A lo largo de su trayectoria, la navarra Julia Juaniz (Arellano, 1956) ha montado más 60 películas y documentales. Es la suya una vida por y para el cine, con más de treinta años trabajando en el sector y junto a cineastas como Carlos Saura, Víctor Erice, Rafael Gordon Ramón Barea, Daniel Calparsoro y Paula Cons. Un trabajo que ahora ha sido reconocido por el Festival de Málaga con el premio Ricardo Franco. La montadora recogerá el galardón en la 24 edición del festival más importante de cine español, que se celebrará en la ciudad andaluza entre el 3 y 13 de junio. Juaniz ya fue reconocida con el Premio Zinemira en el Festival de Cine de San Sebastián en 2017.

¿Qué supone para usted recibir el premio Ricardo Franco del Festival de Cine de Málaga?

-Te hace muchísima ilusión... Estoy muy contenta y agradecida, la verdad.

¿Cree que galardones así ponen en valor trabajos técnicos como el montaje, que quizá pasan más desapercibidos generalmente?

-Sí, el montaje es muy importante dentro de una película, al final terminas haciendo el guion por tercera vez, tras la escritura y el rodaje. Y no digo todo el mundo, pero quizá sí hay gente que no lo valora y no lo sabe ver. Estos premios a trabajos técnicos son muy interesantes porque la gente habla de ese trabajo y ponen en valor el trabajo del montaje, que normalmente está más en la parte de atrás de los trabajos del cine.

Hagamos memoria: ¿cuáles fueron sus primeros pasos en el cine?

-Nací en Arellano y en esa época tenías el campo para jugar y el cine. Había sesiones el sábado y el domingo cine e íbamos siempre, así que yo empecé a amar el cine por mis padres y en Arellano. Después me fui a estudiar a Pamplona y había cine club en los Jesuitas y había coloquios, así que ahí empecé a conocer más el mundo del cine. Y mis hermanos mayores, como me gustaba mucho el cine, me empezaron a regalar libros del cine y fui leyendo. En ese momento no había escuelas de cine como ahora, entonces empecé a estudiar Medicina en Zaragoza, donde sí había una escuela de fotografía, Spectrum, y me apunté. La fotografía me gustaba y traían exposiciones buenísimas y a partir de ahí veía que la Medicina no me gustaba tanto y me fui a Londres, que estaba mi hermano ahí. Me apunté a una escuela de cine y luego volví cuando me enteré que iban a rodar en Donosti una película de Javier Aguirre y le lloré para que me dejasen ir de meritorio. Sabía que o entraba ahí, o no iba a hacer cine. Esa película, La monja alférez, marcó un antes y un después: a partir de ahí fui entrando en el cine y mi amistad con Javier Aguirre ha durado.

¿Y cómo llegó al montaje?

-Después de hacer esa película, estaban montando una película en Bilbao de Imanol Uribe, Adiós Pequeña, y me dijeron que necesitaban a alguien para empezar meritorio. Hablé con los de producción para que me dejaran ir a Madrid y llegando a allá me salió una película de auxiliar y a los cuatro años empecé a montar. Pasé a ayudante y empecé a montar cortos, a partir de ahí me fueron saliendo cosas y me quedé en montaje porque me gustaba mucho, tras todos los libros que había leído, del cine ruso, de Pudovkin , de Eisenstein... Me fascinan y eran mundos que había visto en las películas.

A lo largo de su trayectoria, ha montado más de 60 películas y documentales. ¿Qué título recuerda con especial cariño?

-Hay películas que quizá se te olvidan más, pero siempre digo que para mí todas han sido importantes en el momento o porque me han dado de comer. Hombre, mi relación con Saura, que ha durado muchos años, es diferente y sus películas me interesan mucho. Y de las últimas que he hecho, el documental Cartas mojadas me parece interesante. Algunas te dan también momentos más agradables y llamativos, como por ejemplo Tango de Saura, que fue a los Oscar y estuvo nominada... Todas las películas que he hecho me parecen importantes por mis momentos en la vida y en todas aprendes cosas.

Dicen que en el montaje se puede reescribir una película, ¿cómo es entonces su relación y diálogo con los directores de la película a la hora de montar el proyecto?

-Es el diálogo entre los dos. Yo soy muy activa en la vida real, pero trabajando soy tranquila, en el sentido de hacer la película lo mejor que podamos y sepamos en ese momento. En España, cuando he hecho películas sucede que siempre suele venir el director y lo que suelo hacer es ir enseñando lo que voy montando. En el caso de las pelis americanas que he hecho, que han sido cuatro, es diferente. Yo las hacía en España, algunas en Pamplona, les vas mandado el material, hablando por Skype o Zoom, cambiando... y en una película americana sí que hay un contrato que firmas y es que el productor tiene la última palabra y tiene ahí un tiempo para cambiar lo que él quiera. Esa es la diferencia igual con en España, que el productor por supuesto opina, pero es un acuerdo más de palabra.

Cuando va recibiendo el material, ¿qué filosofía o actitud toma a la hora de montar?

-Tengo un ayudante que lo sincroniza y prepara para que ya lo pueda ver y empezar a montar. Prefiero que el director no me cuente cuál es su idea de la secuencia, porque si me lo cuenta, aunque no quiera, vas a ir a eso. De la otra manera, como no sé nada, me veo todo el material y probar versiones. Creo que el montaje tiene que ser creativo y no técnico.

Comenzó a trabajar en el cine en la década de los 90 y en este tiempo, imagino que la propia tecnología habrá marcado su trabajo.

-Sí, pero para eso soy partidaria de que todo lo que avanza es útil. Trabajar en digital es mucho más cómodo. Eso sí, me queda algo de cuando trabajé en moviola -primera máquina ideada específicamente para la edición de películas cinematográficas-, porque ahí tenías que pensar muchísimo la secuencia antes de empezar a editar para no hacer cortes, y ahora sí que trabajo muchísimo mentalmente antes de empezar a hacer cortes y pegar planos. Mentalmente tengo la secuencia, luego si funciona o no, es otra cosa. Pero la parte digital es mucho más cómoda, puedes rellenar muchos más sonidos, poner la música... tienes la película mucho más completa para ver.

El Festival de Málaga, donde han reconocido su trayectoria, es el epicentro del cine español. ¿Qué cree que le falta al sector, si es que considera que le falte algo?

-En este momento veo el cine un poco parado, también por la pandemia, que ha repercutido mucho... A partir de ahora volverá otra vez, pero no hay una industria tan grande ni tanto dinero en España para el cine. No se valora la cultura en España, ese es el problema. Se debería poder conseguir dinero de mecenazgos de otros sitios, como se hace en otros países, lo que se gane en el cine reinvertirlo en ayudas... Las ayudas no son tan grandes y son valoraciones que ahora, con los cambios que hemos vivido, a ver cómo vamos. En España siempre se han hecho buenas películas, pero no se venden bien fuera a veces, no se tiene ese apoyo. Pero creo que hay películas buenas en España y directores que son interesantes, espero que después de esto volvamos otra vez a un camino que se haga cine bueno y que la gente vaya al cine.

Que cada vez va menos...

-Ahora se ven las películas en casa y sobre todo se ven series. Son cambios o mutaciones que dentro del cine existen, pero también en el modo de ver el cine... El audiovisual hoy en día es un lenguaje nuevo y todo está cambiando, ¿hacia dónde vamos? No lo sé muy bien en este momento, creo que todo lo que avanza tenemos que saber utilizarlo. Para mí el lenguaje audiovisual debería ser obligatorio en los colegios. Los niños están viendo imágenes todo el día, no de cine ya, sino audiovisual, y es un lenguaje que ellos debieran aprender. En España no se hace, aunque en otros países sí, y es para que ese niño no sea engañado con las imágenes, que sepa ver que estamos poniendo un plano seguido de otro porque quiero contar esto, que igual te engañan... Deberían aprenderlo en los colegios, pero no lo están haciendo.

¿La música, el cine y el arte nunca contado con el protagonismo que merecen en las aulas?

-Es que creo que lo que se hace en todo lo que es educación es aprender de memoria y hoy en día lo que hay que enseñar a los niños es a pensar. Por decirlo mal, los textos los vas a tener en Google y claro que tienen que aprender de memoria algo, pero no como un papagayo. Tienes que aprender a pensar. Estos niños son nuestro futuro y no les cuidamos en España, en otros países sí. Para avanzar tienes que tener cultura y saber pensar.

Artísticamente, la edición de películas ha sido sólo uno de sus trabajos, ya que también le interesa la fotografía, el collage, el videoarte...

-Sí, también he dirigido cortos de artistas que me gustan. El arte me gusta mucho y he hecho documentales sobre Dora Salazar, otro sobre Marijose Recalde, hago fotografías... También en 2019 presenté en ARCO la instalación El asalto al poder. Me parece muy interesante poder desarrollar la imaginación y puedes contar muchísimas cosas, igual que el videoarte, también lo utilizo un poco para hacer un cine con lenguajes nuevos... Me parecen experimentales y aparte, cuando haces estas cosas, aprendes mucho.

¿En qué momento profesional se encuentra ahora?

-Soy optimista, aunque este momento dentro del cine no va muy bien, como hago cosas de videoarte, exposiciones... Intento trabajar esa parte y moverme. Cuando piensas que te va mal, al final acaba saliendo algo. Este momento no es el mejor, pero creo que ahora está cambiando e intento siempre hacer algo, porque soy muy activa. Mi vida es el cine y no sé hacer otra cosa, dentro del cine y la fotografía, o de exposiciones y de instalaciones, pintar negativos de películas... Con eso crezco y avanzas en las cosas y aprendes. Se trata de aprender en la vida siempre. Cuando voy a ver una película y salgo del cine feliz, tengo unas ganas de hacer cosas... Son motivaciones que cada una se busca.