Dirección: Jesús Echeverría. Programa: Obras de García Leoz Tomás Asiain, A. González Acilu, Fernando Remacha, Emilio Arrieta y Joaquín Larregla. Programación: Gobierno de Navarra. Día de Navarra. Lugar: Auditorio Baluarte. Fecha: 3 de diciembre de 2021. Público: Casi tres cuartos (10 euros).

unque no soy muy partidario de los programas fragmentados, el ofrecido para la celebración del día de la comunidad, la verdad es que ha sido muy bien elegido. Un repaso a compositores navarros que se han movido con más o menos éxito -pero todos con importancia en su época-, en círculos musicales; con un guiño especial a Arrieta, del que seguimos celebrando el doscientos aniversario de su nacimiento. Leoz, Asiain, Acilu, Remacha, Arrieta y Larregla. Nacidos en Olite, Tudela, Alsasua, Tudela, Puente la Reina, y Lumbier, respectivamente. Abarcando casi toda la foralidad, incluida Pamplona, donde Remacha murió, y fue toda una institución en la pedagogía musical. Las obras elegidas, también tuvieron su originalidad; algunas de rara audición. Y todas, con su dificultad técnica, -la trompa, por ejemplo-, muy bien solventada por los intérpretes. Con una dirección clara, precisa y bien sabida por parte de Jesús Echeverría. No fue un concierto de cumplido; todo el mundo se tomó las obras muy en serio. Abre la sesión García Leoz con la obertura de su Retablo de Navidad: no es una obertura que descubra toda la ternura que encierra la obra, con los temas que más se cantan y conocen, -Mañanicas floridas, por ejemplo-, pero la orquesta marca bien el carácter de pregón que tiene la partitura -como otros famosos retablos-. Mucho más descriptivo es el Akellarre de Zugarramurdi, con el contraste entre el sosiego rural y el sonido azufroso del aquelarre. Echeverría cuidó mucho la versión de la Espata-Dantza Pirenaica de Asiain; porque tiene un comienzo muy delicado en el flautín, que va añadiendo la frondosidad del resto de la orquesta, con una progresión bien cuidada, hasta el fuerte, festivo y solemne final; siempre bajo el impecable orden rítmico de ese palo vasco. Me gustó la versión rotunda de Pezzo per archi de Acilu: una versión para orquesta de cuerda de su Trío de arcos, estrenada en el auditorio Nacional de Madrid en 1999, por los solistas de Madrid. Es una música que nos apesadumbra un poco, por su densidad, -en la línea de conocidas serenatas para cuerda (Barber, p.e), y que se abre y colma luminosamente, al final. Las familias cordales se emplearon a fondo y fue muy bien recibida por el público; cuyo comentario, de plena inteligibilidad de la música de Acilu, no se sabe si es un cumplido o un reproche a otras partituras. Vino bien recordar, también, el ballet La Maja Vestida, de Remacha, estrenada en la Exposición I. de París en versión concierto (1937), una obra de juventud que se escucha con agrado; con un moderno tratamiento del folclore español, entre Strawinsky y Falla, colorista y variada, brillante en el contrapunto de trompas, y bien servida por los músicos. Emilio Arrieta es galante en su Capricho para orquesta, con aire de danza en toda la obra; e italianizante, operístico, a tramos verdiano, en los Recuerdos del dominó Azul. Como decía la crítica de su época, "la música de Arrieta es de melodía elegante, armonía nutrida y variada, instrumentación tupida, expresiva, dramática, sin efectos de brocha gorda, con finura y distinción..." (Arrieta, J.M. Macaya, ed. Arpegio). Mención muy especial para los solos de trompa, trompeta... para las maderas... En resumen, un Arrieta bien definido en su teatralidad. La jota de concierto Viva Navarra, dígase lo que se diga, siempre nos resulta emocionante: el rubato del tema Tiene los ojos azules, lento y melancólico, que hizo Echeverría, enternece al respetable; sus fragmentos de adorno virtuosístico en cuerda y maderas, excitan, y no sólo aquí, (óigase en You Tube la versión de Evgeny Kissin, que siempre levanta al público del asiento). Una velada de agradable repaso a los paisanos.