Tenía experiencia en otras bandas. ¿Qué le hizo dar el paso a comenzar en solitario?
–Había dejado de tocar en bandas de versiones, me había aburrido. Mi banda anterior, La Fábrica de Pedro, terminó un poco por cansancio, por dejadez. Yo seguía haciendo mis cosas y decidí ponerme con ellas, grabarlas en casa, con mis medios, para que sirviesen de guía a los músicos. Fue el final de un ciclo y el comienzo de otro, algo muy natural. En mi cabeza siempre estaba la idea de seguir escribiendo canciones.
El disco aguanta muy bien en el paso del tiempo, creo que por varios motivos. El primero, que se implicó mucho al escribirlas: hay canciones que hablan de sus padres, de sus hijas, del periodista David Beriain, que era amigo suyo y falleció…
–Sí. Puedo ser bastante racional cuando quiero, pero en la música procuro ser más visceral, más emocional. De hecho, el primer single fue la canción a mis padres (Carnaval), y no porque fuese la mejor, no fue algo racional, sino porque me apetecía, quería decirles eso a mis padres.
Además de esa implicación personal, también hay un punto con el que mucha gente se puede sentir identificada. Pienso en Chándal de tactel, que, por su letra, podría ser hasta un poco generacional.
–Normalmente escribo de una manera un poco rebuscada, intento que se entienda poco, con metáforas, dobles sentidos, sinónimos… Que suene bien, pero que no sepas muy bien de lo que habla la canción, que el mensaje quede un poco oculto. Sin embargo, cuando escribo una canción como Chándal de tactel, tengo que utilizar un lenguaje más llano, tiene que entenderse. Lo mismo que Sin sonrisa, la de David Beriain, que habla de las muertes de los inmigrantes en el Mediterráneo, tiene que entenderse. Tengo esas dos líneas.
“Escribo de una manera un poco rebuscada. Que suene bien, pero que no sepas muy bien de lo que habla la canción”
Grabó con unos músicos y ahora estás girando con otros. ¿Cómo ha sido eso?
–Desde el principio sabía que los músicos con los que grabé no iban a hacer la gira. Tienen todos sus proyectos, tocan en orquestas… Con ellos grabé el disco y tocamos la presentación del disco, en Tafalla. Al buscar la banda para la gira, lo primero que quería era que fueran buena gente. Cuando pasas mucho tiempo con unos músicos, por muy buenos que sean, si no estás cómodo con ellos, no funciona. En este caso, he conseguido que sean buena gente y que toquen muy bien. Todos tienen una trayectoria extensa, tienen sus equipos, su propio sonido… Nos entendemos muy bien, estamos muy a gusto juntos. Estamos Misael Narros (guitarra), Carlos Beroiz (batería), y Lucas (bajo) y yo.
¿Cómo está el panorama para un artista navarro nuevo, como usted, que está empezando?
–La situación es muy compleja. Hay muchos grupos y de mucha calidad. Si quieres, puedes tocar en bares, pero ahí pagan muy poco. Si pretendes mantener el local, pagar a los músicos e ir un poco hacia arriba, tienes que ir a ayuntamientos, que prácticamente solo contratan orquestas y grupos de versiones. El disco nos ha abierto una serie de puertas. En salas, aun con un disco publicado es difícil entrar, supongo que mirarán los oyentes de Spotify o cosas así. Cuando hicimos el primer vídeo clip conseguimos entrar en algunas, que al final tienes que alquilarlas y jugarte la pasta. Hicimos Zaragoza, que nos vino bien para salir del circuito habitual. Es trabajoso tener que llevar todo, hablar con los sitios, las redes sociales… A mí me parece terrible, pero tienes que hacerlo si quieres tocar, así que en eso estamos. Además, hay muchos agentes que copan el mercado, que tienen muchos contactos en todas partes… Yo voy a puerta fría, me presento, presento el proyecto… Hemos conseguido tocar para varios ayuntamientos, pero es difícil. También dependes mucho de las listas de reproducción de las plataformas. Nada más salir, me metieron en una lista y veías que teníamos un montón de escuchas, pero es muy aleatorio, no sé de qué depende. Imagino que habrá gente que pague dinero para entrar en sitios. Cuando salió el disco, mandé notas de prensa a varias revistas, y me llamaron de varias para pedirme dinero si quería aparecer en ellas.
“En salas, aun con un disco publicado es muy difícil entrar, supongo que mirarán los oyentes de Spotify o cosas así”
Habla mucho de la banda, entiendo que le da mucha importancia.
–Los músicos que me acompañan son muy importantes. En esta gira estamos siendo bastante fieles al sonido del disco, pero también hacen sus aportaciones. Igual el guitarrista propone algún cambio y, si queda bien, vamos adelante con ello. Eso hace que ellos también vayan haciendo suyas las canciones. Hay mucho feeling, estamos a gusto… La banda tiene un peso muy importante, sí.
¿Cómo va a ser el concierto del Caballo Blanco?
–Al Caballo Blanco llevamos también una corista que canta excepcionalmente bien, Nuria Echarri. Es de Artajona y es increíble cómo canta. En Artajona hay mucha gente que canta bien. Yo no me considero uno de ellos (risas), yo canto pero lo suyo es otro nivel (risas). Y vendrá Javi Úcar, que es teclista.
¿Cuáles son los planes de futuro? ¿Está componiendo?
–Tenemos conciertos hasta final de año. El año que viene tenemos también alguna cosa que seguramente saldrá, un concierto en Madrid… Quedan cosas. Este año hemos llamado a muchas puertas y algunas están empezando a abrirse ahora. Yo nunca dejo de escribir, tengo más de veinte canciones terminadas, por lo que entiendo que cuando paremos entraremos a grabar otro disco. No sé cuándo pararemos exactamente, porque tampoco quiero alargar mucho este ciclo.
La última: después de la experiencia del año pasado, que tuvo que suspender el concierto del Caballo Blanco por la lluvia, ¿cuántas veces ha mirado en el móvil la aplicación del tiempo?
–(Risas). Muchísimas, muchísimas. Hay una aplicación que predice el tiempo con quince días de antelación y la he mirado todos los días. Parece que esta vez hará buen tiempo.