión cultural. Ahí quizá estábamos mirándonos demasiado el ombligo y es necesario pensar cómo los hechos culturales que llevamos a cabo todos, desde un festival hasta un congreso como este o un cuentacuentos, pueden ser revisados intentando que sean más sostenibles. A veces bastan pequeños gestos como que se sirva agua del grifo en lugar de botellines. Nosotros en el congreso hemos eliminado todo el papel, todo el plástico y hemos intentado usar los transportes menos contaminantes posibles en los traslados de los ponentes. También llevamos unos cuantos años ya retransmitiéndolo para que sea más accesible, lo que este año, además, cobra más sentido que nunca. Muchas veces, hasta que no te paras a pensar en cómo gestionas cada proyecto no reparas en los puntos de mejora. Los profesionales que vienen nos mostrarán cómo hacer una auditoría de nuestros eventos.

¿Qué puede aportar a la Agenda 2030 la cultura cuando ni siquiera aparece mencionada?

-Por un lado, cuando hablamos de educación, puede aportar mucho en todo lo referido a lo divulgativo; cuando hablamos de reciclaje y de sostenibilidad, lo puede poner en práctica en sus distintos eventos. Por otro lado, la Agenda 2030 puede aportar muchas cosas al sector cultural. Por ejemplo, cuando habla de empleo digno. Tenemos que revisar cómo es el trabajo de los agentes culturales. Durante la pandemia ha quedado muy en evidencia que actores, artistas en general y técnicos se quedan en condiciones muy precarias cuando nos viene un envite como el que nos ha venido. De todos modos, no estaría mal marcar un objetivo 18 para que la cultura aparezca como tal.

Es que parece que este documento sigue en parte la estela de la mayoría de las instituciones, que o se olvidan de la cultura o la dejan para el final. Habría que dar un toque en ese sentido, y más ahora, cuando muchos creadores y técnicos viven situaciones dramáticas.

-Sí. La cultura ha sido indispensable durante el confinamiento. Pero a la vez fue la primera en sufrir el golpe, porque fuimos los primeros en cerrar los teatros y espacios en general, y los últimos en salir. Cuando pudimos abrir un espacio cultural o una biblioteca ya se habían abierto otras empresas y comercios. En la población en general hay un gran desconocimiento en cuanto a que la cultura también es una industria y genera muchísimo empleo. Supone más del 3% del PIB y mueve a miles de trabajadores, muchos de los cuales tienen empleos precarios y muy estacionales. Hay personas que no se han podido acoger a un ERTE porque el día en que todo se paralizó no estaban trabajando o cotizando. Hablamos de actores, directores, técnicos, sastras, maquilladores, artistas visuales, etcétera, etcétera.

Hay que regular de una vez.

-Sin duda, y a raíz de lo vivido se presentó en el Parlamento de Navarra una propuesta de ley para regular a los profesionales de la cultura que espero que empecemos a trabajar este otoño. A nivel estatal ocurrió que estaba a punto de publicarse el Estatuto del Artista y la pandemia bloqueó todas las leyes que no tuvieran que ver con la situación, así que a ver si lo retoman porque cubriría a gran parte de los trabajadores de la cultura. No a toda, porque siempre hay mucha gente en la sombra sin la que la cultura no funcionaría. No sé si podemos buscarle algo positivo a todo lo sucedido, pero al menos ha servido para que profesionales que funcionaban de una manera muy atomizada e individual generen sus propias asociaciones y para que las que ya existíamos hablásemos más entre nosotras. Queda mucho trabajo por hacer, pero al menos hay más unión en el sector, que hacía falta.

La interlocución con el Gobierno foral no será muy difícil, aunque sea solo porque la expresidenta de KuNa es la consejera de Cultura.

-Sí (ríe), y muchas veces no hace falta que le contemos lo que pensamos porque ella lo sabe. La comunicación ha sido buena, han contactado con la asociación desde el primer momento para que les trasladásemos nuestras preocupaciones y para aportar posibles soluciones. De hecho, hemos colaborado en el diseño de protocolos de seguridad. Y ahora estamos trabajando con el Parlamento para que cada colectivo de la cultura defina sus características, porque hay muchos empleos diferentes, de cara a la elaboración de esa ley.

¿Qué fue lo más difícil de gestionar cuando se produjo el cierre total?

-Como gestora, para mí lo más duro fue llamar a las compañías a las que les tenía que decir -sabiendo que, en algunos casos, ese trabajo era el único ingreso que entraba en algunas casas- que teníamos que suspender. Sí que adquirí un compromiso, sin fecha, claro, de que todas las personas que se habían quedado sin poder realizar su trabajo tendrían una fecha alternativa. Esas llamadas fueron muy duras. Pero luego todos los gestores hemos trabajado muchísimo por tener unos protocolos seguros y por trasladar a la ciudadanía que aquí iba a estar segura. No conozco ningún contagio en un evento cultural. Ninguno. Y nos hemos empeñado mucho también en convencer a nuestros jefes y a los responsables políticas de que podíamos empezar con la actividad. Costó un poco, había miedo y esto nos ha pillado a todos de nuevas, pero en el momento en que los gestores trabajamos conjuntamente e hicimos propuestas, estudiando lo que se hacía en otros sitios, tratamos de volver cuanto antes. Se ha demostrado que las actividades se están llevando a cabo con limitaciones de aforo y demás, pero de forma segura. La ciudadanía puede estar tranquila, y de hecho la gente está empezando a responder. En los últimos meses nos hemos preocupado mucho de la salud física, y es normal, pero no hay que descuidar la salud mental y en eso la cultura ayuda muchísimo.

¿Cómo va a ser la temporada con la incertidumbre de no saber hasta cuándo se puede programar?

-Bueno, en vez de anunciar programas trismestrales, los vamos sacando en pildoritas de un mes o de dos meses por si cambia la normativa. La verdad es que la programación la tenemos contratada todos o casi todos hasta enero. Hay espacios casi con más actividad de la que había otros años porque hemos rescatado la de marzo, de modo que más profesionales tengan cabida. Espero que sea un otoño muy cultural.

Hoy.

-9.30 horas, inauguración.

-10.00, El papel de la cultura en la sociedad actual, a cargo de Ramón Andrés, ensayista y poeta; y Daniel Innerarity, filósofo y ensayista.

-12.15, encuentro La cultura como herramienta de transforación en el mundo rural, con Gemma Carbó, directora del Museo de la Vida Rural, y María Montesino, de la Plataforma La Ortiga.

-16.30, espectáculo sonoro Post-Kosmos.

-17.30 horas, mesa con representantes de los grupos con representación en el Parlamento foral.

Mañana.

-9.00 horas, (Re)pensar la gestión cultura: hacia modelos sostenibles e innovadores, con Sandra Guevara, consultora en estrategias de desarrollo sostenible, economía circular, nuevos modelos de negocios, y David Márquez, politólogo, gestor, analista y consultor cultural.

-10.30 horas, Navarra y la agenda local 2030. Experiencias, con la escritora Sandra Bruna y su proyecto Rural es Feminista; el artista Mikel Belascoain, con Filmaking For Social Change, y Xabier Aguirregabiria, portavoz de Sodepaz, con Palestina Habibti.

-12.45, La Europa actual desde la mirada del mundo, con la periodista Rosa María Calaf.