as poblaciones de corzo, al principio, y ante densidades muy débiles, sigue una línea incremental muy tendida, hasta que llega un momento en el que, la población despunta produciéndose un fuerte y acusado crecimiento. Esta situación se mantiene mientras la disponibilidad de los recursos alimenticios sean abundantes, ya que es una especie territorial, pero a medida que escasean sus poblaciones entran en una fase de ralentización hasta que su crecimiento se invierte y comienza a descender bruscamente. En ese momento la población habrá superado lo que en términos ecológicos se llama capacidad de carga del medio.

A partir de ese momento la población entrará en una fase de recesión descendiendo la fecundidad y la tasa efectiva de reproducción hasta que la escasez de ejemplares provoca una recuperación del medio y por tanto se llegue de nuevo al equilibrio.

Tal como expone el doctor en ciencias biológicas y presidente de la ACE Florencio Markina, "la productividad efectiva de una población animal es la tasa neta de renovación, es decir la diferencia entre el número de individuos presentes en un año determinado en relación con la población al año siguiente. Floren indica que "esta productividad es el conjunto de cuatro factores como son la mortalidad, la tasa de reclutamiento, la emigración y la inmigración".

La mortalidad engloba al conjunto de las pérdidas de individuos anuales, bien por muerte natural, accidentalidad, predación o como ocurre en Navarra las provocadas por caza.

La tasa de reclutamiento es el número de juveniles de hasta un año que se incorporan cada año a la población. En este caso, también, el reclutamiento va a depender en gran medida de la tasa de fecundidad de las hembras y de su capacidad de éstas para amamantar y sacar adelante a sus corcinos. Cuando en un coto se ven a casi todas las hembras acompañadas de dos crías, a veces incluso hasta tres, es un indicativo de que la población está aún en expansión.

Los procesos de inmigración y emigración representan, en poblaciones en estado equilibrado, un movimiento de animales que puede aproximarse en un 20% del número total de individuos, produciéndose tanto entradas como salidas de individuos, generalmente juveniles, en busca de nuevos territorios de asentamiento. Esta es la que mayor impacto comporta en la estimación de la capacidad de carga en base a la accidentalidad en carretera, ya que muchos de estos jóvenes corzos perecen en el asfalto, señala la Federación de Caza.

Los corzos son una especie muy prolíficas debido a que soportan unas altas tasas de predación, factor esencial para mantener en equilibrio sus poblaciones y por debajo de la capacidad de carga del medio. En caso contrario, son las enfermedades parasitarias las encargadas de eliminarlos. Por ejemplo la enfermedad del gusano en las narices Cephenemyia stimulator, que cada vez con mayor prevalencia en Navarra y el resto de comunidades.

Las poblaciones animales tienden al equilibrio en la razón de sexos, es decir, nacen por igual machos que hembras. En el caso del corzo, esta relación, de forma natural, está desequilibrada ligeramente a favor de las hembras -del orden de 1,2 a 1,5 hembras por macho- debido a una mayor mortalidad diferencial que sufren los machos por la tendencia de los cazadores a cazar machos por su trofeo, incidiendo aún más en este desequilibrio sexual.

La sobreabundancia de hembras, como responsables directas de la reproducción, favorece la productividad llegándose, mucho antes de lo esperado, a la saturación de la población y a la superación de la capacidad de carga del medio, algo que en el caso de Navarra, se está detectando ya, y en las cuales, las enfermedades parasitarias están actuando de forma virulenta, presagiando una fuerte caída de la densidad a corto-medio plazo, que no solo afectará a los corzos sino a sus predadores potenciales, como el águila real.

De ahí que una caza equilibrada, racional y sostenible, tanto de machos como de hembras, y repartida por clases de edad -cargando la presión sobre individuos juveniles-, es la herramienta necesaria para mantener las poblaciones en equilibrio con su medio.

Para cazar las hembras hay que tener en cuenta cual es el período de aprovechamiento de hembras más adecuado dado el peculiar proceso reproductivo del corzo, y que los jóvenes corcinos presentan una dependencia materna hasta bien entrado el invierno, por lo que es poco recomendable abatir hembras durante el otoño a sabiendas de que las crías aún no presentan un grado de independencia aceptable que garantice su supervivencia. Por otra parte elegir un período de no preñez resulta altamente complicado ya que las corzas están en estado de gravidez casi diez meses al año (fenómeno de la diapausa embrionaria), debiendo elegir aquel momento en el que las crías ya sean independientes y en el que el coste energético reproductivo sea menor para la especie.

Por ello, el mes de diciembre es el más adecuado para abatir el cupo de hembras de menos de un año -aún distinguibles en tamaño de las madres en esta época- y dejar los meses de enero y febrero para cumplir el cupo de hembras adultas aún en estado incipiente de gestación.

En Navarra, sin embargo, están optando por una caza de hembras durante finales de verano y otoño, lo cual desde el punto de vista biológico no parece el momento más idóneo, aunque lo importante es como ya hemos comentado es cumplir los cupos y reducir el exceso de hembras.

Desde Adecana y la UNAC defendemos la conveniencia de realizar una caza de hembras de corzo -y, en general, de cualquier especie de ungulado cinegético- como efecto equilibrador y regulador de las poblaciones, debiendo parecerse la caza al efecto que, de forma natural, causa la predación, y más en esta especie en la que la mortalidad natural está ligeramente desviada hacia los machos, pero si queremos que la gestión de nuestro coto esté orientada a la producción de buenos trofeos, se requieren unas densidades bajas y por tanto menor competencia entre ellos.