Hace unos meses se originó una gran polémica que se hizo viral en redes sociales cuando, después de un concierto de Rosalía en Madrid, un crítico musical escribió en un periódico de tirada nacional que aquello no había sido un concierto en el sentido estricto de la palabra, porque no había habido músicos en escena. El caso de Quevedo en el Navarra Arena fue similar, solo que, a diferencia de la gran diva internacional, el madrileño afincado en Canarias ni siquiera llevó bailarines. Él solo en el escenario, con su camiseta blanca y su micrófono inalámbrico. Y el pabellón lleno hasta la bandera de chavalería, no se crean. A las más de once mil personas que abarrotaron el Navarra Arena les dieron absolutamente igual todas estas disquisiciones de lo que es o deja de ser un concierto. Se limitaron a disfrutar de su ídolo, un artista que encarna como pocos los rasgos estilísticos más apreciados por la juventud de hoy en día. Y uno, alejado de lo que allí estaba ocurriendo por cuestiones de edad y de gustos musicales, se pregunta qué verán en él. No se puede juzgar lo que no se comprende, y este es el caso.

La actuación comenzó con algunos minutos de retraso; no importó, porque, para amenizar la espera, pusieron canciones que casi todos coreaban. Después de que sonase Reggaeton heat, de Young Ed (aplicación de Shazam dixit), por fin, las luces se apagaron y el Arena estalló en un griterío ensordecedor. Aquello no era nada para lo que estaba por venir; sonidos electrónicos pregrabados a un volumen absolutamente ensordecedor, con los graves haciendo retumbar los cimientos del pabellón y los tímpanos de la concurrencia. Quevedo solo sobre el escenario, al principio con chándal y gafas de sol (a los pocos minutos de despojaría de las lentes y de la chaqueta, a la postre ese fue el único atrezzo empleado). Un micrófono. Y nada más. Ni un músico. Ni un bailarín. Ni siquiera un DJ. Un tipo de veintiún años con una camiseta blanca dando botes por el escenario. Y mucho autotune, claro. Toneladas de autotune. Autotune a mansalva, muchísimo más del que se necesita para hacer descarrilar un tren y, de paso, distorsionar por completo la voz del artista, hasta el punto de que los oídos profanos no pudieran entender ni una sola palabra de lo que cantaba.

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Locura a la espera de Quevedo Iñaki Porto

Interpretó canciones de su único disco, Donde quiero estar, así como algunos de los singles que ha ido lanzando y que cuentan con escuchas millonarias en las plataformas digitales. Yankee, Lisboa, Me falta algo (lo más parecido a una balada, con un piano grabado y tan distorsionado como la voz) o Laconte. Cuando llevaba poco más de sesenta minutos de actuación, se retiró al camerino y regresó para ofrecer los bises: Columbia y Quédate, su mayor éxito. Después, una escueta despedida y rumbo a la siguiente ciudad (Bilbao, también con todo el papel vendido), con la certeza de llevarse a su público de Pamplona en el bolsillo. Repito: no se puede juzgar lo que no se comprende y, por mucho que lo intenté, el viernes pasado yo no comprendí absolutamente nada. Si donde yo solo veo letras paupérrimas, palabras mal acentuadas, ritmos machacones, melodías (disculpen la hipérbole) desesperadamente planas y escenografía inexistente, otros encontraron algo que los conmoviera, adelante con ello, nada que objetar por mi parte. Solo dos hecho objetivos: la actuación fue muy corta, apenas hora y cuarto, y el equipo de sonido era manifiestamente insuficiente para el volumen ofrecido, provocando distorsiones constantes (acordes con los efectos que aplicaron a su voz, por otro lado). Suena a tópico, pero es cierto: sobre gustos no hay nada escrito. A quien le guste, que lo disfrute.

CONCIERTO DE QUEVEDO

Fecha: 06/10/2023. Lugar: Navarra Arena. Incidencias: Lleno absoluto, las entradas se agoraron hace meses, a las pocas horas de ponerse a la venta.

Concierto de Quevedo en el Navarra Arena

Concierto de Quevedo en el Navarra Arena DIARIO DE NOTICIAS