Se conocen de toda la vida, pero la Feria de Arte de Lima de 2014 fue el detonante para que el arquitecto navarro Javier Mugueta (Pamplona, 1987) y el artista Eugenio Ortiz (Hondarribia, 1956), pusieran en marcha El estampido de la vacuidad, una instalación pensada expresamente para el horno de la Ciudadela y que estará abierta hasta el 12 de diciembre. Homenajean a la obra del poeta cubano José Lezama El pabellón del vacío. "Pensamos que ahí había buen material para reunirlo y recrearnos en él. A partir del enigma que suscita, decidimos renovarlo”, aseguraba el artista.

Es una instalación hermética, que une la poesía, la arquitectura, lo constructivo y lo mágico junto al azar, explicaba el técnico de artes plásticas del Ayuntamiento de Pamplona, Javier Manzanos. “Es una instalacion rica, para dejarse llevar, recorrerla y entrar en la obra de Lezama”. Hay que tomar el poema como leit motiv y dejarse llevar, jugar con las cartas o los elementos que surjan, apuntaba Eugenio Ortiz.

Este homenaje se completa con la figura del pabellón, que inquieta a ambos autores por su aspecto temporal y conceptual, por todo lo que convoca para luego ser desmontado. En palabras de Javier Mugueta, “consiste en eliminar todos esos limites para llegar a lo mínimo de la arquitectura y alcanzar lo máximo. Nosotros habitamos el vacío y con la arquitectura rasgamos ese vacío para construir el nuestro propio. Se entiende muy bien en el poema porque conovoca todos estos elementos”.

Las piezas de la obra

La exposición está articulada en torno a una serie de elementos y estructuras que crean una secuencia de color y geometría, además de una serie de maquetas arquitectónicas.

Una de esas estructuras que se puede contemplar en El estampido de la vacuidad, es el tokonoma, una representación del vacío según la arquitectura ceremonial japonesa y que encuentra su sitio en esta sala de exposiciones. Se trata de un pequeño vacío alcanzado en su interior y que propone que el silencio y el estampido se retroalimenten inevitablemente.

Otra de las piezas homenajea la obra musical Gaspard de la Nuit, de Maurice Ravel, porque va “más allá de Lezama”, según Ortiz, en la idea del enigma y la oscuridad en la literatura fantástica. De la misma forma, se homenajea y recuerda también al filósofo navarro Juan David García Bacca, que trabajó la idea del azar, tema muy presente en la sala, Lo hace, por ejemplo, a través de las cartas de naipes. Se convoca al azar a través de la presencia física y los sacos de yeso. Hablan de lo material para ir acercándose al vacío. Se hace una analogía entre lo material de la arquitectura y el vacío al que hacen referencia con el poema.

El espacio del horno de la Ciudadela, con su peculiar forma circular, está pensado para que el visitante recorra la instalación y descubrir las piezas desde todas las perspectivas diferentes que ofrece. “Son como unas líneas de construcción, se generan pequeñas constelaciones que están conectadas entre sí”, decía Javier Mugueta.

Todos los elementos hacen referencia al pabellón y a uno mismo, al observador. Cada visitante de la obra decide desde dónde contemplarlo, existiendo elementos escondidos que son visibles, de una forma u otra, desde una perspectiva concreta. Además, para hacer la experiencia más inmersiva, se puede escanear un código QR para disfrutar del poema que inspira la exposición con la voz de Eugenio Ortiz.

Javier Lezama es un poeta y pensador cubano, considerado uno de los autores más importantes de Cuba y de la literatura hispanoamericana. El poema pertenece al libro Fragmentos del imán publicado en 1976. El poeta, que trabajó su obra desde la materia y el lenguaje, es calificado por Eugenio Ortiz como “la magia desde Cuba mirando a Europa”.