El pasado 1 de julio se inició en Bilbao el Tour de France que dos años antes había sido comprado el producto Grand Départ 2023 Pays Basque por las instituciones políticas vascas por nada menos que 13,6 millones de euro, a Amaury Sport Organisation (ASO) la misma lucrativa empresa que organiza la Vuelta y otras competiciones, para explotarlo política, turística y económicamente pero sin la más mínima connotación cultural.

El trazado de las tres etapas iniciales, saliendo la segunda de Gasteiz, pasando por Donostia dos veces y que finalizaba la tercera en Baiona, tenia un evidente criterio sesgado por quienes pactaron el precio y el recorrido. A Baiona se podía llegar de varias maneras, pero no interesaba pasar por Nafarroa, evitar la constatación de una tierra común, de una identidad cultural, de la entidad de un país, más que Euskadi y Pays Basque, en definitiva de Euskal Herria. Esta etapa por Nafarroa es una concesión de consolación por el premeditado agravio del Tour.

La bicicleta

El origen de la bicicleta, está en un pesado ingenio de madera con dos enfiladas anchas ruedas de carro cuya invención y primer recorrido en 1817 se atribuye a Karl Freiherr von Drais con una denominada laufmachine (máquina andante) y conocida como Draisine, que avanzaba con el impulso de los pies en el suelo.

Posteriormente, la rudimentaria máquina fue evolucionando con la incorporación de pedales, la propulsión por cadena en la rueda trasera, frenos, ruedas de goma con cámara de aire y otras mejoras y materiales para una cómoda dirección hasta la bicicleta actual en todas sus versiones, de paseo o de competición.

Estas mejoras, posteriores versiones e implantación urbana definieron un mecanismo novedoso al que se denominó velocípedo (del latín velox y pedis) fenómeno que atrajo la atención de Josef Strauss quien en un ambiente de romanticismo compuso la obra Vélocipède Polka, estrenada en el carnaval vienés de 1869.

Con el paso del tiempo, su amplio arraigo popular como medio de locomoción y artículo deportivo tan atractivo, suscitó el interés de grandes pintores, creando obras de enorme interés a partir de mediados del XIX hasta la actualidad.

En una selección de autores y cuadros más conocidos y trascendentes citamos: Henri Toulouse-Lautrec muy aficionado a la bicicleta con, “Bruant à Bicyclette” (1892) y “La Chaîne Simpson” (1896), relativo a la famosa cadena de la bicicleta. Ramón Casas célebre por sus retratos de la élites burguesas y gran diseñador como cartelista en el Modernisme catalán crea dos bellos cuadros románticos: “El descanso de los ciclistas” (1896), “Ramón Casas y Pere Romeu en un tándem” (1897). Las bicicletas, reconocibles, eran de la acreditada marca francesa Cycles Gladiator.

El Futurismo, la bicicleta y el ciclismo

El futurismo, fue un movimiento de vanguardia predominantemente italiano, surgido en Milán mediante el cual el poeta Filippo Tommaso Marinetti expone sus fundamentos en “Il Manifesto del Futurismo” en 1909 en el diario Le Fígaro. Sus principios son contundentes: “Queremos cantar el amor al peligro, a la fuerza y a la temeridad… Declaramos que el esplendor del mundo se ha enriquecido de una belleza nueva: la belleza de la velocidad…No hay belleza más que en la lucha”. Se xxpresa la voluntad de olvidar las clásicas pautas del pasado introducidas por la burguesía.

Sus obras pictóricas se caracterizan por la intensidad del color, la figuración del movimiento y la velocidad, representando los objetos sucesivamente en varias posiciones superponiéndolos a modo de mancha multicolor.

Los significados que supone la implantación social de la bicicleta por su éxito popular como medio de locomoción y los ciclistas compitiendo, coincidían con los principios de los futuristas, por lo que inspiraron a pintores y poetas que vieron su actividad física, pasión y fatiga como parte de la vida humana destinada a transmitir energías vitales y creativas. Los artistas exponentes de este estilo se caracterizaron por una ideología e interés por la dinámica, la mecánica y como consecuencia, el movimiento y la velocidad, particularmente por la bicicleta, que motivaron obras maestras muy reconocidas y representativas del Futurismo, entre ellas: “Dinamismo di un ciclista” (1913) de Umberto Boccioni, una exaltación del movimiento y la fusión dinámica del color, “Ciclista” (1914) de Gerardo Dottori, “Il ciclista” (1916) de Mario Sironi y “Ciclisti” (1922) de Fortunato Depero. Fuera de Italia destaca la obra de la artista rusa Natalia Goncharova (1913), “Velosipedist “(ciclista).

Otros estilos

Jean Metzinger, con “Au Vélodrome” (1912), crea un cuadro vanguardista al representar un acto deportivo. En ese mismo año, Lyonel Feininger (1871-1956) pinta“The bicycle Race” (La carrera de bicicletas) con un estilo que se ha denominado cubismo prismático construido mediante formas quebradas y colores arbitrarios..

En el arte vasco tiene su expresión o costumbrista mediante Jose Arrue con dos conocidas obras, relativas a aldeanos en bicicleta y una publicitaria, de las bicicletas Fidelia Lapize entorno a 1920. Asimismo, es notable el cartel de la bicicleta Orbea del artista Aníbal Tejada editado por Laborde y Labayen de Tolosa en 1932.

En época moderna surge la creatividad de Marcel Duchamp con su obra “Roue de bicyclette” en 1913, perdida y reconstruida en 1964, calificada como Ready-made, un objeto extraído de su contexto, con una rueda sobre un taburete que constituye la primera obra artística cinética.

Con cierta similitud conceptual debe recordarse la escultura en bronce y cuero creada en 1942 por Pablo Picasso “Cabeza de Toro”, que se muestra en el Museé National Picasso-París.

La fascinación que ejerció la bicicleta en el futurismo, tiene una semejanza con el gran atractivo que ofrece como juguete en la infancia y poco después con la satisfacción y desenvoltura que muestran las criaturas en su iniciático y ágil movimiento mecánico andante. Una felicidad rodante.

El autor es arquitecto