pasionada de la creación artística a partir de materiales reciclados, Alicia Otaegui (Pamplona, 1963) ideó un día navegando el reto que acaba de materializar en su nueva instalación. “Pensé que sería bonito dar una nueva vida a esas velas de barco desechadas que, por acción de un medio tan duro como es el mar, terminan rotas, muy castigadas, y ya no sirven para navegar”, cuenta.

Entonces se planteó unir ese movimiento natural del viento que para ella simboliza la vela de barco, con otro movimiento resultado de una acción humana de la que la artista se declara “muy defensora”: pedalear en bicicleta. Así surge la instalación Viento en popa y a toda rueda, inaugurada el pasado jueves sobre la fachada de la sede de DVELAS -en Pamplona, Padre Calatayud, 13-, empresa que se dedica a la creación de muebles contemporáneos a partir de velas de barco que ya no son aptas para la navegación. Así, en realidad Alicia Otaegui da una tercera vida a estas velas, que en su día desecharon primero los navegantes, y luego desechó DVELAS. “Para mí es un reto trabajar con lo que ellos descartan. Contribuir a la cadena de la sostenibilidad intentando rizar más el rizo de la reutilización”, cuenta Alicia Otaegui.

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La idea del proyecto se gestó antes de la pandemia pensando en hacerlo realidad sobre la fachada del Aquarium de Donostia. “Me llegó la oportunidad de intervenir allí y empecé a crear la instalación Rodando velas, uno de mis proyectos más ambiciosos. Pero, cuando ya tenía la mitad de la producción realizada, llegó la pandemia y todo se paró. Mi propuesta quedó en stand by hasta que la Fundación que gestiona el Aquarium de San Sebastián salga de su dramática situación económica”, explica la artista plástica e interiorista.

Con un 50% de la producción de la instalación almacenada entre Noáin y Bidaurreta y a la espera de ser completada hasta “nuevo aviso”, el arquitecto Enrique Kalhe, fundador y director de DVELAS, ofreció a Otaegui la fachada de su sede para dar salida a ese material ya creado y listo para mostrarse al aire libre. Y allí luce, en una intervención que “logra cierto equilibrio” desde una composición asimétrica y orgánica creada a partir de 40 ruedas de bicicleta de diferentes tamaños sobre las que la artista ha tejido a mano restos de velas que le ha proporcionado DVELAS, y en las que hay toques de color gracias a la utilización de velas spinnaker.

“El argumento de la instalación explica cómo las velas del barco permiten desplazarnos por el mar cuando el viento aliado actúa sobre ellas, al igual que las ruedas de la bicicleta nos desplazan por tierra cuando pedaleamos con nuestro esfuerzo”, cuenta Otaegui, satisfecha de haber “unido los dos mundos, el acuático y el terrestre, mediante la repetición del mismo elemento”.

La artista ha “disfrutado mucho del trabajo manual de tejer esos restos de velas, con unas texturas, calidades y transparencias mavarillosas”. Una labor que, dice, “ha sido dura, acabé con las manos destrozadas”, y que le ha permitido lograr “un resultado con un efecto muy interesante, que cambia según le dé la luz frontal o desde atrás. Estoy emocionada porque está gustando, y era arriesgado”, apunta.

Llevar el arte a escena

Alicia Otaegui confía en poder llevar a cabo en un futuro la instalación en la fachada del Aquarium de Donostia, sobre la que dispondrá 200 ruedas de bicicleta tejidas. “Espero que la Fundación pueda mejorar su situación económica. A los Ertes que tuvieron que afrontar, se suma el hecho de que durante la pandemia no han podido cerrar, tienen allí un equipo de veterinarios permanente, tampoco han dejado de trabajar los buzos que bajan a hacerse cargo del mantenimiento del Aquarium, de animales que enferman... La vida acuática allí ha seguido en todo momento y ha habido que seguir cuidándola. Y en este tiempo de crisis no han tenido ingresos de colegios ni subvenciones, así que mi proyecto no es prioritario. Antes tienen que remontar”, cuenta la artista, que tiene intención de moverse ella misma tocando puertas en el departamento de Cultura o Turismo para ver si logra dar salida a esa instalación que, dice, “para Donostia puede ser un reclamo atractivo”.

En cuanto a la necesidad de trabajar por la sostenibilidad, Otaegui se muestra “muy crítica con todo lo que desechamos de embalaje cada día”. “Podemos reciclar, pero el trabajo debería empezar desde los diseñadores, empleando materiales biodegradables y en los que no fuera necesario tanto envolvente. Incluso para comerte una galleta, todo el plástico y el cartón que tiramos...”, lamenta.

En este tiempo de cambio constante, la artista tiene claro que “hay que buscar nuevos escenarios y nuevas fórmulas para hacer llegar el arte al público”. Y en eso anda, inventándose un formato que le ilusiona: “Me voy a pasar a la parte escénica, tengo en mente ir ahí a pelo y contar a un pequeño público al que sienta cerca, unas 40 personas, esos proyectos que tengo en la cabeza o en agenda pero seguramente no podrán ver la luz. El reto que me planteo es cómo ser capaz de contarlos de una manera amena, con ironía, intriga y farsa; como si hiciera las exposiciones pero en el escenario, todo de manera oral. Porque cada vez es más difícil exponer, no es rentable, no hay dinero y a mí como artista no me revierte ni un duro de todo lo que invierto”, afirma.

“Para mí es un reto trabajar con lo que DVELAS descarta, es rizar el rizo de la reutilización”

“Exponer no es rentable, estoy ideando una fórmula de contar de forma oral

el arte en escena”

Artista plástica e interiorista