Sabe lo que es la vida, y no se anda con chiquitas a la hora de nombrar alto y claro los problemas y las injusticias sociales visibilizadas y agravadas por una pandemia que no termina. María Ángeles Durán ha pasado esta semana por el VI Congreso Internacional de Arquitectura de Pamplona, celebrado bajo el título La ciudad que queremos y en el que habló de forma demoledora de Diversidad social y cuidados.

Aludiendo al lema del congreso de de este año, ¿qué ciudades querría María Ángeles Durán?

-Yo he nacido en Madrid y sigo queriendo Madrid, es mi ciudad favorita. Sin embargo querría un Madrid mejorado. Yo vivo muy cerca del Parque del Retiro, y a título personal no tengo problema de espacios verdes, pero sí hay gente a la que le vendría bien tener más parques pequeños. No grandes parques, pequeñas zonas arboladas. Madrid también tiene unos índices de seguridad bastante buenos, y no es mala la red de servicios sanitarios y escolares. Yo creo que el déficit mayor en estos momentos, en Madrid y en toda España, son los servicios para personas mayores. Eso es lo que más falla. Porque la población está envejeciendo. Y son carísimos. Ahora, la ley habla de un 0,50 empleados por residente como mínimo, pero con la pandemia se ha visto que eso era muy insuficiente. Eso es digamos en trato directo, pero hacen falta muchísimos servicios complementarios, con lo que la cantidad de empleados por residente tiene que aumentar mucho. Y eso significa un aumento de precio muy grande; si son públicos habría que pagar más impuestos y la gente no está por la labor, y si son privados quedan reducidos a un sector de la población con un nivel adquisitivo muy alto. Yo quiero una ciudad en la que los cuidados no recaigan básicamente sobre las mujeres, porque el 82% de los cuidadores de larga duración son mujeres. Y además quiero una ciudad en la que los cuidados sean de calidad. Si realmente se quiere hacer un urbanismo de primera línea, hay que poner los cuidados en primera línea.

¿Quién decide hoy cómo son las ciudades?

-Lo decidimos un poco entre todos. El desarrollo de la ciudad está condicionado, para empezar, por la tecnología; la tecnología del automóvil cambió la ciudad, pero ahora mismo la tecnología del móvil también la está cambiando, y la tecnología del teletrabajo también va a cambiar la ciudad. La tecnología tiene un impacto fuertísimo. Luego, la economía; el que haya puestos de empleo para la gente. Por ejemplo, yo tengo mucha conexión con Extremadura y por primera vez estamos perdiendo población, como comunidad, y eso es porque no hay empleo. Entonces una buena ciudad tiene que ser capaz de generar empleos.

Vivimos una crisis de cuidados que la pandemia ha visibilizado, pero ya venía de lejos.

-Sí, la arrastrábamos desde antes. Ahí hay dos factores fundamentales: por una parte, el envejecimiento; y por otra parte, el cambio de los modelos familiares. Cuando antes había, viviendo en una misma famila o con una red muy próxima de relaciones muchos parientes, una sola persona mayor podía ser cuidada por cinco o seis personas distintas. Ahora no, ahora te encuentras que hay sitios en que se ha producido la inversión, o sea, hay más personas mayores que personas jóvenes.

¿Cómo ha afectado la pandemia a las mujeres?

-Según un estudio, para las mujeres ha aumentado muchísimo el número de horas de trabajo, se han reducido las producciones científicas de las mujeres que eran científicas, y la producción laboral en cualquier campo. ¿Por qué? Porque lo que se ha producido es una vuelta de funciones al hogar, y el hogar sigue siendo básicamente en nuestra estructura productiva un asunto de mujeres. Las mujeres hemos pagado un precio altísimo por la pandemia en todas partes.

Es lamentable que no se valore ese tiempo de trabajo no remunerado.

-Sí. Según una encuesta del INE sobre el empleo del tiempo, el tiempo no pagado que se destina en los hogares a producir cuidado, que va desde lavar la ropa hasta comprar la merluza, tener lista la casa o quitar el pañal al niño, es un 33% más alto que todo el tiempo que se pone en mercado, incluido el negro. Equivale a 28 millones de empleos. El tiempo de cuidado no pagado en España, según datos del INE, supone 28 millones de empleos. Invisibles, ocultos. No son empleos porque no cobran, pero son puestos de trabajo. La mayoría los desempeñan mujeres. A ver qué sistema de cuidados inventamos para que la carga no sea tan fuerte. A ver cómo nos las apañamos.

Usted fue la primera mujer que obtuvo en España una cátedra de Sociología. ¿Cómo ve hoy las oportunidades para la mujer? El acceso al empleo ha sido un avance, pero si a la vez queremos tener una familia y criar a nuestros hijos e hijas...

-Claro. La conciliación es ahora más difícil que entonces. El acceso al empleo, a la educación, a la vida política, es ahora más fácil. Sin embargo, la conciliación, al cambiar todo el modelo de familia, se ha vuelto mucho más difícil. Y son ricas y afortunadísimas las que tienen una abuela que todavía ejerce con los papeles de la antigua forma de familia y que echa una mano. Mira, hay un estudio muy interesante, comparando la continuidad en el empleo de médicas y enfermeras. Las médicas no abandonan tanto sus puestos de trabajo porque esperan recuperarse después. Tienen una época de bache pero esperan recuperarse luego. En cambio, las enfermeras desde el principio se ponen bastante bien y luego ya tienen muy poco recorrido, y si no tienen una madre que en el periodo malo les eche una mano, abandonan; porque ganan menos y sobre todo tienen menos posibilidades para el después... tiene para ellas menos atractivo pasar la racha mala trabajando.

Esa externalización de cuidados que se da hoy en la sociedad implica una pérdida de valores.

-Bueno, yo creo que puede haber cuidado de mucha calidad. Lo que significa sin duda es un coste muy fuerte que alguien tiene que pagar. Imagínate por ejemplo en una residencia. La pensión media de las mujeres en España, de las que tienen pensión, 750 euros. Si en la residencia hay una ratio de casi una persona por residente, con 750 tú no pagas a un empleado. Entonces, ¿quién lo paga? Aunque des tu pensión entera, no llegas a cubrir los costes de tu propio cuidado.

¿Y cómo cambiar esto?

-Pues es muy difícil porque hay que combinar muchos intereses y comprometer con el cambio a mucha gente distinta. Eso es una labor política de profundidad y continuidad. Y en ningún sitio está garantizado el éxito.

¿Cómo van a salir los cuidados y las personas cuidadoras de esta pandemia?

-Ya han salido perjudicadísimos. Y la pandemia no ha terminado. Entonces, tenemos que estar previendo sucesivas olas. Hemos quemado mucho al personal sanitario, pero mucho, mucho, mucho, hay sitios donde se han dado de baja muchos médicos y muchas enfermeras, y están muy cansados además, pero es que además no conocemos todavía las consecuencias a medio plazo. Los daños neurológicos de las personas que se están ahora recuperando, todavía no sabemos cuánto van a durar.

La pandemia ha llegado además por falta de cuidado del medio ambiente.

-También. Aunque probablemente la naturaleza es más lista que nosotros y cuando le dé la gana nos mandará un bicho nuevo. Quien dice un bicho dice un ciclón, o un terremoto como el que ha sufrido ahora México. Pero fíjate qué interesante, el terremoto de México ha tenido una intensidad de 7,1, y eso hubiera significado miles de muertos en la zonde Acapulco. No ha habido más que un muerto, creo. ¿Y por qué? Porque en México ahora ya tienen mucha más cultura ante alertas así, suenan las sirenas, lo anticipan, se reúnen en lugares más seguros, ahora ya los edificios ahora ya son más flexibles... Podíamos conseguir algo parecido con las pandemias.

Podríamos salir de esto aprendiendo, construyendo algo mejor; una manera más sana de estar en el mundo.

-Podríamos, pero no sé yo...

No se ve esa luz. Hay demasiados intereses.

-Hay muchos, muchos intereses. Hombre, ha habido cosas que han funcionado bien; la cooperación internacional para la producción de vacunas ha funcionado increíblemente mejor de lo que funcionaba antes. Y por ejemplo en España ha habido una serie de mecanismos que han disminuido parte de los daños sociales, como los ERTEs, aunque hayan tenido un coste alto. Algo hemos aprendido, y podríamos seguir mejorando.

Pero la brecha de desigualdad va a ser mayor.

-Ha sido mayor en todo el mundo.

Y el individualismo.

-Sí. Por un lado ha habido aumento del invidualismo: yo me voy en mi coche, yo me estoy en mi casa, yo estoy en mi máscara y yo me voy a mis vacaciones a este sitio..., pero también ha habido mucho movimiento solidario y cooperativo.

La esperanza la podemos poner en... ¿un cambio en la educación?

-Sí. Un cambio de valores. En ese sentido, hay mucha gente que ha salido fortificada de la pandemia y que ha cambiado de valores. La pandemia nos ha puesto frente a la realidad de la vida, del riesgo, de nuestra vulnerabilidad y nuestro ser efímero.