El crítico de cine radiofónico Javier Tolentino se pasa a la dirección con la película Un blues para Teherán, que presenta en el festival D'A y con la que quería "plantear preguntas" sobre la sociedad iraní a través de "un viaje musical" por el país, tamizado a través de sus jóvenes.

Tolentino dice a Efe que su conversión en cineasta es "una consecuencia lógica de haber estado 30 años mirando, estudiando y analizando cine". Tolentino ha llegado ahora a Irán porque desde los años 70-80 le había seducido su cine, "ese que se desprende de India, que empieza a preguntarse por las cosas que pasan en su patio". El título de su película, explica, alude a "la tristeza y la melancolía" que produce en gran parte de la población "la contradicción entre lo prohibido en público y la vida intensa en privado". No fue fácil conseguir los permisos para rodar en Irán, pero lo más dificultoso, apunta, fue grabar en la calle: "hay muchas interrupciones por gente de paisano confidentes de la policía o ciudadanos iraníes que veían a occidentales filmando en público pensando que íbamos a criticar el país, y alguna vez acabamos en comisaria enseñando todo el material, pero siempre en Teherán, pues fuera de la capital todo es más fácil y la gente es maravillosa".

La cámara de Tolentino muestra un Irán inhabitual, en el que contrasta la gran urbe con espacios naturales y rurales más vacíos, y el director califica el país persa como "un crisol de muchas comunidades diferentes, con tensiones no solucionadas entre ellas". En su opinión, "el gobierno iraní siempre habla de la amenaza extranjera para ocultar sus tensiones regionales territoriales".