La directora de Pamplona Negra siente que las cuatro novelas que ha publicado hasta ahora han sido “un entrenamiento” para llegar hasta esta. Quizá por eso está “más nerviosa que nunca” ante su confrontación con el público.

Lo primero, ¿cómo está, pandemia mediante?

-La pandemia está siendo muy dura. Soy una persona básicamente social, me gusta muchísimo la gente, salir, hablar y el contacto humano en general, y estoy al borde de necesitar un psicólogo. He tenido pérdidas personales irreparables y creo que voy a salir de esto totalmente diferente. Es que la pandemia nos ha enseñado que la vida son dos días.

¿Cómo está viviendo estas horas previas a que Marcela Pieldelobo se dé a conocer al público?

-Con mucha intensidad. Estoy muy nerviosa (ríe). Estoy orgullosa de todas mis novelas, pero en esta he echado el resto. He trabajado mucho a la protagonista, a los secundarios... Los he construido, puesto del revés y vueltos a reconstruir varias veces para que fueran lo que la historia necesitaba. Ha sido una tarea de pico y pala literaria muy dura y muy larga. Tuve un parón entre mayo y julio, después del fallecimiento de mi padre, en el que fui incapaz de escribir una palabra, pero cuando retomé la novela lo hice con ganas y metí muchas horas. Y reconozco que nunca como ahora he estado tan temerosa de la aceptación o no aceptación de la novela. Estoy como angustiada. De hecho, duermo menos, sueño con entrevistas, con reseñas (ríe).

Las/os escritoras/es y todas las personas en general compartimos más los comentarios positivos sobre nosotros que los que no lo son tanto. ¿Cómo lleva en general esas críticas no tan buenas?

-Las encajo bien. Hombre, nunca he tenido ninguna en la que me hayan faltado al respeto, así que por ahí bien. Como es lógico, no coincido con esas opiniones, pero habitualmente comparto en redes tanto las positivas como las negativas. No tengo ningún problema. Leo todos los comentarios y nunca discuto con quien me critica.

Con esta nueva novela regresa a Pamplona después del viaje que se hizo a Estados Unidos con ‘Una bala con mi nombre’. ¿Aquello fue una especie de parentesis o quizá una línea de trabajo diferente que deja abierta de cara al futuro?

-Fue un break, unas vacaciones literales y literarias. Te veré esta noche fue muy dura, tiene escenas complicadas, intensas, y lo pasé mal. Había veces que tenía que cerrar el ordenador y estar dos días sin escribir. Por eso, después de publicarla necesitaba divertirme, respirar, tomar otro camino y de ahí surgió Una bala con mi nombre. A mí me chifla el thriller, es un divertimento fantástico. Nunca había escrito algo así, me encantan los retos, los sudokus, los crucigramas, los libros de misterio y me dije ‘voy a ver si soy capaz de escribir uno’. Así empecé, sin más ambición que desafiarme a mí misma, pero luego hablé con mi agente y me dijo que estaba muy bien; tanto es así, que lo colocaron a la primera y en una nueva editorial. Y aunque fue una especie de paréntesis, sí que es verdad que me abrió una puerta a la que estoy deseando de asomarme otra vez. De hecho, tengo una idea en un cuaderno que me ronda bastante.

Con ‘Bajo la piel’, como comentábamos, vuelve a la capital navarra con un personaje, Marcela Pieldelobo, que trabaja en la misma comisaría que David Vázquez, uno de los protagonistas de su trilogía.

-De hecho, en un momento de la novela Marcela se lo cruza (ríe).

¿No pensó en cambiar de cuerpo policial?

-No, es el universo en el que me siento cómoda. Trabajar ahora con otro cuerpo me da miedo por si me equivoco. Para la trilogía hablé hasta la saciedad con Policía Nacional, no me costó nada encontrar asesores y son encantadores, con lo cual, en ese sentido he ido a lo fácil. Eso sí, reconozco que a ellos igual no les hará mucha gracia algunas de las cosas que hace Marcela, pero bueno, al final es ficción. Y vuelvo a Navarra porque es un personaje más. Igual que soy consciente de que un thriller yo no puedo ubicarlo ni en Pamplona ni en Madrid ni en Barcelona, sino que tengo que irme más lejos, la novela negra ambientada en Navarra me parece absolutamente creíble y verosímil. Bueno, a la vista está, no soy ni la única ni la primera que lo hace.

Marcela Pieldelobo. Menudo personaje, ya desde el nombre.

-Me encanta el nombre (ríe). El personaje tenía que ser un todo: en su personalidad, en sus acciones, en su físico y, por supuesto, en su nombre. Marcela me gusta mucho, tiene potencia sonora. Igual que cuando fui madre me pasé meses buscando la sonoridad entre el nombre y los apellidos de mis hijos, los libros son un poco mis hijos literarios, así que hice lo mismo. No quería un Vázquez, un Gómez... Quería algo especial porque el personaje lo es, y encontré Pieldelobo, un apellido considerado raro por el Instituto Nacional de Estadística. Ahora mismo hay menos de 50 en todo el Estado. Fue relativamente frecuente en la zona de la meseta castellana entre el gremio de los curtidores. A mí me encantó, encajaba sonoramente, fonéticamente y es fácil de decir, así que no busqué más. Lo curioso es que yo no me había dado cuenta, me lo dijo una de mis lectoras cero, pero parece que tengo cierta fijación con los lobos, porque la protagonista de la trilogía es Irene Otxoa, que significa lobo. Se lo puse porque es mi cuarto apellido, pero no sé, igual tengo algo en el subconsciente (ríe).

¿Cómo me definiría a esta mujer?

-Es una mujer sin medias tintas. Para ella solo existe el blanco y el negro. Tiene muy claro lo que quiere hacer, y en este caso en particular no es que pretenda impartir justicia, porque tampoco se cree una justiciera, sino encontrar al culpable de los graves delitos que se cometen y ponerlo ante la justicia. ¿Qué pasa? Pues que cuando encuentra trabas, dice ‘pero si yo sé saltar’. Y salta. Para Marcela, mientras el objetivo sea lícito, el medio se puede adaptar.

No está en su mejor momento personal.

-No. Acaba de morir su madre, se ha divorciado, tiene una relación con un policía foral al que mantiene a una prudencial distancia y su padre, que desapareció hace muchos años ha vuelto a aparecer, lo que le ha hecho recordar episodios de su infancia y adolescencia. De hecho, ella se hizo policía porque no vio los malos tratos que su padre infligía a su madre y se prometió a sí misma que nunca más iba a cerrar los ojos. Y es lo que hace, mirar, buscar y aplicar la ley.

¿Se ha apoyado en algún referente literario previo de mujer policía o investigadora?

-No. Por suerte, cada vez hay más protagonistas femeninas de novela negra, y he leído a muchas de esas autoras, pero no encuentro que Marcela se parezca a ninguna de ellas. He intentado que no me comparen, para mí es muy importante ser yo misma y encontrar mi propio camino. Durante la trilogía me comparaban con otras autoras, y eso sí que me molestaba un poco porque me parecían comparaciones gratuitas de gente que igual no se había leído las novelas, así que siempre intento huir de los tópicos. De hecho, hay respuestas de Marcela que son directamente mías, y quien me conoce me reconoce (ríe).

¿Admite que hay momentos en que el personaje llega a caer mal?

-Sí, sí, de hecho a mí misma hay momentos en que me caía mal, sobre todo cuando se pone borde con Antón de manera innecesaria. O con Damen, que se considera a sí mismo su saco de boxeo y ella bromea, pero lo utiliza así mismo. Pero, bueno, es que todos caemos mal en algunos momentos. La vida es así.

¿Susana Rodríguez Lezaun también sería capaz de saltarse las normas para lograr un fin justo?

-Nunca he tenido semejante responsabilidad, pero si el fin es mayor, lo haría y asumiría las consecuencias. Pero, vamos, más allá de saltarme una cola no he hecho nada (ríe). Y si un fin es lícito y mi acto ilícito no daña a nadie más, por qué no. Por ejemplo, abrir una puerta para ver qué hay dentro no me parece un daño mayor, así que lo haría.

Marcela es una mujer dura y quizá por eso es tratada con cierta condescendencia por algunos hombres a los que les cuesta tratar con mujeres inteligentes, competentes, con carácter...

-Hay hombres a los que les cuesta mucho asumir la autoridad de una mujer. Marcela es inspectora y por debajo de ella hay mucha gente y eso no siempre sienta bien, sobre todo si las órdenes no te las dan, sino que te las ladran. Sin embargo, si el que ladra es un hombre, se asume como algo normal. Me consta que hay situaciones e instituciones en las que se pone en duda la autoridad de una mujer y que cuando toma decisiones controvertidas, se agarran a frases del tipo ‘será uno de esos días’. Esas cosas me cabrean muchísimo. Yo pensaba que caminábamos ya hacia una sociedad en la que el género iba a convertirse en una anécdota, pero no, porque llevamos unos añitos en los que estamos retroceciendo de manera alarmante. Vamos a ver, señores, que no venimos a quitaros nada, venimos a compartir, como tiene que ser.

¿Por qué le pone casa en Zugarramurdi?

-Porque es precioso. Marcela es de Biescas, una localidad del Pirineo oscense, y ese tipo de clima marca. Son infinitas tardes en casa porque ha caído una nevada de metro, porque hace frío, porque lo normal es buscar resguardo... Nada que ver con la vida en Andalucía o en el Levante. Por eso me parecía lógico que una mujer como ella no buscara refugio en una ciudad o en una playa, sino en un sitio en el que se siente como en su hogar. Ya no lo es Biescas, porque su madre no está, así que encuentra casi de casualidad esa casa en Zugarramurdi y la está convirtiendo en su hogar.

Uno de los aspectos que más llaman la atención es que ha colocado la trama personal del personaje a la altura o incluso por encima de la trama de investigación. Es una historia al servicio de Marcela Pieldelobo.

-Efectivamente. Para mí, lo primero que nació fue Marcela, y tuve claro que tenía que inventar algo potente para el lucimiento del personaje. La reina de la novela es ella. En la editorial confiaron en mí y están muy contentos. Esta es su novela de presentación, en la próxima ya sabremos quién es, pero en esta nadie la conoce, así que necesitaba una historia a su servicio en la que se viera su carácter, su manera de actuar, incluso su físico.

¡Y lo que bebe esta mujer!

-(Ríe) Tiene un hígado a prueba de balas. A mí me tumba (ríe). Como anécdota, yo me documento siempre muchísimo para todo y cuando pregunté por un licor que pudiera beber esta mujer, me sugirieron el Jäger, así que lo probé y no es que me haya dado a él ni que lo beba mucho, pero me gusta, sí (ríe).

La trama policial implica a una familia conocida de Pamplona, porque esta ciudad es muy de apellidos.

-Pamplona es absolutamente tradicional y se ha sostenido durante siglos en determinadas familias. Esos apellidos abren puertas y, valgas lo que valgas, te colocan en un sitio estupendo. Yo sabía que no era un jardín cómodo en el que meterme, pero la novela negra no es cómoda ni plácida, tienes que masticar la historia y a veces te atragantas con ella. No me preocupa en absoluto que haya alguien que se moleste porque yo hable de las élites de la ciudad.

Tampoco parece preocuparle haber puesto al Opus Dei en primer plano. ¿No ha temido pisar callos?

-No, en ningún momento hago sangre con eso. Esto no es el Código Da Vinci (ríe). Esto es novela negra, las familias que están implicadas en la trama que investiga Marcela pertenecen al Opus Dei. Y en Pamplona no hay una ni dos, hay decenas largas, y en todas las instituciones te puede salir un garbanzo negro. No creo que nadie se vaya a ofender por eso.

Por lo que comenta, tendremos Marcela Pieldelobo para rato.

-Con esta novela siento que todo lo que he escrito con anterioridad ha sido un entrenamiento, un aprendizaje. Estoy orgullosísima de todas mis novelas, muy contenta, pero creo que cada una es un poquito mejor que la anterior. Y sigo escuchando y aprendiendo, con esta novela también. Con Marcela soy ambiciosa y me gustaría seguir con ella a lo que dé, tres novelas, dos, una, catorce... Mientras tenga una historia en la cabeza en la que ella encaje y tenga recorrido no le pongo topes. No me importaría convertirla en mi saga.

Se ha pegado mucho a la piel de Marcela.

-De verdad que sí. Siento que camina a mi lado, y hay cosas que me alegra que haga ella porque yo no tengo valor para hacerlas. Me siento muy cómoda con ella, aunque creo que no seríamos amigas, porque tengo poca paciencia con la gente muy borde (ríe).

  • Título. Bajo la piel.
  • Autora. Susana Rodríguez Lezaun, responsable de otros títulos como Sin retorno, Deudas del frío, Te veré esta noche y Una bala con mi nombre.
  • Editorial. Harper Collins.
  • Extensión. 400 páginas.
  • Sinopsis. No es fácil tratar con Marcela Pieldelobo. Nacida en Biescas, es desde hace una década inspectora de la Policía Nacional en Pamplona. Una mujer excesiva en sus costumbres y afectos y también en el original tatuaje que se enrosca en su cuerpo. Su particular interpretación de las normas saldrá a relucir con un nuevo caso que implica a una conocida familia de la ciudad. Mientras, ella lidiará con sus propios problemas.