Elio Antonio Martínez de Cala e Hinojosa era su verdadero nombre pero todo especialista de la lengua y la literatura, todo aficionado a la lectura y la escritura, le relaciona con el que le dio a conocer en el ancho mundo hispanohablante hasta nuestros días: Antonio de Nebrija. Nebrija es reconocido como uno de los impulsores del Renacimiento en su lengua, la cual sustenta la lectura de su Biblia políglota complutense, resultado del encargo del Cardenal Cisneros en 1502 acerca de la revisión de distintos textos antiguos. Más antiguos.

Es también el autor de una importante Gramática de la lengua castellana, obra de 1492 por la que es considerado, con toda lógica, como artífice esencial de la lengua en cuestión. Y es, el lebrijano universal, padre de los volúmenes que componen su Vocabularium, diccionario hispano-latino de quien falleciera en Alcalá de Henares precisamente el segundo día de julio de 1522, hace ahora… ¡500 años! Por cierto, respecto a su legado, Fernando Lázaro Carreter recordaba décadas atrás que los castellanoparlantes no contarían “hasta el último tercio del siglo XV con un humanista de categoría europea: Antonio de Nebrija”, si bien “la gran admiración por los clásicos, y por los grandes escritores italianos que señalan el nuevo rumbo literario (Dante, Petrarca y Bocaccio), había llegado antes”.

Ha habido suerte: con el fin de no olvidar nada de ello y trasladar tales inquietudes al joven y al menos joven de hoy en día, Nordica Libros reeditó, a principios de este año, Nebrija, sugestivo cómic biográfico de Agustín Comotto que no olvida la importancia del contexto histórico y cultural en el que se desenvolvió el autor. Y, por otro lado, es el mes de julio, el que puede llevarnos también hasta 1972, pues el día 22 de ese mes y de dicho año, quien fallece es Max Aub. Nacido en París allá por 1903, se afincó en Valencia con su familia y de allí, partió para Ciudad de México, donde se exiliaría tras la Guerra Civil española; en lo referente a la actualidad de su eterna obra, a finales del pasado año, Renacimiento ya había reeditado La gallina ciega, producto de un viaje a España en 1969 para recoger material con el que escribir un libro sobre Luis Buñuel editado por primera vez en México el año 1971.

Finalmente, Cuadernos del vigía hizo lo propio recientemente al reeditar la colección de cuentos Yo no invento nada, en la que el lector puede hallar relatos escritos en los años 30, 40, 50 y 60 del pasado siglo que enriquecen la Colección a la carta’ del sello. Gracias a ello (y a todo lo anterior), podemos sentirnos afortunados y leer (o volver a leer) hoy en día obras como las de Nebrija y las de Max Aub.