Josefina García-Marruz Badía (La Habana, 1923), la más grande poeta viva que tenía Cuba hasta hoy será recordada como una de las figuras femeninas más relevantes de la literatura hispanoamericana, reconocida con importantes premios que la destacaron pese a su preferencia por la discreción y el silencio.

Además de una extraordinaria poeta, García-Marruz, fallecida este lunes a los 99 años, fue ensayista, investigadora y crítica literaria. La escritora, que se paseó por varios géneros de la letra impresa, se convirtió en la segunda mujer en recibir el Premio Nacional de Literatura en 1990, después de que el galardón fuera entregado a la sobresaliente poeta Dulce María Loynaz, en 1987.

Dos décadas más tarde le llegó el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, otorgado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile. Fue “una de las más extraordinarias voces poéticas de la literatura latinoamericana”, como señaló la institución cultural cubana Casa de las Américas.

Su poesía ha sido traducida a varios idiomas. Entre otras antologías, figura en la realizada por Carmen Conde bajo el título Once grandes poetisas hispanoamericanas, publicada en Madrid, en 1967 y en la de Margaret Randall: Breaking the silence (Rompiendo el silencio), publicada en Vancouver, Canadá en 1982.

Se consideraba con “suerte” porque decía que nunca necesitó llevar sus poemas a nadie, pues tenía en su casa a su esposo, Cintio Vitier, y a su cuñado, el gran poeta Eliseo Diego, y amigos como Lezama Lima.

La escritora fue condecorada con las órdenes de la cultural cubana Félix Varela, Alejo Carpentier y José Martí, y el Premio Nacional de Investigación Cultural de 2005.

Trabajó desde 1962 como investigadora literaria en la Biblioteca Nacional José Martí de La Habana y desde su fundación, en 1977, hasta 1987 perteneció al Centro de Estudios Martianos, donde alcanzó la categoría de Investigador Literario, integrada al equipo realizador de la edición crítica de las Obras Completas de José Martí.