Imperfecto y cruel, pero un artista de los pies a la cabeza. Así dibuja a Frank Sinatra el afamado novelista y periodista Pete Hamill, confidente y amigo del autor de clásicos como My Way, Fly Me to the Moon, That’s Life o New York New York. El 25º aniversario de la muerte del mejor crooner de la historia resulta perfecto para sumergirse en La Voz. Por qué importa Sinatra (Libros del Kultrum), y descubrir cómo este hombre, tan tierno como duro, se convirtió en la estrella más rutilante, cayó en picado y resurgió después porque “mi vida no habría sido lo mismo sin la música”, explica en un volumen en el que también habla de mujeres, mafia, política y xenofobia.

Hamill, estrella del Nuevo Periodismo fallecido en 2020 y confidente y amigo de correrías nocturnas de Sinatra bañadas en tabaco y Bourbon, supo de su muerte, en la sala de espera de un aeropuerto. Y aunque en su día rechazó la oferta del cantante para que escribiera sus memorias, en ese momento decidió escribir un libro que es el retrato “de un hombre de carne y hueso”, no solo del vocalista que se convirtió en “la mayor estrella del espectáculo” a mediados del siglo XX al ser visto como “la voz estadounidense urbana”.

Nadie le cantó a “los desahucios del amor, la silenciosa soledad insomne y el constante embeleso de todas las bellezas posibles” como este cantante y actor, hijo único nacido en Hoboken (Nueva Jersey) que acumula 1.307 grabaciones realizadas entre 1939 y 1995. “Mi vida no habría sido la misma sin la música”, rescata Hamill de sus conversaciones con Sinatra. “Fue el motor de su vida”, recuerda sobre una persona a quien dibuja como posesivo con las mujeres, receloso de su intimidad, feroz protector de su familia, gracioso, vulnerable, inteligente, buen lector y amante de la pintura, la música clásica y los deportes… a pesar de su imagen de “patán agresivo”. Había que imponerse ante las cámaras y marcar paquete.

¿Por qué importa Sinatra? Porque, en lo suyo, fue el más grande. Con la radio como maestra y basándose en las grandes obras del American Songbook –firmadas por Jerome Kern, Rodgers & Hart, Cole Porter, Harold Arlen o Jhonny Mercer, derivadas de los ritmos afroamericanos adaptados con melodías y armonías europeas– consiguió un sonido propio debido a la combinación de su voz, dicción prodigiosa, actitud y gusto musical. Creó un nuevo modelo de masculinidad con su arrogancia y agallas –“no había nada que perder, siempre me quedaba trabajar en los muelles o atender un bar”– a partir de su trabajo con varias orquestas, la principal la de Tommy Dorsey, antes de lanzarse como solista.

Usando el micrófono, más que la propia voz, como su instrumento, inclinándose sobre él, alejándose o casi besándolo, se convirtió en el cantante de la soledad urbana antes de que cayera en el ostracismo –drogas, alcohol, mala relación con la prensa sensacionalista– y volviera a resurgir tras firmar con Capitol y su famoso sombrero –llegó a pagar discos de su bolsillo pero “sabía que la excelencia daría frutos”–, y filmara, junto a El hombre del brazo de oro, su mejor película, De aquí a la eternidad, a pesar de su papel secundario, por el que recibió un Oscar y un Globo de Oro.

No solo música

El libro, con traducción de Jorge F. Hernández, va más allá de la música e indaga en las facetas personales, sociales y políticas del crooner. Defensor de “la familia como unidad social”, Sinatra era hijo de la emigración italiana y de niño, al igual que los judíos y con cinco años, empezó a recibir insultos y a ser consciente de los prejuicios que provocaba el miedo al diferente. Fue algo que “nunca superó”, según su amigo Hamill, y que marcó su vida, incluso en el plano político.