Al alba estamos desayunando en pleno centro de Mérida. Hace ya unos pocos años que nos cambiamos de hotel por uno que se encuentra junto al Museo realizado por el arquitecto tudelano Moneo y el increíble anfiteatro romano. De hecho, anoche cenamos en uno de los clásicos restaurantes que allí se encuentran. No hace muchos minutos que ha salido el sol y ya estamos llenando el buche y preparándonos para salir de viaje nuevamente. Mérida, la provincia entera y toda la región extremeña es una zona clásica de visita para mí. Creo que sigue siendo una de las grandes desconocidas en España, pero, cada vez que me preguntan, o incluso escucho desaciertos que algunos ignorantes suelen hacer sobre ella, no me queda otra que ensalzarla. Si no la conocen no saben lo que se están perdiendo. Yo, que algo he viajado, no la cambio por la mejor playa del planeta.

Nos despedimos de la recepción, del hotel y de la parte vieja emeritense, y sin ser las nueve salimos camino de nuestra matinal cita. Una vez pasado el puente sobre el Guadiana, y con la vista del viejo, y bien conservado, puente romano que ya solo se puede cruzar a pie, tomamos el camino hacia Alange en busca de nuestro hito del día. Lugar que apenas quince minutos después de pasar por allí tenemos ante nuestros ojos.

Muchas veces he entrado por esa puerta, tantas con sorpresas diferentes, y a pesar de que van a hacer tres años ya de la desaparición del patriarca creador de aquello, no puedo dejar de pensar en él. Y en todo lo que ha cambiado esta casa en poco más de veinte años. Todos los proyectos que han ido forjando estas tierras hasta llegar a las actuales. Atrás quedan los cultivos para crear el propio pienso de las reses. Aún están los grandes cubiertos donde se intentó dar salida, por medio de engorde y venta como ternera de lidia, a aquellas reses que no pasaban la prueba como reproductoras y había que ‘quemar’. Ahora son cuadras para la imponente reata de caballos que se tienen en la propiedad.

Cruzar el umbral y dirigirse hasta la casa principal es sumergirse en un mar de olivos. Todo de cultivo superintensivo de riego en cientos de hectáreas, muchas de ellas quitadas a los toros de lidia, además de a todo tipo de plantas que antes lo poblaban. Pero esto no sólo es aquí. Casi toda España se ha rendido al oro líquido. Poca labor diaria. Sobre los diez mil kilos por hectárea al año. Y con precios y ventas como si metal precioso fuere. Y entre ese oro líquido, utreros y toros viven en total tranquilidad, únicamente molestados, además de por algunos pelmas que les importunamos, por el tractor del pienso y las miles de palomas y cigüeñas que con ellos cohabitan.

Llegar y bajar a observar las maravillosas vistas, incluidas las de la ciudad de Mérida que se ve a lontananza, apenas dura un instante. Ángel ya está llegando. Buena mañana de sol, y sin aire. Buena temperatura, aunque allí le llaman fresco. El mayoral, Ángel Pérez, hombre de la casa, y que estaba antes de que la propia ganadería gaditana se instalara allí, es el hombre de confianza de Borja, como lo fue antes de su padre. Es un gran tipo, y da gusto pasar la mañana con él. Se alegra de ver a mi hijo de viaje. Ya era hora de que te pasaras por aquí, le dice. Y sin prisa alguna recorremos todo el cortijo durante las siguientes horas. Al haber uno nuevo, se molesta en enseñarle todo. Empezamos por las corridas que se van a lidiar este año. Separadas en lotes para cada plaza, vamos viendo las doce salidas de este año. Toros de toda condición, hechuras, pelajes, encornaduras, van variando de una corraleta a otra, según sea para una plaza de primera, segunda o tercera. Vemos toros de Madrid, de Pamplona, de varias plazas de Francia, y de muchas que me callo porque todavía estar por anunciarse en sus propias localidades. Todos de la misma camada, de los mismos sementales, dan tremendas diferencias entre unos lotes y otros, porque no es lo mismo el toro de Sevilla que el de Pamplona les gusta decir en el campo. El de allí abajo es el bonito. El nuestro, lo más grande y más aparatoso. No llevamos aún mucho rato y aparece Borja, que está laborando con los utreros, y paramos a charlar un rato. Y de ello seguimos hablando. De lo diferente que son toros de las mismas edades, y es que unos son Gasol y otros Marc Márquez, pero todos pueden ser buenos y bravos. Recordamos al añorado padre con aquella frase que decía que los de Pamplona nacen, no se hacen, y deben ser así para que se puedan ver por la Estafeta. Pero a muchos de los toreros que les toca lidiarlos a las tardes no sé si les hace tanta gracia, y con ello volvemos al ‘feo’, para mí, término que usan los profesionales al decir toro bonito. Y es que, en esta casa se crían de siempre muchos de ellos. Esos toros de lomos rectos, que son bajos, y muy finos de cabos. Nada destartalados, y que tengan algo de chispa, pero nobleza por encima de rudeza. Continúa él a su labor, y nosotros a lo que estamos. Y sí. Si hay una corrida por encima es la de Pamplona. Tienen diez para Madrid y otros tantos para Pamplona, ósea que el encierro que nos llegue está más que cubierto dando tranquilidad a la empresa, claro está, que sé que nos repetimos, pero el campo es impredecible. No obstante, a mis ojos, es de lo más bonito, si no lo más, que va a llegar a los próximos Sanfermines.

Más allá del mediodía nos despedimos muy agradecidos por todo. Ha sido una espectacular mañana, coincidimos los cuatro. Toca viajar al sur, ponernos primero en modo ruta en la autovía de la ruta de la plata, y vamos hablando con el nuevo a ver qué le ha gustado más. La explotación es increíble, un paraíso, comenta, pero lo que más le ha sorprendido ha sido el corredero. Dos kilómetros y medio de largo con una anchura increíble, donde todos los lotes corren dos días a la semana los cinco kilómetros de ida y vuelta. Y es que, desde que su tío Juan Pedro inventó el tauródromo para mover a los toros, este puede ser el más espectacular de toda la cabaña brava.

Gabino ha cogido el volante esta mañana y es quien se encarga de llevarnos hasta Jerez de la Frontera. Allí haremos centro unos cuantos días. Y pensando donde parar a la gasolina y repostar el cuerpo, la boca se nos hace agua pensando que esta noche tenemos reserva en casa de Fermín en Jerez. Esta noche toca Bichero.