as teles nos tenían en masa a su disposición, entregados como mosquitos a su luz. Con cenas, cotillones y celebraciones callejeras prohibidas -también los gilipollas, que diría Ibai Llanos, tenían prohibido tirar petardos- prácticamente el 100% de la población estábamos a su merced dispuestos a regalarles audiencias millonarias si se lo curraban un poquito y no nos hacían apagar la tele. Les dio igual, todas las cadenas programaron viejos espacios de la antigua normalidad. Se impuso el no tan bueno, no tan bonito pero sí barato para animar la velada.

Lo mejor de la noche fue otro año más Cachitos de La 2. Que un programa de refritos hecho con trozos de canciones cuya única aportación consiste en poner una frase graciosa a cada canción sea lo mejor de la noche dice mucho sobre la programación de la noche. Estuvieron simpáticos e ingeniosos con chistes como el de "Boney M o Tigreto N", afilaron un año más el sarcasmo político contra la rancia ultraderecha y, sin embargo, quedó la sensación de que es demasiado pronto para reírnos de la gestión del drama del coronavirus o para hacer frases ingeniosas sobre la muerte de Pau Donés.

Como también es tradición, antes hicieron su especial anual con actuaciones inéditas, entre las que destacaron Amaia (OT), Izaro (que cantó en castellano) y Estopa, además de distintos grupos alternativos. La experta musical Virginia Díaz, que designó como representantes de TVE en Eurovisión a Manel Navarro (el del gallo), chupó este año más plano que de costumbre y hubo más tiempo para sus presentaciones que para las actuaciones, pero la presencia de Mikel Iturriaga (con kalimotxo), Eduardo Cabezón y Jordi Hurtado intentaron compensarlo. Lo mejor, sin duda, fue cuando la presentadora se subió al coche de Regreso al futuro para atropellar, antes de que acabara en la sopa, al murciélago chino y salvarnos del coronavirus.

En La 1 todo fue igual que los últimos 20 años, que es el tiempo que lleva José Mota haciendo los especiales de Nochevieja. Lo suyo ya no es tradición, es rutina. No quedó claro si con Adiós dos mil vete el cómicointentó hacer humor o solo un homenaje a la tercera edad. Junto a él colaboró un año más Santiago Segura, que ya parece su sucesor natural para Nochevieja, una vez que ha validado en taquilla su humor inofensivo y familiar, tan al gusto de La 1. Tras ellos, llegó con ¡Feliz 2021! la típica gala de actuaciones musicales de andar por casa con los mismos de siempre que cometió el mismo error que Cachitos y contó con unas presentaciones extralargas a cargo de Chenoa y Flo.

Antena 3 también tiró un año más de refritos, con un zapping de sus programas antes de las campanadas y con trozos de actuaciones karaokeadas después pero sin frases ingeniosas ni artistas originales porque casi todos son imitadores de Tu cara me suena o La voz. La Sexta, convertida en pozo sin fondo de despropósitos, repitió más actuaciones de El club de la comedia, aquel programa que hundió tras echar a Eva Hache, para la que todavía no ha encontrado repuesto y llevan dos intentos fallidos.

En Mediaset, Cuatro recurrió, otro año más, al cansino programa de citas de Sobera, y Telecinco, como en Nochebuena, al esperpento de La última cena, a cargo de los colaboradores más insoportables de Sálvame y, para evitar fugas masivas de espectadores, se dedicó a cebar el programa diciendo que lo visitaría una cantante que formó parte de un grupo musical que hizo historia y que al separarse se paralizó el país. ¿Quién era? Pues Sonia, de Sonia y Selena, porque todo lo que emite Tele 5 es un pitorreo hacia sus espectadores.

En Euskal Telebista, Vaya Semanita colonizó ETB 1 (con gags en euskera, eso sí), que era el último reducto que le quedaba. Por la noche, arroparon las campanadas de Durango con un especial de Herri txiki, infernu handi endulzado por Arguiñano hijo, y tras las uvas, el habitual Go!azen, que sorprendió con el momento Pitufos makineros y en el que brilló Iker Lauroba, a la guitarra, con el tema Mash Up.

ETB 2 también programó el habitual especial que ha presentado los últimos años Ion Aramendi, cuya complicidad, implicación y buen rollo se echó de menos. Julian Iantzi tomó el testigo. Una canción para Nochevieja intentó ser un homenaje a distintos colectivos esenciales durante la pandemia y lo mejor fue la realización de sus vistosas actuaciones en exteriores.